3.1. Innovaciones técnicas y en el sistema de producción
En el aspecto técnico, la Tercera Revolución Industrial ha aportado las innovaciones derivadas del uso de la microelectrónica (fabricación de microchips y microprocesadores). Las más destacadas han sido las TIC -tecnologías de la información y de la comunicación-y la automatización:
Las TIC permiten a las empresas mejorar la organización, la gestión la coordinación.
La automatización industrial consiste en usar computadoras para controlar máquinas y/o procesos industriales, sustituyendo a las personas en la realización de tareas simples y repetitivas. La automatización se manifiesta en el uso de robots industriales: máquinas automáticas y reprogramables, con uno o varios brazos articulados, que ejecutan variadas tareas.
La Tercera Revolución Industrial incorpora también nuevas materias primas (fibra óptica) y nuevas fuentes de energía para producir electricidad, como la nuclear y las renovables.
En el sistema de producción se adoptan la descentralización y la flexibilización productiva. Por un lado, la descentralización consiste en dividir el proceso de fabricación de un producto en fases y localizar cada una de ellas en establecimientos separados, ubicados en el lugar más favorable; esto es posible gracias a las redes telemáticas-que permiten transmitir instantáneamente las decisiones y coordinar establecimientos separados- y gracias a las nuevas tecnologías -que posibilitan la automatización y la separación de tareas antes integradas-; esta descentralización puede realizarse constituyendo empresas multiplanta que dividen su actividad en tareas especializadas realizadas en establecimientos separados; subcontratando tareas a otras empresas; o formando redes de pymes que se dividen el trabajo.
Por otro lado, la flexibilización productiva consiste en fabricar pequeñas series de productos diferentes a precios rentables. Esto es posible gracias al uso de maquinaria automatizada y fácilmente reprogramable, manejada por trabajadores cualificados y polivalentes. Así, se desarrollan economías de gama que satisfacen la exigencia de variedad de la demanda; y se gestiona la producción «just in time» (justo a tiempo), de forma que se produzca en el momento y en la cantidad necesaria según la demanda.
3.2. Sectores industriales tradicionales
Entre los sectores tradicionales de la industria española incluimos aquellos que tuvieron una importancia capital en todo el proceso de industrialización contemporánea y que se relaciona con los metales. Se han visto afectados por la reconversión industrial, y han sufrido fuertes déficits financieros y una pérdida continuada de empleo, junto al descenso de la competitividad y de la demanda. Son sectores consumidores de energía y fuertemente intensivos en mano de obra, con importantes insuficiencias en su estructura empresarial. Comprende el sector siderometalúrgico, la fabricación de electrodomésticos de línea blanca, la construcción naval y la industria textil, del cuero y del calzado. La mayoría formaron parte del entramado empresarial público, dirigido por el INI, llegando tras su reestructuración y renovación productiva incluso a cerrar sus instalaciones. Las causas de esta situación son su baja intensidad tecnológica y la competencia de nuevos productos o de países más baratos, con el consiguiente riesgo de deslocalización. Por ello, han requerido procesos de reestructuración que generaron valor añadido: modernización tecnológica, especialización y personalización, nuevos productos, calidad y diseño.
La metalurgia básica, tanto por ser la base de actividades industriales como por su dimensión económica, generación de empleo, conexión de otros sectores económicos, como la minería, etc., constituye uno de los principales sectores de la industria española. La industria metalúrgica más destacada es la del hierro, es decir, la siderurgia, en sus dos modalidades: la siderurgia integral, que obtiene acero en los altos hornos a partir del mineral de hierro, y la no integral, que lo obtiene en hornos eléctricos a partir de la refundición de la chatarra.
