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4. Paisajes agrarios

Definimos los paisajes agrarios como la morfología que presenta el espacio rural. Una paisaje agrario tiene un carácter integrador porque reúne el marco físico, la actividad humana y la organización social; por todo ello ofrece una visión geoecológica. Los paisajes agrarios resultan así de la combinación de factores físicos (relieve, clima, ...) y factores humanos (sociales y culturales) derivados de las actividades agrarias desarrolladas por el ser humano. Los elementos más visibles de un paisaje agrarios son las áreas productoras: el tipo de cobertura vegetal de las zonas cultivadas, el tamaño y el tipo de explotación, la presencia de ganadería, etc.; también, la fisonomía del hábitat humano y su disposición, y la presencia de las comunicaciones. Según se combinen los diversos factores físicos, sociales y culturales, los paisajes agrarios españoles se agrupan en cinco grandes tipos: paisaje atlántico, de interior, mediterráneo, de montaña y paisaje de Canarias.

4.1. Paisaje agrario atlántico

Comprende el norte y el noroeste de la península Ibérica, es decir, la España húmeda (Galicia y cornisa cantábrica (Principado de Asturias, Cantabria y País Vasco). Es una zona de relieve accidentado (coincide con el Macizo Galaico-Leonés y la Cordillera Cantábrica) y con un clima oceánico de temperaturas suaves y abundantes y regulares precipitaciones que favorecen el desarrollo de la vegetación natural. Por ello, la España atlántica es el dominio de los bosques caducifolios y de los prados, que son el soporte de unos paisajes agrarios basados en la especialización ganadera y forestal.

Paisaje agrario atlántico

La estructura agraria se caracteriza por los siguientes rasgos. Presenta una población tradicionalmente muy numerosa, a la que el campo no podía proporcionar ingresos suficientes, por lo que estuvo obligada a emigrar y hoy es una población escasa y envejecida. El poblamiento predominante es disperso intercalar, en aldeas, parroquias y pueblos. El sistema de propiedad es minifundista, explotada con régimen directo; los campesinos son propietarios de pequeñas parcelas cercadas (bocage) por setos naturales o vallas artificiales, alejadas entre sí, lo que disminuye su rentabilidad y dificulta la mecanización. Para corregirlo, se ha impulsado la concentración parcelaria, con escasos resultados. Por todo ello, los usos del suelo son principalmente ganaderos, aunque puede considerarse un sistema agrario mixto.

La agricultura ocupa una superficie poco extensa, caracterizada por su carácter subsidiario de la ganadería, además de cumplir una función de autoconsumo. En la zona costera, los campos se localizan en el fondo de los valles; en el interior, al ser estos más estrechos, el aprovechamiento agrario es muy reducido. Es una agricultura de secano, debido a la regularidad de las precipitaciones. En el pasado se practicaba el policultivo porque los campesinos vivían muy aislados y necesitaban autoabastecerse. Se cultivaban productos hortofrutícolas en pequeños huertos al lado de las casas para consumo familiar, así como maíz, patata, frutales y vid, esta última sobre todo en Galicia. En las tierras de peor calidad se sembraba cebada o centeno, y la economía familiar se completaba con la cría de ganado. Solo una parte de estos productos se vendía en el mercado. Este sistema tradicional se mantiene aún en algunas zonas del interior de Galicia. En la actualidad, el policultivo va desapareciendo y la agricultura se va especializando en cultivos de huerta y plantas forrajeras para el ganado (prados, alfalfa, trébol, maíz forrajero), en consonancia con el desarrollo de la ganadería vacuna semiestabulada.

