
7.2 Población y medio ambiente

La relación entre la población y medio ambiente ha sido una cuestión largamente estudiada a lo largo de la historia. El continuo crecimiento de la población, especialmente intenso desde el inicio de la Revolución Industrial, ha sido la causa por la que numerosos científicos teorizan sobre los efectos de la población en el medio ambiente en general y en los recursos naturales en particular.
Por lo tanto, creemos necesario antes de proseguir en nuestra exposición, presentar, grosso modo, como han sido tratados los dos conceptos básicos con los que trabajamos: la población y el medio ambiente.
La idea dominante de la mayor parte de los estudios es que el aumento de la población ejerce una presión creciente sobre el medio ambiente, por la necesidad, también creciente, de abastecerse de las materias primas necesarias para su propia supervivencia. De esta manera, el crecimiento de la población provoca una mayor presión sobre el suelo por el mayor requerimiento de tierras de cultivo y por la competencia existente entre las diferentes actividades económicas, el agotamiento de ciertos recursos minerales y fósiles por las mayores necesidades energéticas.
Por otro lado, hay cierta controversia a la hora de definir el concepto de medio ambiente. Sintéticamente, podemos establecer tres posibles definiciones de medio ambiente:
- Física / natural. El medio ambiente es entendido como las características de los paisajes (el clima, los suelos, la geología...) que no han sido modificadas por el impacto humano.
- Geográfica. Tiene en cuenta cambios producidos por el hombre, acostumbrándose a distinguir entre paisaje habitado / inhabitado, urbano / rural...
- Ecológica. Son las condiciones externas o ambientales en las que viven los animales y las plantas.
En la mayoría de los estudios realizados, la visión del medio ambiente se ve restringida al concepto de recurso ambiental. A pesar de la disparidad de sus definiciones, la más consensuada entre los autores es la realizada por las Naciones Unidas, por la que los recursos naturales son «todos aquellos productos de la naturaleza que tienen una utilidad para la humanidad».
Esta definición, si bien es excesivamente general, contiene tres ideas básicas que se repiten en la mayoría de las definiciones:
- el hecho de que son parte o se obtienen a partir de un sistema natural,
- que satisfacen necesidades y
- que enfatizan el carácter pasivo de la disponibilidad de los recursos naturales, ignorando el proceso activo de apropiación y transformación de los recursos a través de la aplicación del conocimiento científico-técnico. De esta manera, por tanto, su consideración como tales puede variar a lo largo del tiempo y del espacio.
Así, no se puede considerar los recursos como un stock, ya que su valor depende de las necesidades y de la situación tecnológica de cada momento más que del recurso en sí mismo. De hecho, lo que se da es un flujo de recursos regulado por la dinámica de los fenómenos naturales y por la dinámica del sistema social, su capacidad de «crear» nuevos recursos que sustituyan a otros ya obsoletos.
Hay que diferenciar, igualmente, entre los conceptos de recurso y reserva, ya que este último hace referencia únicamente a los depósitos conocidos, que pueden ser explotados con las tecnologías disponibles a precios corrientes, mientras que, como hemos visto, los recursos es un concepto bastante más amplio. Por otra parte, la división entre renovables y no renovables es empleada a menudo a pesar de su cierta ambigüedad, ya que no se tratan de dos categorías plenamente excluyentes la una de la otra.
Finalmente, las variables usadas para medir la degradación ambiental incluyen tanto medidas cuantitativas (la polución, la pérdida de suelo ...) como cualitativas (la percepción de la población).
Otro aspecto a destacar en los estudios sobre población y medio ambiente es la bidireccionalidad de las relaciones que se establecen entre estas dos conceptos. Así, una primera perspectiva es la que estudia la población como agente receptor de los cambios medioambientales, es decir, como la degradación del medio, los desastres naturales, etc. tienen consecuencias sobre la población, independientemente de que ésta pueda haber actuado, previamente, y de forma directa o indirecta, como agente causante de estos cambios. Mientras esta primera perspectiva ha sido desarrollada principalmente en los estudios centrados en los países del Tercer Mundo, los trabajos referentes a los países occidentales, por el contrario, la perspectiva dominante es la que considera la población (sus actividades económicas, la explotación y el consumo de recursos naturales ...) como agente causante de la degradación ambiental.