Elaboración propia, Unisid, Tamames-Rueda, 379
La industria siderúrgica obtiene acero a partir del mineral de hierro en el alto horno; se consolidó en el País Vasco, para luego extenderse al Mediterráneo (Altos Hornos del Mediterráneo) y a Asturias (Ensidesa). Tuvo un gran impulso en las actuaciones llevadas a cabo por el Instituto Nacional de Industria, que construyó grandes acerías, explotadas por empresas públicas. Su sobredimensionamiento con relación a las necesidades españolas fue una de las causas que originaron su crisis, razón por la cual fue necesaria una fuerte reconversión que tuvo importantes repercusiones sociales, por lo que sólo se mantiene en Asturias, donde forma parte de un grupo multinacional que lidera la producción mundial de acero. La siderurgia no integral, en cambio, obtiene acero a partir de la chatarra en horno eléctrico y responde a una estructura empresarial de menor tamaño; radica preferentemente en el País Vasco, aunque su ámbito de implantación se extiende también a Navarra, Asturias y Cataluña. Sus retos son el encarecimiento del hierro y de la energía; la aparición de materiales sustitutivos de los metales (composites, nanomateriales); reducir las emisiones de CO2, e incrementar el valor añadido (personalización, combinación del metal con otros materiales).
Muy relacionada con la industria siderúrgica está la de transformados metálicos, que fabrica una gama de productos que abarca desde la ferretería hasta la maquinaria; va asociada a la pequeña y mediana empresa y tiene una mayor dispersión espacial, aunque se localiza preferentemente en los tres hogares clásicos de la industria española: País Vasco, Cataluña y Madrid. Entre las industrias metalúrgicas no férreas destacan el aluminio y el cinc en Avilés y el cobre en Huelva.
Mucho más reciente en la cronología industrial es la fabricación de electrodomésticos, que, por la naturaleza de los componentes que utiliza, tienen una clara filiación con las industrias metalúrgicas. Ha alcanzado una significación extraordinaria por su condición de abastecedora de bienes de uso a los hogares modernos. Su expansión fue paralela a las transformaciones experimentadas por la sociedad en los años 60, a la adopción de nuevas fuentes de energía para uso doméstico (gas butano, gas propano, gas natural) y a la generalización de la industria del frío. En principio, fue una industria muy atomizada en empresas de tamaño medio, aunque después sería reestructurada mediante procesos de concentración industrial.
La construcción naval es otro de los sectores más importantes de nuestra industria tradicional. Es heredera de la vieja carpintería de ribera y, aunque los buques siguen construyéndose en las instalaciones denominadas astilleros, el material utilizado en la construcción es el acero, que ha permitido el aumento de tonelaje. Por iniciativa del INI se construyeron grandes astilleros en enclaves significativos del litoral (Ferrol, Cádiz). Su estructura empresarial era la de grandes empresas públicas (Astano, Empresa Nacional Bazán) especializadas en la construcción de buques petroleros y graneros, y con los cuales España ocupó un lugar de privilegio en la lista de países constructores. Además de los grandes astilleros, existen empresas de menor tamaño dedicadas a la construcción de barcos de pesca o de recreo. La crisis del petróleo afectó a la industria de construcción naval; por un lado, se evidenciaron las deficiencias estructurales de nuestros astilleros, por otro, el encarecimiento del crudo obligó a transportarlo en barcos de tonelaje medio. Fue preciso así realizar una larga reconversión A partir de 1990 descendió la construcción de barcos y el sector concluyó una dura reconversión industrial, por la fuerte competencia de países asiáticos más baratos y la exigencia europea de reducir la flota, lo que generó desempleo y cuyos efectos sociales trataron de paliarse con incentivos y concesión de zonas de urgente reindustrialización (bahía de Cádiz). En las últimas décadas ha mejorado al volcarse en innovaciones tecnológicas; diseño; construcción de buques multifuncionales; y reparaciones navales. Este sector se concentra en las costas cantábrica, gallega, suratlántica, surmediterránea y en Las Palmas de Gran Canaria.