Paisaje ganadero en Asturias
El Comercio

La ganadería es tradicionalmente la actividad económica más importante. Se ve favorecida por las condiciones climáticas que favorecen la abundancia de prados y pastos naturales, por la demanda urbana de leche y de carne, y por el éxodo rural. En Galicia sigue predominando la pequeña y mediana explotación familiar, a pesar de los esfuerzos recientes de modernización. En la fachada cantábrica, las explotaciones se han modernizado más en tamaño y equipamiento, aunque algunas tampoco son competitivas por falta de pastos y de tierra, por lo que se ha extendido la ganadería a tiempo parcial. Las perspectivas de futuro no eran muy buenas. Muchas explotaciones son todavía pequeñas y anticuadas y existe gran dependencia de las industrias lácteas. La pertenencia a la Unión Europea plantea, además, mayor competitividad comunitaria y el problema de los excedentes, que conllevaba la imposición de cuotas y la disminución de la producción, lo que a su vez dificultaba la modernización. Predomina el ganado bovino: el de aptitud cárnica, en régimen extensivo o semiextensivo, se orienta a la producción de terneros; y el de aptitud lechera, en régimen intensivo, a la producción de leche y derivados.

Plantación de eucaliptos en Galicia

La explotación forestal es otra actividad importante. Se destina a la industria del mueble o a la obtención de pasta de papel. En Galicia ocupa las áreas con mayores pendientes y más alejadas de las aldeas; en la fachada cantábrica desempeña un lugar destacado en la producción agraria. Hoy se encuentra en proceso de expansión, debido a la recuperación de aldeas abandonadas. Se explotan especies de frondosas caducifolias, como robles o hayas, pero con una mayor presencia de especies no autóctonas de rápido crecimiento, como el caso de los eucaliptos o el pino rodeno.

4.2. Paisaje agrario del interior peninsular

Comprende ambas mesetas (Castilla-La Mancha, Castilla y León) y la depresión del Ebro. El medio físico de esta zona tiene un relieve de elevada altitud media en la Meseta -páramos altos, colinas y campiñas- y un clima mediterráneo continentalizado, con altas temperaturas estivales, e inviernos fríos con riesgo de heladas en amplias zonas del norte. La falta de precipitaciones en casi todas estas zonas limita el tipo de agricultura y el crecimiento de los bosques

La estructura agraria se caracteriza por unos rasgos distintivos. Por un lado, la población ha emigrado en los últimos decenios, provocando despoblación y abandono de tierras en muchas áreas; por ello, el poblamiento está concentrado en pueblos, pequeños en los valles del Duero y del Ebro, y grandes y distanciados entre sí en la mitad sur peninsular. Por otro lado, el sistema de propiedad es variado: el minifundio domina en el valle del Duero (donde se ha visto atenuado por la emigración y la concentración parcelaria), y en los regadíos del Ebro. Las grandes propiedades son propias de Salamanca, Burgos, Castilla-La Mancha y de los secanos aragonés y extremeño. Y, por otro, los usos del suelo son variados. En las zonas de regadío, se está sustituyendo por propiedades extensas y tecnificadas, cuya producción se destina a la industria agroalimentaria.

Campos de trigo, viñas y olivos en La Mancha (Ciudad Real)

La agricultura ocupa el 44% de la superficie y presenta claras diferencias entre las áreas de secano y de regadío.  El secano domina en los páramos y campiñas meseteñas y en las áreas no regadas del valle del Ebro. Se dedica a cultivos extensivos protagonizados por la llamada “trilogía mediterránea”: los cereales, la vid y el olivo. En el pasado, los cereales, principalmente el trigo, cultivados en campos abiertos, rotaban con barbecho o con leguminosas y llevaban asociada una ganadería ovina que pastaba en los rastrojos. Además, los secanos estaban ocupados por cultivos leñosos, como la vid y el olivo, seguidos a considerable distancia por el almendro y por el algarrobo. Estos cultivos aparecían asociados entre sí o a otros aprovechamientos, o bien como monocultivo. En la actualidad, el trigo ha sido sustituido en gran parte por la cebada, que permite rotaciones más cortas y se destina prioritariamente a alimento del ganado.; y el barbecho completo se ha reemplazado por el medio barbecho, que utiliza el girasol como cultivo de descanso, o incluso ha desaparecido gracias al regadío, la fuerte mecanización, el empleo de semillas de calidad y al uso de abonos químicos. Esta tendencia chocaba con la reforma de la PAC, que, para acceder a las ayudas, obligaba al agricultor a dejar en barbecho, además de la superficie normal, otra adicional y ha reducido considerablemente las ayudas al girasol. Los cereales predominan en Castilla y León, mientras en Castilla-La Mancha, Aragón y Extremadura cobran también importancia el olivar y el viñedo. Este último destaca en La Rioja y Navarra, por su calidad y extensión.