Hay que hacer a un problema muy importante a la hora de tratar con este tema: la disponibilidad de los datos y su nivel de presentación. a menudo los datos ambientales no están referenciados territorialmente, lo que hace muy difícil relacionarlos con la población.
De manera resumida, podemos establecer dos propuestas científicas antagónicas sobre la relación entre población y medio ambiente.
1. Malthusianismo y neomalthusianismo:

La idea actualizada del pensamiento de Malthus es que el crecimiento de la población es la causa de la mayor parte de los problemas medioambientales actuales del planeta: el agotamiento de los recursos, la malnutrición, el incremento de la contaminación, la deforestación y la desertificación. Esta idea es defendida por Paul Ehrlich, autor del libro La Bomba Demográfica (1968). En él se plantea la fórmula E = PAT, según la cual el impacto ambiental (E) es el producto de la combinación del tamaño de la población (P), el nivel de riqueza o consumo per cápita (A), medida por el producto per cápita o por el nivel de consumo, y el nivel de tecnología o eficiencia de la producción (T). La fórmula, por tanto, relaciona los efectos independientes del tamaño de la población, el consumo y la tecnología como los principales determinantes del impacto ambiental.
Una crítica a esta teoría se puede leer en este enlace.
Esta teoría ha sido defendida por numerosos autores y organizaciones internacionales. La solución que defienden todos ellos para reducir el impacto ambiental es el freno de la expansión demográfica hasta ponerla a cero, para reducir la presión que el crecimiento demográfico ejerce sobre los recursos naturales y sus efectos más concretos como la contaminación, la deforestación ... Algunos autores, incluso, van más allá y proclaman la bondad del crecimiento cero aplicado a la economía, alcanzable mediante un posible freno en el progreso científico y tecnológico.
2. Teorías antimalthusianistas:
Estas propuestas hunden sus raíces en la crítica que el economista inglés David Ricardo hizo a Malthus en el siglo XIX. Según este autor, la primera dificultad para el desarrollo no es el aumento de la población, sino la distribución de los recursos, de los que depende su valor. Así, los límites del desarrollo son, para Ricardo, más amplios que los de Malthus, y pueden ser regulados por una gestión adecuada del mercado regulada por las leyes. Esta teoría ha dado lugar, frente al pesimismo de Malthus, a un excesivo «optimismo tecnológico» que supone que la inventiva humana es ilimitada, capaz de superar cualquier dificultad.
Podemos sintetizar las conclusiones este debate científico, de la siguiente manera:
- La perspectiva demográfica se ve reducida, en la mayoría de los casos, al crecimiento absoluto de la población, sin estudiar cada una de las variables (fecundidad, mortalidad, migraciones, estructura por sexo y edad ...) que lo determinan y cómo éstas se relacionan con el medio ambiente.
- La interrelación entre la población y el medio ambiente no puede ser entendida sin el estudio de unas variables intermedias (las actividades económicas principalmente pero también otros factores como las pautas de consumo o las necesidades de movilidad) que determinan la magnitud y el alcance los impactos.
- Los efectos de la presión demográfica sobre el medio ambiente presentan una variación territorial muy grande, en función de las condiciones sociales, culturales, demográficas, económicas y naturales de cada una de las regiones. Así, las generalizaciones sobre las interrelaciones entre la población, la tecnología, el estilo de vida y el medio ambiente son difíciles de hacer debido a las desigualdades en el desarrollo. De esta manera, toman especial importancia factores como la pobreza, la equidad entre géneros, los niveles de consumo per cápita, la accesibilidad a los recursos, la tecnología.
- Los recursos son finitos pero abundantes y, en muchos casos, sustituibles por nuevas fuentes. El problema actual no es el agotamiento sino el abuso.
- La sobrepoblación no es un estado absoluto sino relativo a las expectativas, los estilos de vida, las tecnologías y las necesidades creadas artificialmente, así como también al medio ambiente.
- La presión demográfica, el sobreconsumo, la degradación del suelo, la deforestación, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación de las aguas ... ha obligado a poner en práctica medidas, políticas pero también científicas, para reducir al máximo su impacto.
Una alternativa a las propuestas dominantes es la del desarrollo sostenible. Este concepto fue formulado por primera vez en el documento «Nuestro futuro común», elaborado en 1987 por una comisión presidida por la que fue Primera Ministra de Noruega Gro Harlem Brundtland por encargo de las Naciones Unidas.
