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10. Biomas de las zonas de montaña

Figura 10 a. Principales biomas del mundo. Localización del bioma de montaña

Las áreas de montaña constituyen medios perfectamente diferenciados de sus entornos respectivos no sólo por su relieve sino también por su clima, geomorfología, suelos y tipo de ocupación humana. Como consecuencia de esos factores, contienen ambientes originales y albergan comunidades de organismos distintas de las del resto de los espacios geográficos limítrofes.

El principal rasgo diferenciador de las áreas de montaña es la altitud respecto a las llanuras colindantes, así como las consecuencias climáticas de este hecho, lo que da lugar a los llamados “climas de montaña”. La altura y el relieve distorsionan localmente las características del clima de cada región, pero los rasgos esenciales del mismo se mantienen. De este modo, la montaña media mediterránea no puede entenderse fuera del contexto de los climas mediterráneos y resulta totalmente distinta de, por ejemplo, la montaña media oceánica o tropical. No obstante, cuanto mayor sea la altura de una cumbre más se difuminan los caracteres del clima regional y los factores que condicionan las posibilidades de la vida en la alta montaña terminan siendo muy similares en todo el mundo.

Ya sabeos que la temperatura disminuye con la altura (0’6 ºC por cada 100 metros de altura) así como las precipitaciones, que, aumentan muy rápidamente al pie de las cordilleras y en sus tramos inferiores, aunque, a medida que se gana altitud, el incremento se va frenando hasta terminar desapareciendo, lo que hace que las cumbres más altas reciban habitualmente menos precipitación que las montañas medias situadas a su alrededor y las precipitaciones caen en forma de nieve, habitualmente.

La orientación también influye ya que las vertientes situadas a favor de los vientos dominantes reciben mayor cantidad de lluvia que las situadas a sotavento.

Figura 10 b. Cordillera de los Pirineos Figura 10 c. Influencia de la orientación de las vertientes de montaña respecto a las precipitaciones

Por otro lado, la geomorfología también influye en la configuración de los biomas de montaña, especialmente por su relación con la escorrentía o la formación de los suelos. A medida que aumenta la altitud la capa de suelo se vuelve más delgada y discontinua haciendo que las características de la roca madre sean cada vez más determinantes para las plantas.  A partir de un cierto momento los suelos dejan de formar una cubierta continua y se limitan a ocupar los rellanos o concavidades del terreno o, en las situaciones más extremas, las grietas. Se trata habitualmente de suelos esqueléticos (litosoles, regosoles…) muy poco desarrollados y extremadamente pobres en humus y en nutrientes. En el resto de la superficie la roca aflora desnuda. 

Estas circunstancias son muy limitantes para las plantas que, salvo excepciones, no son capaces de instalarse directamente sobre la roca y que deben conformarse con el escaso volumen disponible de suelo. Allí, y como consecuencia de esta pobreza edáfica, tendrán que enfrentarse a la penuria de nutrientes, a la frecuente falta de agua y a una ineficaz protección frente a la intemperie. Así pues, cuanto mayor es la altura, más difíciles son las condiciones para la vida y, en consecuencia, menor es la biomasa y la biodiversidad.

Figura 10 d. Adaptación de las plantas a la escasez de suelo Figura 10 e. Presencia de líquenes en rocas de alta montaña