A su vez, el regadío permite un aprovechamiento más intensivo. Tradicionalmente, el único espacio regado eran pequeñas extensiones en las vegas de los ríos y cerca de los pueblos, que producían sobre todo verduras y hortalizas para autoconsumo. En la actualidad ha aumentado el regadío gracias al uso del agua embalsada y subterránea, lo que ha permitido diversificar la producción: plantas industriales, como la remolacha azucarera, el lúpulo y el tabaco; forrajes para la alimentación del ganado, como la alfalfa o el maíz; y frutas y hortalizas, que son la base de una destacada industria conservera en las tierras riojanas, navarras y aragonesas del valle del Ebro.

La ganadería tiene importancia en ciertas zonas. En los secanos castellanos y de la depresión del Ebro predomina la ganadería ovina, que pasta en los rastrojos, y está mejorando mediante cruces con razas extranjeras; en muchas ocasiones, sigue aprovechando los prados de montaña (Meseta y Aragón). Además, en Castilla y León han crecido el vacuno estabulado para leche en las inmediaciones de los núcleos urbanos y regadíos modernos; así como el ganado porcino. En Extremadura, el paisaje característico es la dehesa, que se extiende hacia Salamanca y Zamora. Es una gran explotación agro-ganadera, que, en las zonas de sierra, tiene un aprovechamiento más forestal de la madera de encina y alcornoque. La dehesa tradicional tenía una orientación principalmente ganadera, como pasto para rebaños de ovino y porcino y, secundariamente, bovino; las tierras cultivadas, en rotaciones muy largas, tenían como fin producir alimentos y rastrojos para el ganado durante el largo período de sequía estival, lo mismo que el fruto de las encinas y alcornoques, utilizado en la etapa final de cebo del cerdo. En la actualidad, el vacuno tiene mayor peso relativo; algunas áreas de mejores suelos se destinan a la agricultura mecanizada; y otras se han reconvertido hacia otros usos, por ejemplo, para caza.

La explotación forestal es escaso, característica de algunas áreas, como la Tierra Pinariega soriana; en ocasiones está asociado a cultivos herbáceos o barbecho, y al pastoreo, como es el caso de las dehesas.

4.3. Paisaje agrario mediterráneo

Los paisajes mediterráneos ocupan las tierras del litoral y prelitoral mediterráneo, las zonas de las depresiones del Ebro y del Guadalquivir que reciben la influencia marina, y las Islas Baleares. En su mayoría son lugares de relieve accidentado, pero hay llanos litorales y valles sedimentarios con suelos fértiles, y algo montañoso en las zonas prelitorales. El clima mediterráneo costero suele presentar precipitaciones muy escasas en verano, cuando las temperaturas son más elevadas, e inviernos suaves generalmente. La fuerte incidencia de turismo en esta zona ha ido reduciendo la zona productiva en los últimos decenios.

La estructura agraria presenta unos rasgos propios. Tiene una población numerosa, tradicionalmente dispersa, aunque cada vez más los agricultores prefieren fijar su residencia en núcleos concentrados, donde encuentran más servicios, salvo en el caso de las huertas litorales. La propiedad de la tierra está generalmente muy dividida en las zonas regadas. En el secano, las propiedades son pequeñas y medianas, cultivadas de forma intensiva, en Valencia y Murcia, medianas en Cataluña y  latifundios en Andalucía occidental. Los usos del suelo son diversos.