Los sectores de la industria textil, del cuero y del calzado fueron igualmente muy importantes en el tejido industrial español. Por un lado, la industria textil catalana constituyó uno de los pilares de la industrialización, aunque con el correr de los tiempos experimentó cambios profundos, unos relacionados con la sustitución de las fibras orgánicas (lana, lino, algodón) por fibras de origen químico, y otros relacionados con la reestructuración de las empresas, que han aumentado de tamaño al concentrarse multitud de pequeñas fábricas en unidades de producción más competitivas. No obstante, sufre la competencia de países más baratos asiáticos y norteafricanos -causantes de procesos de deslocalización- que tratan de atajarse invirtiendo en productos nuevos y más personalizados (profesionales, ocio, deporte) y en intangibles (diseño, marcas, moda); o buscando nuevos sectores de mercado (embalaje, arquitectura textil, tejidos inteligentes, etc.). El sector también se enfrenta a la plena liberalización del comercio textil mundial, que exige controlar las importaciones que incumplen las normas de seguridad. La localización del sector textil se centra en Cataluña, la Comunidad Valenciana y Galicia.
La industria de la confección es una rama derivada de la industria textil que ha surgido a medida que la población demanda confecciones en lugar de tejidos. Está formada por un enjambre de pequeñas industrias que, al igual que la industria del calzado, se encuentra muy dispersa, aunque se extiende, sobre todo por las regiones mediterráneas. Junto a ellas, han aparecido también nuevos diseñadores que han conseguido asociar una marca de prestigio y una organización industrial, lo cual ha permitido renovar el sector y exportar, constituyéndose algunas grandes empresas punteras en el sector; Inditex (Zara) es el ejemplo español de una empresa en este sector “global” y líder mundial de su especialidad.
La industria del calzado comprende las actividades que van desde la preparación, curtido y acabado del cuero hasta la fabricación de calzado con cualquier material (cuero, tela o lona, caucho o plástico). Es una industria que sufre en exceso los condicionantes de la globalización como consecuencia de las importaciones de calzado que inundan el mercado español. En cuanto a la localización geográfica del sector, la industria del curtido está principalmente localizada en Cataluña, mientras que la industria del calzado lo está en la Comunidad Valenciana, en concreto en Elche, Elda y Villena, con núcleos también destacables en Castilla–La Mancha, Arnedo (La Rioja) y las Islas Baleares (Inca). Las importaciones de calzado procedentes de la República Popular China representan un porcentaje muy alto lo que le sitúa como primer proveedor del mercado nacional, mientras que las exportaciones españolas se dirigen a Francia, Alemania Reino Unido, Estados Unidos y Portugal. Nuestro país es una potencia mundial en el diseño y fabricación de calzado de alta calidad.
Otros sectores maduros sufren la competencia externa y el descenso de la demanda interna por la crisis económica, como el mueble y el juguete, de gran implantación en la Comunidad Valenciana. O se enfrentan a la competencia de otros materiales, como la madera y el corcho; o de otros soportes, como los medios digitales que afectan al papel.
Estos sectores engloban aquellas actividades industriales que en la actualidad presentan mayores expectativas de futuro. Tienen un elevado nivel de productividad, unas estructuras empresariales saneadas, una demanda asegurada y una capacidad de respuesta flexible ante posibles cambios en el ámbito industrial. Comprenden sectores industriales, como los de automoción, químico y agroalimentario; presentan un mayor dinamismo, que procede de su condición de abastecedores de bienes y productos absolutamente imprescindibles en el funcionamiento de la propia sociedad industrial. Por lo general, son actividades con un alto componente tecnológico, tributarias de grandes inversiones y capital multinacional, y de grandes instalaciones fabriles, que hoy ejemplifican los procesos desencadenados por la globalización de la industria: desaparición de marcas, compra por grupos industriales internacionales, deslocalización de la producción, etc.
