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2.2 Origen y expansión del sistema industrial

Figura 04 a. Fábrica textil a finales del siglo XIX.

La actividad industrial ha sido fundamental en el crecimiento económico de la Humanidad en los últimos dos siglos y medio. Ha supuesto la generación de empleo, nuevas condiciones de vida e importantes cambios sociales, territoriales y ambientales. Estos cambios se han ido produciendo de forma paulatina y no generaliza como podemos apreciar en el paso de una sociedad preindustrial a una sociedad industrial y, más tarde, postindustrial.

a) El paso de la sociedad preindustrial a la sociedad industrial

En Inglaterra, a finales del siglo XVIII, se produjeron avances tecnológicos que se aplicaron a la producción de bienes. La fase anterior, conocida como fase preindustrial, se corresponde con el llamado capitalismo mercantil y se centra en la Europa centro-occidental, basando su desarrollo en el comercio. La tecnología era muy limitada y la producción era de carácter artesanal, apoyándose en algunas fuentes de energía renovables, como el agua y el viento. Las empresas eran pequeñas y de carácter familiar, aunque convivían con algunas de carácter público en determinados sectores (monedas, armas, tabaco, etc.) En el campo era frecuente el llamado «putting out system», o trabajo a domicilio de hilados y tejidos controlado por un representante urbano. El sistema gremial decaerá definitivamente y se dará paso a la libertad de producción. La producción comenzó a crecer, especialmente, en el campo, en el que comenzaron a aplicarse una serie de mejoras (arado de vertedera, rotación trienal, abonos, etc.) que trajo como consecuencia principal una mejora en la alimentación de la población lo que , a su vez, se trtdujo en un incremento demográfico continuo y mantenido en el tiempo. 

La industria, hasta entonces artesana, pasó a basarse en el uso intensivo de maquinaria movida por fuentes de energía mucho más potentes que la fuerza animal o la del agua: el telar mecánico, movido por la máquina de vapor, sustituyó a los telares manuales, incrementando la productividad de la industria textil. Pronto surgieron máquinas-herramienta para otras tareas. Los altos hornos, alimentados con carbón mineral, y la técnica del pudelado, permitieron obtener el hierro forjado y luego el acero, dando lugar a la siderurgia moderna. La locomotora, impulsada por vapor sobre raíles de hierro, revolucionó el transporte terrestre, permitiendo transportar cargas antes nunca imaginadas a velocidades insospechadas. El vapor se aplicó también al transporte marítimo, liberándolo de la dependencia del viento. Esta primera revolución industrial dio lugar a paisajes característicos, en los que se localizaban las industrias en las minas de carbón y hierro, en las estaciones de ferrocarril y los grandes puertos. A los territorios afectados por esta primera industrialización se les denominó paisajes negros por el color del carbón y por el humo. A partir del segundo tercio del siglo XIX la revolución industrial se extendió de Inglaterra al continente europeo, a Norteamérica y a Japón, convirtiéndose en los espacios centrales de la economía. 

Figura 04 b. Primera revolución industrial. Industria siderúrgica Figura 04 c. Revolución en los transportes: el ferrocarril


A finales del siglo XIX se produjo otra acumulación de innovaciones tecnológicas, que dio origen a la segunda revolución industrial: la corriente alterna permitió el uso de la electricidad como fuente de energía; el motor de explosión, alimentado por combustibles derivados del petróleo y combinado con el neumático, revolucionó los transportes terrestres, potenció la mecanización de la actividad agraria y sentó las bases del transporte aéreo. La adaptación de la maquinaria industrial a las nuevas fuentes de energía trajo consigo el desarrollo de la ingeniería electromecánica; la obtención de derivados del petróleo, por su parte, dio un notable impulso a la industria química. También se produjeron importantes avances en ciencia y tecnología (comunicaciones, cinematografía, medicina, etc.). Se generaron nuevas formas de organización de la actividad industrial a base de grandes empresas (holdings, carteles, trusts) y producción en cadena (fordismo), lo cual fue posible gracias a la concentración del capital financiero en grandes bancos. Se produjo, también, un proceso de internacionalización de la economía, con un comercio cada más importante de materias primas (desde las colonias de África y Asia) y productos elaborados. El centro de la producción industrial se trasladará a otros países como EEUU, Alemania o Japón.

Estos cambios contribuyeron a transformar la estructura económica tradicional en los países más industrializados: se produjo un trasvase sustancial de trabajadores de la agricultura, que se mecanizó, a la industria, que pasó a ser el primer sector económico, tanto en empleo como en producción: se culminó el tránsito de la sociedad preindustrial a la industrial.

Figura 04 d. Sistema fordista o de producción en cadena. Figura 04 e. TA. Edison y la lámpara incandescente.

b) Hacia la sociedad postindustrial.

