La población no se encuentra distribuida de forma uniforme en el territorio sino que se concentra más en unas zonas que en otras. Ello es debido a múltiples factores, tanto físicos (relieve, clima, fertilidad de la tierra, etc.) como humanos (oportunidades económicas, existencia de comunicaciones y de servicios, etc). Por ejemplo, las zonas con clima más frío y seco de la Meseta, así como las abruptas áreas de los Pirineos o de la Cordillera Cantábrica, han condicionado que la población evite vivir en estas zonas: mientras que las zonas litorales, con una rica agricultura de regadío, las fértiles campiñas, las áreas industriales o las zonas turísticas han atraído a la población.
La distribución territorial de la población se expresa a través de la densidad de población, que relaciona la población con la extensión del territorio que ocupa. Por debajo de 50 hab./km² se considera baja, entre 50 y 100 media y por encima de 100 alta.
4.1. Evolución histórica de la densidad de población
La distribución espacial de la población española no ha sido siempre igual a lo largo de su historia. Por ejemplo, en época romana la población tendió a concentrarse en las zonas mediterráneas y en la Bética, más romanizada y con mejores comunicaciones con Roma. Posteriormente, la importancia que en al-Andalus adquirieron el mundo urbano y el comercio hizo que las zonas más pobladas fuesen los valles de los grandes ríos y las zonas agrícolas y costeras.
En la España medieval cristiana, la importancia de la agricultura cerealista y la ganadería trashumante castellana otorgaron una supremacía demográfica al interior. También comenzaron a destacar la franja costera cantábrica, por sus relaciones comerciales con Europa, y la costa mediterránea, por el comercio a través de este mar. El predominio poblacional del interior continuó durante buena parte de la Edad Moderna, adquiriendo un creciente protago nismo el occidente andaluz debido a la importancia del comercio americano.
La crisis del siglo XVII, que afectó con especial dureza al interior peninsular originó un importante cambio de tendencia. Así, desde el siglo XVIII la población tendió a concentrarse en las regiones costeras mientras que el interior comenzó a despoblarse, debido a su prolongado estancamiento económico. Esta tendencia se acentuó en el siglo XIX con la aparición de los primeros focos industriales en los territorios periféricos (Cataluña, País Vasco, Asturias) y con la alta natalidad de las regiones del sur y Galicia. En el interior, solo el núcleo de Madrid siguió creciendo, debido a su condición de capital del país.
El siglo XX supuso la consolidación de esta tendencia configurándose, en líneas generales, dos grandes zonas:
Las zonas costeras, incluidas las islas, con elevadas densidades y relevante crecimiento demográfico, favorecidas por una economía dinámica y diversificada.
El interior, poco poblado y con escaso crecimiento, incluso con áreas casi deshabitadas -provincias de Teruel, Soria...-, donde sólo destacan algunos núcleos como Madrid y su área metropolitana, Zaragoza o Valladolid.
Más recientemente, con la crisis de 1975 y la incorporación de España al ciclo demográfico moderno, se sumaron al estancamiento demográfico las comunidades autónomas del área cantábrica y Galicia, debido al envejecimiento de su población y a su crisis industrial. Por el contrario, las comunidades mediterráneas, Andalucía, Madrid y Canarias continuaron creciendo, bien por el impulso de la industria o de los servicios -sobre todo el turismo-, bien porque tenían una población más joven y tasas de natalidad más elevadas.
4.2. Distribución actual de la población española
El mapa que refleja la distribución actual de la población española comenzó a gestarse en la segunda mitad del siglo XIX -tal como hemos indicado en el apartado anterior-, momento en el que se iniciaron los desequilibrios demográficos que se observan hoy en nuestro país. Lo que ha cambiado en relación con la situación de entonces es la mayor intensidad con la que se presentan ahora estos contrastes.
En las últimas décadas se ha mantenido este contraste, pues actualmente la población se concentra mayoritariamente en las zonas periféricas y territorios insulares, frente al interior peninsular escasamente poblado donde existen incluso algunas zonas con acusada despoblación. Concretamente cuatro comunidades autónomas concentran la mitad de la población española: Andalucía, Cataluña, Madrid y Comunidad Valenciana. Paralelamente, han ido perdiendo peso demográfico los municipios menores de 10.000 habitantes, frente a las grandes ciudades y las de tamaño medio, como consecuencia del paulatino proceso de urbanización de la población.