Tamames-Rueda, 407
El sector del automóvil se desarrolló en España en la década de 1960, siendo, a su vez, uno de los impulsores del crecimiento económico. Prosperó bajo la protección estatal y al amparo de las inversiones realizadas por grandes marcas multinacionales y por el INI. Constituye un sector de gran influencia en la economía; el conjunto del subsector del automóvil representa más del 10% de los empleos industriales y repercute por sus efectos inductores y por su capacidad de activar las numerosas empresas de las que recibe componentes: transporte, logística, etc.; supone casi el 20% del VAB manufacturero, aportando el 8% del PIB español y el 9% del empleo (1,8 millones de ocupados, de os cuales 66.00 trabajan en las fábricas de automóviles); España viene consolidándose como el segundo fabricante europeo y el octavo productor mundial (2020). Así, España cuenta con importantes plantas de fabricación de automóviles distribuida por toda la geografía nacional (Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Valladolid, Palencia, Vigo, etc.) y es uno de los sectores exportadores de nuestra economía. La industria automovilística sufrió los efectos de la reconversión, que estuvo muy centrada en el saneamiento técnico y financiero, el cual fue posible con el concurso de inversiones extranjeras y estatales que permitieron la integración en complejos industriales de rango superior. Es a la vez un sector maduro, que sufre fuerte competencia externa y amenaza de deslocalización, y un sector dinámico que genera continuamente innovaciones, mejoras tecnológicas y nuevos mercados. Así, existe una total penetración de grandes firmas multinacionales (Fiat, Renault, Dodge, Citroën), que han fueron comprando o absorbiendo empresas españolas ya existentes; por ejemplo, SEAT, una vez privatizada, fue absorbida por la multinacional alemana Volkswagen; su producción está destinada en su mayoría a la exportación, pero cuenta con una importante mercado interno. En la actualidad, afronta el reto del tránsito hacia el coche eléctrico, cuando todavía se asiste a una fuerte dependencia de ciertos componentes de mercados asiáticos, tal como ha mostrado la crisis del COVID-19, que creó la escasez de los mismos y la interrupción temporal de las cadenas de montaje. Igualmente, se afronta el reto hacia la prevención del cambio climático en la luchas contra las emisiones de gases de efecto invernadero.
El sector químico se articula en torno a la industria petroquímica y a la industria química de transformación. La primera constituye la química de base, que se lleva a cabo en grandes complejos industriales, por lo general asociados a las refinerías de petróleo (Puertollano, Cartagena, Algeciras, Huelva, Santa Cruz de Tenerife, etc.) Es tributaria de grandes capitales, por lo común extranjeros. La química de transformación fabrica productos de consumo final: caucho para neumáticos, plásticos, colorantes, pinturas, barnices, fibras textiles, perfumes, material fotográfico, fertilizantes, productos farmacéuticos, etc., que se elaboran en establecimientos fabriles de mucho menor tamaño. Estos tienen un alto grado de dispersión espacial, aunque su localización preferente coincida con las regiones más industrializadas del país: Cataluña, Andalucía, Valencia y área metropolitana de Madrid. Este sector obtiene el 13,3% de la producción y genera un empleo directo de 234.200 personas, cifra que supera los 796.000 si contamos los empleos indirectos e inducidos, siendo al mismo tiempo suministradora de materia primas y productos intermedios a otras ramas industriales. Su peso como motor económico de España se traduce en la generación del 5,6% del PIB Nacional y del 4,6% del empleo de España, si sumamos sus efectos indirectos e inducidos y el 13,8% del PIB Industrial (2022). Además, es un sector con relevante apertura al exterior, el segundo en el ámbito industrial con más capacidad exportadora, un 60% de la producción, con una tendencia creciente en los últimos años, con Francia y Alemania como principales mercados.