Al terminar la Segunda Guerra Mundial se produjo otra ola de avances tecnológicos, que impulsaron la tercera revolución industrial. La innovación clave fue la electrónica, base de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, como la televisión o el ordenador. A esto se añade la producción de nuevos materiales que entre otros dieron lugar al auge de la industria aeronáutica y aeroespacial. Su aplicación a la construcción de nueva maquinaria permitió automatizar gran parte de la producción industrial. La automatización de los procesos productivos ha hecho que el número de trabajadores industriales se reduzca, produciéndose su trasvase hacia los servicios, que actualmente emplean a la mayoría de la población de los países desarrollados. Se ha pasado a una sociedad postindustrial, en la que la industria sigue jugando un papel destacado, especialmente, en los países en vías de desarrollo que acogen la industria más contaminante "expulsada" de los países desarrollados. En estos, se potencia la industria de alta tecnología, la agroalimentaria, y la de alto valor añadido, apoyándose en fuentes de energía alternativas a los combustibles fósiles, menos contaminantes pero aún por desarrollar.

Figura 04 f. III Rev. Industrial. Nuevas formas de producción: robotización. Figura 04 g. III Rev. Industrial. Nuevas fuentes de energía

Uno de los rasgos más significativos del proceso de industrialización es el desigual reparto a escala global de este proceso. Así, podems hablar de varios tipos de países según su grado de industrialización:

a) Hay países que no han experimentado el proceso de industrialización ni siquiera de forma incipiente. Es el caso de una buena parte de África, donde la agricultura es el sector económico que más aporta al Producto Interior Bruto (PIB), mientras que la industria manufacturera apenas tiene importancia: ejemplo, Sierra Leona, donde en 2020 aquella generaba el 60% del PIB y ésta el 2%. Situación similar es la de los países en que la agricultura tiene poca importancia y apenas hay industria manufacturera, pero donde la extracción de minerales y fuentes de energía tiene un peso notable; a este grupo pertenecen muchos países de Oriente Medio y África, como, por ejemplo, Angola, donde la agricultura aporta un 9% del PIB, las manufacturas un 7% y el sector extractivo, por el petróleo, el 39%.

b) En otros países la industria ha crecido con rapidez en las últimas décadas, a la vez que disminuía la importancia relativa de la agricultura. En esta situación se encuentran varios países de Latinoamérica y el sureste asiático, de los que China constituye el mejor ejemplo, con el 35% de su PIB aportado por la industria manufacturera.

c) Los países de Norteamérica, Europa y Asia oriental han completado el proceso y son sociedades postindustriales, con presencia de abundantes industrias punta, pero con una importante terciarización de su economía; en el caso de España el sector servicios aporta el 68% del PIB (INE, datos de 2020). En otros países este sector genera altos porcentajes del PIB, sin que se hayan industrializado previamente; se trata sobre todo de países cuya economía se centra en el sector servicios, como Luxemburgo, donde la aportación del sector terciario supera al 80% del PIB.

En la actualidad la primera potencia industrial es China, que genera casi la cuarta parte del Valor Añadido Bruto (VAB) industrial mundial. En la región de Asia oriental se localizan otros cuatro gigantes: Japón, que comenzó a industrializarse a mediados del siglo XIX, es la tercera potencia mundial; la quinta, Corea del Sur, creció rápidamente en la segunda mitad del siglo XX; Indonesia y Tailandia lo han hecho más recientemente. Destaca por tanto Asia en cuanto a la presencia industrial, donde sobresale China que ha reorientado su política hacia un sistema mixto público-privado, que le ha permitido desarrollar enormemente su industria, hasta el punto de que a menudo se la denomina “la fábrica del mundo”.

Norteamérica y la Unión Europea, que en los siglos XIX y XX dominaron la producción, generan conjuntamente la tercera parte del VAB de la industria manufacturera mundial. Estados Unidos sigue siendo una gran potencia, a pesar de haber perdido el primer puesto frente a China. En Europa destaca claramente Alemania.

Entre América Latina y el conjunto que forman la Europa no comunitaria y el Asia central se genera poco más del 15% del VAB de la industria manufacturera mundial. En la primera destacan dos potencias emergentes, México y Brasil, cuyas manufacturas se han desarrollado con fuerza en las últimas décadas. En el segundo grupo juega un papel destacado Rusia. África es el continente donde menos importancia tiene la industria manufactura, y del Asia meridional y sudoccidental destaca la India que es actualmente la sexta potencia.

Figura 04 h. Valor Añadido Bruto de la industria manufacturera 2019. Fuente: Alonso Loroño, P. y otros (2022). pag. 221.

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