En relación con los valores de densidad observados en otros países europeos, España se ha caracterizado tradicionalmente por tener uno de los más bajos del continente. España cerró el año 2021 con 47,42 millones de habitantes, siendo el cuarto estado más poblado de la Unión Europea, tras la salida del Reino Unido. Pero su densidad media es de 93,8 habitantes/km², lo que indica que está poco poblado en comparación con otros países de la UE como Holanda (507,3 hab./km²), Bélgica (377,3 hab./km²), Alemania (235,2 hab./km²) o Italia (201,5 hab./km²), considerando únicamente aquellos entre los más representativos económicamente. Actualmente, sólo diez países de la UE -Bulgaria, Irlanda, Croacia, Rumanía, Grecia, Lituania, Letonia, Estonia, Suecia y Finlandia- tienen una densidad inferior a la española.
4.2.1. El peso demográfico en las comunidades autónomas
El reparto de la población por comunidades autónomas ofrece desigualdades palpables entre las comunidades autónomas, las provincias y los municipios. Podemos sintetizarlas en los siguientes resultados:
Por población absoluta, las comunidades autónomas más pobladas en 2022 eran Andalucía con 8,50 millones de habitantes, Cataluña (7,79 millones), Madrid (6,75 millones) y Comunidad Valenciana (5,09 millones); las menos pobladas eran La Rioja (319.892 habitantes), Cantabria (588.656) y Navarra (664.117). Tampoco alcanzaban los dos millones de habitantes Extremadura, Asturias, Islas Baleares, Aragón ni Murcia; en una posición intermedia, con más de 2 millones de habitantes se encontraban Castilla-La Mancha, Canarias, País Vasco, Castilla y León y Galicia.
Si utilizamos los valores de densidad de población, los resultados cambian. Según los datos de 2022, las seis comunidades con valores más altos son Comunidad de Madrid (841,15 hab/km2), País Vasco (302,13), Canarias (301’39), Islas Baleares (244,27), Cataluña (238,84), y Comunidad Valenciana (216,98), que presentan cifras superiores a los 200 hab/km2; a éstas las siguen, en un escalón inferior, Cantabria y Región de Murcia, con datos entre 150 hab/km2 y 100 hab/km2. Por encima de la media nacional (93,67hab/km2), pero sin superar la cota de los 100 hab/km2, se encuentran las comunidades de Andalucía (97’05) y Principado de Asturias (95’53) y levemente por debajo, Galicia (91,19); en el polo opuesto están las comunidades autónomas con valores que no superan los 50 hab/km2, como Aragón (27’9), Castilla-La Mancha (25’79) y Extremadura (25’41) y Castilla-León (25’34).
La localización de estos valores sobre el mapa refleja, pues, el intenso poblamiento existente en el litoral mediterráneo y cantábrico y el enorme vacío demográfico del interior peninsular, con la excepción de la Comunidad de Madrid.
Wikipedia. Densidad de población por municipios y provincias. INE, 2018
4.2.2. Las desigualdades provinciales
A nivel provincial la distribución de la densidad de población ofrece una visión más matizada, al ser la provincia una unidad territorial más pequeña; en cualquier caso, corrobora la idea principal ya expuesta. Si exceptuamos a las Ciudades Autónomas de Ceuta (4107,35 hab/km2) y Melilla (6900,83 hab/km2), con valores excepcionalmente altos, los valores de densidad de población a 1 de julio 2021, a nivel provincial, oscilan entre un mínimo de 8’69 hab/km2 (Soria) y un máximo de 850,15 hab/km2 (Madrid).
La mayor densidad de poblaciòn se concentran en diecinueve las provincias con datos superiores a 100 hab/km2; se localizan todas ellas en el litoral peninsular salvo Madrid y Sevilla. Tienen los valores más altos Madrid, Barcelona, Vizcaya, Guipúzcoa, Alicante, Santa Cruz de Tenerife, Las Palmas, Valencia, Islas Baleares, Valencia y Málaga.
La menor densidad de población se halla en veinte provincias que no superan los 50 hab/km2; se corresponden mayoritariamente con las regiones de Extremadura, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Aragón, interior de Galicia, Cataluña y Andalucía. En lo más bajo de la tabla aparecen las provincias de Soria (8’69), Teruel (9), Cuenca (11’61), Huesca (14,24), Zamora (18’4), Cáceres (19,4), Palencia (19,52 y Ávila que no alcanzan los 20 hab/km2.
En síntesis, el rasgo que mejor define la distribución de la población española es la oposición entre un interior semivacío y un litoral denso y poblado, si bien es verdad que tanto en el interior como en el litoral existen áreas que rompen con la norma general, como son los casos de Madrid y Sevilla en el interior, o de Huelva y Almería en el litoral.
