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7.1 Población y desarrollo. Una perspectiva regional

Imagen: https://economiadigital.lacerca.com/noticias/economia_digital/paises-desarrollados-realmente-les-interesa-llamados-tercer-mundo-187614-1.html

La relación entre crecimiento demográfico y desarrollo económico no es tan claro como se ha podido pensar. En principio podría parecer que sí. Países como China o India han aumentado enormemente su población a la vez que las tasas de crecimiento de sus respectivas economías se han disparado, superando, en algunos momentos, el 10% de crecimiento anual. 

Es posible que al aumentar la población de un país concreto durante un periodo de tiempo mas o menos continuo, esto tenga como consecuencia que su situación económica mejore. Esta era la postura mantenida por muchos de los economistas clásicos, como Adam Smith. Los clásicos basaban su opinión en que para crecer sólo se necesitaba aumentar alguno de los factores productivos: recursos naturales, trabajo o capital. Por tanto, al aumentar la población, aumentaría el factor trabajo y, con ello, la producción de bienes y servicios. Estos economistas también defendían que el crecimiento demográfico era en sí mismo un estímulo para utilizar técnicas de producción mucho más productivas y eficientes. Así, si la población crece, las empresas se vuelven mucho más eficientes en sus métodos productivos, lo que repercute en que la cantidad de bienes y servicios que produzcan crezca, y esto, evidentemente, se traduce en crecimiento económico.

Frente a este argumento, hay otros científicos que piensan que el crecimiento de la población y el crecimiento demográfico no están relacionados de ninguna manera, sino que son otros los factores que dan lugar a que las economías crezcan. Para estos economistas, el crecimiento económico depende de otros factores como la tecnología, la inversión en formación profesional y educación, la inversión en capital, etc, de forma que son estas variables y no el crecimiento demográfico en sí las que provocan que aumente la producción de bienes y servicios. Según este argumentario podría incluso darse el caso contrario, esto es, que el crecimiento demográfico se convierta en un problema en sí mismo para el desarrollo. Como ejemplo, los países del Tercer Mundo con altísimas tasas de natalidad y cuyas economías se encuentra en recesión o bien creciendo a tasas muy reducidas.

Por último, nos encontramos con un tercer grupo de pensadores que, siguiendo las ideas de Thomas Malthus, pastor anglicano y profesor de economía, cuya obra principal fue el Ensayo sobre el principio de la población (1798), en la que teorizaba sobre la relación entre población y economía y pronosticaba hambrunas, guerras y epidemias por las que disminuiría la población mundial; sobre todo, la perteneciente a los grupos más desfavorecidos, lo que desembocaría en una economía de subsistencia, o incluso a la extinción de la especie humana, a no ser que las personas con menos recursos tuvieran menos hijos.

La economía malthusiana desarrolló una teoría muy conocida según la cual la población mundial crece en progresión geométrica, es decir, se duplica cada 30 o 40 años, a menos que se vea afectada por una hambruna, mientras que los alimentos lo hacen en progresión aritmética. Para Malthus, el crecimiento económico debería ser mayor que el crecimiento de la población, ya que este era el origen de todos los problemas económicos. Sus ideas tuvieron un gran auge en su momento. Sin embargo, el paso de los siglos ha demostrado que sus predicciones no eran ciertas. De hecho, resulta que en los países más pobres las familias tienen más hijos que en los países más ricos, y la industrialización y la mejora de la agricultura han elevado la producción de alimentos, evitando las catástrofes de las que hablaba. Los seguidores de estas teorías, los denominados, neomalthusianos, abogan por un control, de la natalidad como forma de evitar el colapso económico y demográfico que suponen las altas cifras de crecimiento demográfico.

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