El sector agroalimentario ha irrumpido con fuerza en las sociedades modernas. Consiste en un proceso de transformación de los productos agrarios impuesto por la disociación entre zonas productoras y consumidoras. Es un sector que se caracteriza por la diversidad en cuanto a la naturaleza de los productos, los procesos de transformación, la estructura empresarial, la distribución geográfica de las fábricas, etc. En general, predominan las fábricas pequeñas y medianas, de carácter familiar, pero también conviven sociedades anónimas, cooperativas y sociedades agrarias de transformación. La localización es diversa; coinciden en regiones productoras de las materias primas (conservas hortícolas, lácteos), preferentemente con áreas de regadío, en las proximidades de grandes ciudades (cerveza), en las proximidades de los puertos pesqueros (conservas de pescado), etc. También se han establecido grandes empresas multinacionales, cuya presencia podría ser muy importante en ramas como la de los derivados lácteos, la del aceite, la del azúcar, etc. Supone el 23% del producto bruto industrial, con una facturación próxima a los 140.000 millones de euros, empleando a cerca de 440.000 (próximo al 22% del total de la industria manufacturera); supone aproximadamente el 7'5% del PIB, con una fuerte incidencia en la exportación; la Unión Europea se mantiene como destino preferente de las exportaciones de alimentos y bebidas españolas, concentrando el 63%, con unas 30.000 empresas exportadoras. España se posiciona así como cuarta potencia agroalimentaria a nivel europeo y décima a nivel mundial (2022).
El material ferroviario incluye el material rodante y el sector auxiliar de equipo ferroviario. Ha cobrado un gran impulso gracias al desarrollo de la red de alta velocidad, que ha convertido a España en referente mundial, consiguiendo importantes proyectos internacionales en Estados Unidos, Rusia, Kazajistán, Turquía, México, Brasil, Sudáfrica, Arabia Saudí, Australia, Nueva Zelanda, etc. La industria tiene alta concentración en Madrid, Cataluña y País Vasco. En la actualidad (2020) la industria ferroviaria española aporta más del 8% del PIB industrial, mediante unos 30000 empleos, entre directos e indirectos; mantiene asimismo tasa de exportación de entre el 50 y 75%, con picos próximos al 80%.
Otros sectores dinámicos de gran capacidad exportadora son material y equipo eléctrico, que fabrica aparatos eléctricos y electrodomésticos (Cataluña, País Vasco, Aragón, Cantabria y Navarra): maquinaria y equipo mecánico, que produce máquinas herramienta, maquinaria agraria y maquinaria de uso general (Cataluña, seguida del País Vasco y Madrid); y minerales no metálicos, que fabrica sobre todo materiales de construcción, entre los que destaca la cerámica por su elevada exportación, que ha compensado en parte la reducción de ventas internas causada por la crisis de la construcción (Castellón).
3.4. Sectores industriales de vanguardia
A la vanguardia de la industria y con una clara proyección de futuro se hallan los sectores de tecnología punta, que aportan descubrimientos, nuevos materiales, sistemas y medios para la mejora de la producción industrial. A partir de estos elementos, se habla de una tercera revolución industrial. Su importancia radica en la inusitada importancia que ha alcanzado la tecnología en el mundo contemporáneo, donde el valor de los bienes industriales no radica tanto en el de sus componentes materiales como en el de sus componentes tecnológicos. Se trata de un sector que integra las industrias de alta tecnología, muy vinculadas al desarrollo de los sistemas de información (microelectrónica, telecomunicaciones, informática), o de sistemas tecnológicos de aplicación industrial (automatización, nuevos materiales, energías renovables, láser, biotecnología). Se concentran en los parques tecnológicos o científicos —entre los que destacan Zamudio (Vizcaya) y Juan Carlos I (Madrid)— con el objetivo de atraer empresas e impulsar el crecimiento de estas industrias avanzadas. Por ello se sitúan en el entorno de las grandes áreas urbanas y en los ejes industriales más desarrollados, de manera que se refuerzan los desequilibrios territoriales. Requiere mano de obra muy cualificada y ejerce una importante labor de difusión e innovación en los restantes sectores industriales a partir de las acciones de I+D+i (Investigación + Desarrollo + innovación).