4.2.3. Las desigualdades entre municipios
Uno de los rasgos más destacados de los cambios demográficos producidos en España en las últimas décadas ha sido la pérdida de importancia del peso demográfico de los municipios de menos de 10.000 habitantes, frente a la significación que han ido adquiriendo las ciudades grandes y medias. Este proceso ha motivado, por un lado, que la población esté cada vez más concentrada en el espacio y, por otro, que sea una población con un carácter más urbano.
En 1970 los municipios menores de 10.000 habitantes representaban el 94,3% del total y en ellos se concentraba el 33,5% de la población. Actualmente, con datos de 2020, los municipios con tamaño igual o inferior a 10.000 habitantes son 7.372, representando el 90,67%, frente a los municipios mayores de 10.000 habitantes que significan el 9,33% del total (8.131), con un 79,90% de la población. Otro datos resulta revelador: los municipios con menos o igual a 1.000 habitantes representan ahora el 61,55% del total, agrupando sólo al 3% de la población española; así, se puede hablar de minifundismo municipal, lo que ocasiona muchos inconvenientes para el mantenimiento de unos servicios públicos esenciales. No es de extrañar que entre 1970 y 2012 han desaparecido, por tanto, un total de 771 municipios, circunstancia que contrasta con el leve incremento del número de municipios en las última décadas, mediante la emancipación de entidades locales menores de otros núcleos de mayor entidad.
El conjunto de los municipios que no superan los 10.000 habitantes ocupa más de las cuatro quintas partes de la superficie nacional aunque reúne sólo una cuarta parte de la población; la densidad de ese 80% del territorio es de 23, hab/km2. En el extremo opuesto, también supone un claro exponente de la concentración espacial el que las ciudades de más de 100.000 habitantes agrupen al 39,7% de la población nacional en una extensión inferior al 3% del territorio.
4.3. Factores explicativos de la distribución poblacional
En definitiva, las comunidades autónomas de Andalucía, Cataluña, Madrid y Comunidad Valenciana representan el 30% del territorio nacional pero acogen el 59% de la población, mientras que las de Aragón, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura y Galicia representan el 58% del territorio pero solo representan el 21% de la población.
El menor peso demográfico del interior se traduce también en los contrastes de sus áreas rurales, muy despobladas, con sus capitales provinciales y áreas metropolitanas -Madrid, Zaragoza, Valladolid- que concentran la mayor parte de su población. En el extremo opuesto, las áreas periféricas e islas concentran las mayores densidades, aunque sin presentar un carácter uniforme. Algunas áreas litorales, como las provincias de Barcelona, Valencia y Alicante, presentan una mayor concentración demográfica en comparación con otras, como Almería o Castellón, con efectivos más escasos.
Este contraste centro-periferia se aprecia igualmente por provincias: sólo tres de las veintidós provincias menos pobladas tienen acceso al mar -Lugo, Huelva y Santander-, mientras que salvo Madrid, Sevilla y Zaragoza, las diecisiete más pobladas tienen costa. Por lo que podríamos afirmar que las zonas de costa atraen más población, debido a la benignidad del clima y al turismo.
Las causas que explican este mapa actual de distribución de la población son muy variadas. Las más importantes son de naturaleza geográfica, demográfica y socioeconómica.
Los factores geográficos que representan un mayor obstáculo para el asentamiento de la población son el clima y la altitud. Un clima de condiciones extremas, como el del interior de la Península, no favorece la habitabilidad ni el desarrollo de actividades económicas. La altitud y la irregularidad topográfica representan también un desafío para la ocupación humana. Por ello, aunque los factores geográficos no determinan la relación del ser humano con su espacio, sí son condiciones que se deben tener en cuenta a la hora de explicar un gran número de fenómenos (desarrollo agrícola, comunicaciones, etc.); así, la gran mayoría de las provincias con bajas densidades son las que presentan unos climas más continentalizados o están ocupadas en una gran parte por sistemas montañosos.
Los factores demográficos son fundamentalmente la dinámica natural y la estructura de las diferentes poblaciones. Este es un factor que está ayudando a consolidar la oposición interior-periferia, pues, como veremos, las poblaciones del interior son las que presentan un menor crecimiento natural y una estructura de población más envejecida, frente a un litoral expansivo apoyado en una población joven.
Finalmente, los factores socioeconómicos son hechos o situaciones de naturaleza social o económica que atraen a la población hacia determinadas zonas geográficas o la repelen de otras. En este orden, el factor básico de las desigualdades ha sido la emigración: ésta ha actuado como el auténtico motor impulsor de la redistribución de la población. Las corrientes migratorias internas se han originado por la concentración de las actividades económicas más productivas (industria, turismo, servicios) en unas pocas áreas (Madrid, Cataluña, Valencia...) y la reconversión del sector agrario (Almería, Murcia).