La agricultura presenta una clara diferenciación entre cultivos de regadío y de secano. Las características climáticas justifican la práctica tradicional de una agricultura de secano, donde los cultivos principales son los cereales, la viña y el olivo, que conforman la trilogía mediterránea. Estos cultivos de secano se dan en las campiñas del valle del Guadalquivir y en las zonas prelitorales más montañosas o accidentadas; por ejemplo, el olivar ocupa millones de hectáreas, la mayoría en Andalucía (Jaén y Córdoba); otros cultivos mediterráneos son el almendro, el avellano y el algarrobo. En aquellas zonas donde las temperaturas son más suaves, la  insolación elevada, la protección del relieve, los suelos adecuados y fértiles, y una importante demanda internacional de elevado poder adquisitivo, se practica la agricultura de regadío, con técnicas sofisticadas de riego, difusión de invernaderos, cuidada selección de planteles y uso de toda clase de productos fitosanitarios; los principales cultivos son: las hortalizas tempranas plantadas al aire libre o bajo plástico, como en Andalucía; los cítricos, en las huertas de Levante, desde Castellón a Murcia, y los frutos tropicales (aguacate, mango, chirimoya, ...), en las hoyas andaluzas de Málaga y Granada, donde el invierno es muy suave, casi subtropical. Los arrozales constituyen un paisaje característico de la Albufera (Valencia), el delta del Ebro y el Bajo Guadalquivir, donde se aprovechan las zonas pantanosas.

Las ganaderías bovina y porcina son mayoritarias en Cataluña gracias a la demanda urbana, lo que le dota de un carácter intensivo; la ovina y caprina son características de los secanos; y las reses bravas de las orillas del Guadalquivir. En general, se ha producido un incremento en estas regiones de las actividades industriales y de la población urbana, a causa del turismo, lo que ha ocasionado un aumento de la importancia de la ganadería bovina de leche y carne, así como el número de explotaciones avícolas.

El terreno forestal, aunque tiene una extensión importante, es poco productivo, porque la proporción de monte para extraer madera es escasa. En general, las áreas arbóreas se han ido degradando al igual que las arbustivas.

4.4. Paisaje agrario de montaña

El paisaje agrario de montaña presenta un medio físico con condiciones extremas: relieve de elevada altitud y fuertes pendientes; y clima con invierno frío y precipitaciones muy abundantes, que en buena parte del año caen en forma de nieve, con un considerable contraste entre la vertiente meridional, más cálida, y la vertiente septentrional, de más bajas temperaturas.

La estructura agraria se caracteriza por rasgos muy nítidos. Por un lado, presenta una población con muy bajas densidades y tendencia al despoblamiento; y un poblamiento tradicionalmente disperso, en pequeños núcleos localizados en los valles, que actualmente tienden a abandonarse en favor de una concentración en pueblos mayores, situados en el fondo de los valles, que también articulan las comunicaciones. Por otro, en los valles y en las tierras situadas al pie de la montaña, predomina la pequeña propiedad, en parcelas cerradas, en muchos casos separadas entre sí por setos y caminos arbolados; aunque también es frecuente la existencia de montes y praderas de propiedad pública municipal, de aprovechamiento exclusivo para los vecinos. Y, por otro, los usos del suelo son diversos y complementarios, escalonándose en función de las diversas condiciones climáticas: agricultura en el fondo de los valles, explotación forestal en los bosques de las vertientes, y ganadería en los matorrales y pastos de las cumbres; aunque con diferencias según el área climática donde se localizan las montañas.

La agricultura, en las montañas del norte peninsular, se practica en el fondo de los valles, más húmedos; las parcelas se dedican al policultivo de subsistencia, o sea, incluye cultivos de huerta y variados para el consumo de la familia campesinaa; mientras que en las montañas más térmicas de Levante y del sur, algunos cultivos, como los almendros y olivos, ascienden por las vertientes en bancales y terrazas hasta los 1500 y 2000 metros en la parte de la solana. Hoy día, en las laderas bajas, los bancales están siendo abandonados por la dificultad de utilizar maquinaria.