Por ejemplo, estos sectores industriales conforman la industria punta que, en España, se ha implantado con retraso y se mantiene en un estado incipiente, tal como esta demostrando la actual coyuntura geoestratégica por la falta de microchips, fabricados principalmente en China, creando una fuerte dependencia en los países occidentales. Su tardío, lento y escaso desarrollo se debe a la fuerte dependencia del exterior en investigación y tecnología, e¡al predominio de pymes poco competitivas; o, a la insuficiente adaptación de la mano de obra y del sistema educativo a las demandas empresariales. La industria española no invierte en I+D (Investigación y Desarrollo) lo suficiente y, por tanto, los costes se elevan a causa de la dependencia tecnológica, los pagos de patentes y el uso de una tecnología atrasada. La demanda que no pueden cubrir las empresas españolas la atienden las multinacionales extranjeras que derivan los beneficios hacia sus países de origen. Frente a estas multinacionales, de gran capital y avanzada tecnología, las empresas españolas no pueden competir debido a una estructura de pequeño y mediano tamaño, escasa productividad y una mano de obra con dificultades de formación y adaptación, derivadas de un sistema educativo incapaz de adaptarse a las demandas empresariales.
Los productos farmacéuticos lideran en España la producción y la exportación de productos de alta tecnología. Se localizan en Cataluña y Madrid.
La construcción aeronáutica y aeroespacial se dedica a la construcción íntegra o parcial de aviones, reactores y equipos y materiales aeronáuticos. Participa en importantes proyectos internacionales, como el avión Airbus y los helicópteros Tigre y en programas espaciales europeos y de la NASA. Además ha creado un satélite propio de Observación de la Tierra -PAZ-, que le otorga una posición de liderazgo en este terreno. Esta industria está muy localizada en Madrid, Andalucía y País Vasco.
Electrónica y TIC tiene dos ramas principales. La producción de equipos de telecomunicaciones, ordenadores y periféricos ha experimentado una fuerte caída debido a la deslocalización, la carencia de algunas tecnologías y el reducido tamaño de las empresas. Y la electrónica de consumo, que se benefició en un primer momento de la demanda personal y empresarial, también decrece por la competencia externa y la crisis económica. Esta rama se localiza en Barcelona, Gipuzkoa, A Coruña, Madrid, Navarra, Málaga, Valencia y Zaragoza.
La Biotecnología aplica la ciencia y la tecnología a organismos vivos para obtener conocimientos y bienes (cultivos transgénicos, medicamentos, materiales biodegradables, biocombustibles, biodegradación de residuos). Es un sector aún incipiente que cuenta con empresas pequeñas ubicadas en Madrid, Cataluña, Andalucía, Valencia y País Vasco.
3.5. La construcción
El sector de la construcción, junto con el turismo, estaba soportando la mayor parte del crecimiento reciente. Se trata de un sector muy sensible a los estados coyunturales, donde existe mucha economía sumergida, precarización laboral y muchos accidentes laborales. El sector de la construcción y sus industrias auxiliares incluye dos sectores claramente diferenciados. Por un lado, el sector de la construcción (obra civil, edificación residencial y no residencial y rehabilitación y reconstrucción) y, por otro, el sector de los materiales de construcción. El primer grupo lo forman las compañías constructoras, incluyendo el subsector de la obra civil, la promoción de viviendas y las industrias auxiliares. El segundo está formado por la fabricación de todos los productos empleados en la construcción. Dentro de este último grupo destacan los subsectores de cemento, cal y yeso, piedra natural, ladrillos y tejas, baldosas cerámicas, elementos de hormigón y materiales cerámicos sanitarios.
La construcción era uno de los sectores más relevantes de la economía española. Su valor añadido bruto representaba el 10% del PIB, constituyendo el 13,9% del empleo y el 58,3% de la inversión. A su vez a este sector se le unen otros con el que se vinculan. Por ejemplo, la industria de la cerámica comprende los subsectores tales como pavimentos y revestimientos cerámicos (azulejos y baldosas cerámicas, materiales cerámicos sanitarios), ladrillos y tejas. Igualmente en el sector de la piedra, posee un componente exterior muy importante. España es un país muy dotado en cuanto a materias primas, y la balanza comercial del sector es tradicionalmente positiva, destinadas a la UE, seguido de EE.UU. y China. España es el tercer productor mundial de rocas ornamentales tras China e Italia, siendo el primer productor mundial de pizarra de techar, segundo de mármol y primer productor europeo de granito.