
4. Los desequilibrios espaciales y sociales

La desigualdad es un fenómeno global, aceptado por la mayoría de las teorías sobre el crecimiento económico como un problema estructural del capitalismo, donde la riqueza no se reparte por igual ni entre países, ni entre personas. dado que tiene una innegable huella territorial, es un problema que también es objeto de estudio de la Geografía económica. En los años de 1970 el tratamiento de la desigualdad se vinculaba con el subdesarrollo y su análisis se plantea en términos de dialéctica entre desarrollo y subdesarrollo, siendo la desigualdad producto de un mismo proceso histórico: el afianzamiento del sistema capitalista, sujeto a la lógica centro y periferia, según la cual el crecimiento de los países atrasados está estructuralmente limitado por su rol de satélite con respecto a la metrópoli o país-centro.
En la misma línea, se afirma que la desigualdad que impide el desarrollo de algunos países es expresión de las contradicciones del capitalismo y de la dependencia. Las situaciones de subdesarrollo aparecen por efecto de factores históricos, en particular debido al colonialismo, a la ausencia de una clase media influyente y emprendedora, y por la presencia de minorías capitalistas poderosas y acaparadoras.
Algunos de los síntomas que delatan situaciones de subdesarrollo serían el crecimiento demográfico disparado, un proceso de urbanización acelerado y el desempleo generalizado. Se hace evidente, asimismo, que la noción de Tercer Mundo no coincide con la extensión espacial del subdesarrollo: engloba las situaciones de atraso y pobreza, pero también a países que fueron subdesarrollados en una etapa, pero que ya no pueden considerarse como tales por haber iniciado la industrialización a gran escala (Lacoste, 1971).
Los años de 1990 representan un cambio de enfoque con respecto a la desigualdad, de modo que se pone el foco en la contraposición de los binomios bienestar y opulencia frente a pobreza y miseria, con especial atención a la escala intra estatal, la distribución de los ingresos y la situación de la población. Se demuestra que más riqueza no equivale a menos pobreza porque la distribución no es equitativa, sino desigual y generadora de polarización social, y que el crecimiento económico no es ni necesario ni suficiente para eliminar la pobreza. En estas condiciones los esfuerzos para aumentar la riqueza sólo agrandan el foso entre ricos y pobres, siendo la conclusión que el sistema que hace ricos a los unos crea al mismo tiempo la pobreza de los otros. Afianzada la etapa del capitalismo global, algunos autores señalan que es la lógica del sistema, basada en la búsqueda exclusiva de los mayores beneficios, lo que tiende a producir una distribución desigual de los ingresos entre las clases sociales, a nivel nacional e internacional, mecanismo que contribuye al estancamiento económico relativo. Además, se apunta que el grado de dependencia no es el mismo en todo el ámbito del Tercer Mundo, donde cabe distinguir dos categorías de países, según el criterio de capacidad competitiva de las sociedades y territorios periféricos (Amín, 1998):
a) Áreas, regiones o países con productos manufacturados competitivos en el mercado mundial: países del Asia occidental, Sudeste asiático y Latinoamérica.
b) Países y regiones atrapados en el papel de exportadores de materias primas, bien porque no entraron en la era industrial; bien porque no logran el necesario potencial competitivo: África en su conjunto. Este espacio es el de mayor marginalidad en el nuevo orden mundial.
En este apartado vamos a analizar este concepto de desigualdad y buscaremos sus causas y sus consecuencias espaciales.
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