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8. Biomas de las zonas áridas

Los conceptos de aridez y de desierto son complicados de definir y aunque existe un relativo consenso sobre su significado biogeográfico, no lo hay sobre sus límites precisos ni, en consecuencia, sobre su extensión.  Habitualmente, este concepto hace referencia a un ambiente con escasa o nula vegetación debido a una pluviosidad muy reducida, inferior a los 200 l/año. Aunque la mayor parte de estas áreas son cálidas y registran temperaturas por encima de los 50ºC, hay también desiertos fríos con valores inferiores a los 0ªC. Normalmente, en estos espacios la evapotranspiración supera a la precipitación, lo que ocasiona un fuerte déficit hídrico. Además, coincide que las precipitaciones son muy irregulares y caen en forma torrencial.

Figura 8 a. Extensión de las zonas áridas en el mundo Figura 8 b. Desierto de Atacama (Chile)

La aridez puede deberse a diversas causas y eso permite que los desiertos existan en todas las regiones de la tierra, desde las de latitudes altas hasta las tropicales recubriendo entre el 20 y el 30% de la superficie de los continentes (15% se considera árido, 15% semiárido y un 4% extremadamente árido).

El clima de estas áreas es muy diverso. En general, es intensamente caluroso. Las temperaturas de día pueden superar los 50°C pero por la noche, las temperaturas descienden incluso por debajo de los 0ºC. La mayoría de los desiertos tiene dos estaciones distintas al año que se diferencian por la temperatura; en el verano, oscila entre los 35-45°C de media, y el invierno, entre los 20-30°C.

figura 8.1

La existencia del desierto se debe al viento cálido y seco que llega de latitudes elevadas hacia el ecuador, o bien a las barreras montañosas que detienen las corrientes húmedas de procedencia oceánica. La escasez de lluvia puede deberse a:

  • alta presión subtropical, como en los desiertos del Sáhara y Australia;
  • posición en las «sombras de lluvia», como en los desiertos del occidente de Norteamérica y Atacama;
  • gran altitud, como en los desiertos tibetanos y boliviano y excesivo frío como en la Antártida.
Figura 8 c. Desierto del Gobi Figura 8 d. Desierto del Sahara

El sustrato puede resultar adverso a la vegetación y contribuir a incrementar los efectos de la aridez. La escasez hídrica de los desiertos favorece la acumulación de yesos y sales o la formación de costras de carbonato cálcico sobre la superficie lo que, a su vez, incrementa el efecto de la aridez dando lugar a un fenómeno de retroalimentación.

Además, la formación de suelos es dificultosa, cuando no imposible, debido a la muy escasa biomasa que se genera. En los desiertos tropicales, cuando las circunstancias son favorables, pueden aparecer “suelos rojos desérticos”, cuya coloración evidencia la abundancia de óxidos de hierro deshidratados. Su desarrollo suele ser reducido y contienen escaso humus y nutrientes debido a la escasez de la cobertura vegetal. Otro tipo de suelos, dominantes en los desiertos continentales, son los sierozems o suelos grises desérticos. Suelen presentar un mayor desarrollo, aunque son también muy pobres como consecuencia de su bajo contenido en humus y de la frecuencia con que se forman costras calizas en ellos.