El documento, que también se conoce con el nombre de Informe Brundtland, define el desarrollo sostenible como "aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades».
Esta idea implica vivir dentro de la capacidad de carga (umbral poblacional a partir del cual las relaciones con el medio ambiente se convierten en insostenibles) de los ecosistemas, de manera que los recursos renovables no se utilicen a un ritmo superior al de su generación, no se emita una cantidad de polución mayor que la que los sistemas naturales son capaces de absorber o neutralizar.

El concepto de desarrollo sostenible toma una extraordinaria difusión en 1992 con la «Cumbre de la Tierra» (la Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo celebrada en Río de Janeiro en junio de 1992). Entre los documentos que se aprobaron, destaca la llamada «Agenda 21: La Alianza Global para el Medio Ambiente y el Desarrollo», que constituye un plan de acción para la primera parte del siglo XXI y es la base para a una nueva alianza global para el desarrollo sostenible y la protección ambiental.
Se trata de un documento extenso, de cuarenta capítulos, en forma de programa de actuación que fundamenta el desarrollo sostenible en tres aspectos básicos: el social, el económico y el ambiental. Sus acciones prioritarias son, entre otros, el fomento del crecimiento con criterios sostenibles, la lucha contra la pobreza, la compatibilización de la dinámica demográfica y la sostenibilidad, la utilización eficiente de los recursos (el mundo fértil), la gestión de productos químicos y de residuos y la participación y responsabilidad de las personas.
En su capítulo 28, la Agenda 21 insta a los poderes locales a ejercer su responsabilidad ya iniciar un proceso de diálogo abierto y participativo con sus ciudadanos, organizaciones y entidades para adoptar un plan de actuación ambiental y de desarrollo especialmente aplicado a los problemas, las oportunidades y los valores locales, y dirigido a que los municipios sean más sostenibles, más habitables y más justos..
La implementación práctica de esta idea se produce con la aprobación de la llamada «Carta de Aalborg», firmada por los municipios participantes en la Conferencia Europea sobre Ciudades Sostenibles, reunidos en Aalborg (Dinamarca) el mes de mayo de 1994, por los que los municipios europeos se comprometen a adoptar estrategias locales ya hacer de la sostenibilidad uno de los ejes fundamentales de su actuación. El compromiso de los signatarios de la Carta de Aalborg (entre los que hay más de 150 municipios catalanes) consiste en desarrollar procesos Agenda 21 a escala local siguiendo los principios que establece el propio documento.
Aunque la mayoría de los documentos legales en materia de medio ambiente consultados no contemplan las variables demográficas como uno de los factores importantes a tener en cuenta a la hora de la implementación práctica de políticas medioambientales, hemos podido localizar un interesante documento que contiene una serie de reflexiones al respecto a pesar de centrarse en el caso de Estados Unidos. En concreto, se trata del estudio, breve pero completo, de las variables demográficas a considerar a la hora de emprender cualquier política y que, concretamente, son: el tamaño de las poblaciones y su distribución, la estructura por edades (con especial interés por el envejecimiento), la composición étnica de las sociedades, el status económico, las migraciones y la composición de los hogares.
En concreto, la idea básica de las políticas medioambientales con perspectiva demográfica deberían ir dirigidas, en primer lugar, a estudiar si las evoluciones temporales de algunas variables significativas desde el punto de vista del medio ambiente, como por ejemplo el consumo de energía, las emisiones de gases contaminantes y de efecto invernadero o el reciclaje, responden también a cambios en el tamaño, distribución y composición de las poblaciones, los comportamientos diferenciales de los individuos en función de su situación socioeconómica, etc., y, en segundo , a analizar si las diferencias territoriales (interregionales, interestatales) responden a un complejo de causas, entre las que figurarían las variables demográficas mencionadas.

Para finalizar este capítulo, debemos referirnos a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, como una de las últimas propuestas que se han planteado sobre esta cuestión. En 2015, la ONU aprobó la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible, que venía a sustituir a la Agencia 21,. En esa Agenda se introducían los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, que incluyen desde la eliminación de la pobreza hasta el combate al cambio climático, la educación, la igualdad de la mujer, la defensa del medio ambiente o el diseño de nuestras ciudades.
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