La ganadería pasta en régimen extensivo. En la montañas del norte peninsular es bovina u ovina, criadas de forma extensiva, y aprovecha las roturaciones y claros abiertos en los bosques de las vertientes, así como los matorrales y praderas de las cumbres. En la montaña mediterránea, donde suele faltar el piso supraforestal de matorrales y pastos, domina la ganadería ovina, que practica una trashumancia local entre el valle y la cima.

La explotación forestal se centra en el aprovechamiento de la leña como combustible, papel y madera; así igualmente, se basa en el aprovechamiento del haya y del castaño, especies de crecimiento lento; por ello, se ha extendido la repoblación de pinos y de eucaliptos. Muchas superficies forestales continúan siendo de propiedad municipal o mancomunada entre varios municipios. 

Actualmente, los paisajes de montaña están cambiando sensiblemente debido al impacto del turismo y al abandono casi total de las actividades agrarias, de las que se mantiene únicamente la explotación ganadera. Esta actividad recibe importantes ayudas comunitarias por tratarse, en general, de las zonas rurales más pobres. Por ello, está creciendo un sector terciario, dependiente de los espacios urbanos, que se concreta en turismo de invierno y de verano, y en la urbanización, a menudo poco controlada del territorio.

4.5. Paisaje agrario canario

El paisaje agrario de Canarias se caracteriza por contar con suelos volcánicos y por un relieve escarpado; por tanto, se deben aprovechar para la agricultura barrancos, cumbres y laderas. El clima es cálido subtropical, con tan escasa pluviosidad, por lo que, a veces, se recurre a los cultivos bajo enarenados artificiales para conservar la humedad al máximo.

La estructura agraria presenta unos rasgos característicos. La población rural está en retroceso por la atracción que ejercen sobre ella las actividades del sector terciario (turismo), con la dedicada al pastoreo envejecida. Predomina el poblamiento concentrado laxo, en aldeas y caseríos, aunque existen pueblos mayores que no suelen rebasar las 500 casas. Muestra igualmente un tipo de variedad variado; en las zonas de larga tradición de economía de subsistencia la propiedad es pequeña, ubicadas en las zonas medias y altas; en cambio, en la costa, hay propiedades extensas destinadas a la comercialización de su producción, con un uso abundante del regadío.

La superficie cultivada es reducida. En las áreas litorales regadas predominan el monocultivo destinado a la exportación -el primer producto sigue siendo el plátano, con 364 millones de toneladas en 2014 y 441 en 2021, que cuenta su mayor producción en Tenerife y La Palma; el segundo producto es el tomate de exportación (Gran Canaria, Tenerife y Fuerteventura) y después la patata (Tenerife y Gran Canaria)-, los cultivos bajo plástico (pepino, pimiento, flores), y las nuevas plantaciones tropicales (papaya, mango, piña, aguacate). En las zonas medias y altas del interior de las islas (norte de Tenerife y La Palma; en regresión en Lanzarote y abandonado en Gran Canaria, Fuerteventura y El Hierro) se da una agricultura tradicional de secano orientada al autoconsumo más que a la comercialización, que tiene hoy como cultivos más característicos la vid y la patata (Tenerife), o el almendro (La Palma); el trigo, que tradicionalmente rotaba con barbecho o patatas, ha reducido mucho su extensión; en Lanzarote se cultivan cada vez menos viñas, frutales, ... La competencia del turismo hace retroceder las actividades y la población activa en la agricultura.

La ganadería es escasa y está asociada a la agricultura. Predomina la caprina (La Palma y Fuerteventura), que en los últimos años ha incrementado el número de cabezas en más de un 35%; le sigue la ovina, que ha triplicado su número, mientras que el bovino y el porcino están en retroceso.

La explotación forestal ha utilizado la madera de los pinares y la del fayal brezal y laurisilva para el carboneo, la construcción y los soportes de los cultivos (las varas y ramas). En el pasado han sufrido talas abusivas para su explotación o para conseguir más espacio agrícola. Actualmente, buena parte de la superficie forestal está protegida, en especial los bosques de pino canario y la laurisilva, con zonas declaradas Patrimonio de la Humanidad, como el Parque de Garajonay, en La Gomera.

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