La combinación de los factores humanos y ecológicos da lugar a una gran diversidad de usos del suelo rural, tanto tradicionales como de reciente implantación. Si bien la evolución de los usos del suelo se produce de forma muy lenta las variaciones registradas en las últimas década se puede resumir en los siguientes puntos:
Disminución de las tierras de secano y aumento de las de regadío.
Incremento de la superficie de erial y monte leñoso, consecuencia de los problemas medioambientales de erosión, desertización y pérdida de pastos y de superficie de monte maderable.
Aumento de las superficies de uso no agrario, denominadas “superficies artificiales”. Son consecuencia de las dinámicas urbanas relacionadas con la expansión residencial difusa, que demandan mayor consumo de suelo, junto a la expansión de infraestructuras y zonas de actividad económica asociadas.
Ampliación de los espacios naturales protegidos, consecuencia de las políticas medioambientales y de conservación de la naturaleza.
Los datos provisionales de la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos de Cultivo de España (ESYRCE) de 2022 muestran una superficie destinada a cultivos de 16.830.738 hectáreas (ha), un 0,42% menos que el año anterior. Del total de esta superficie, 11.309.264 ha corresponden a tierra arable, 5.375.463 ha a cultivos leñosos y 146.011 ha a otras tierras de cultivo. Estas cifras muestran una tendencia estable. Esta área de tierra supone el 33,26% del total de la superficie geográfica, que alcanza las 50.597.715 ha, y solo es superada por las 19.483.471 ha de superficie forestal, junto a los 8.410.741 ha. dedicados a prados y pastos o 5.872.765 ha. con otras superficies. Todas ellas representan aproximadamente el 92% del territorio español. La superficie de tierras labradas había ido aumentando debido a las nuevas roturaciones favorecidas por la mecanización y por la política de colonización que ha transformado en regadío muchas tierras de secano. Sin embargo, esta tendencia ha cambiado a partir de la década de los noventa de siglo XX, momento en que la política comunitaria comenzó a fomentar el abandono de las tierras de cultivo menos productivas y su transformación en terreno forestal.
Los aprovechamientos tradicionales son la agricultura, la ganadería y la explotación forestal. De los tres componentes, la agricultura representa el 56% del valor total de la producción final agraria (PFA), la ganadería, el 40%; y, la explotación forestal, el 4%. Pero el peso de unas actividades u otras varía mucho en las distintas provincias y regiones españolas.
La superficie de cultivo está formada por el secano y el regadío.
2.1.1. Secano
El clima mediterráneo continentalizado, que predomina en la mayor parte de la España interior peninsular, es especialmente adecuado para el desarrollo de la denominada trilogía mediterránea (cereal, vid y olivo), que se cultiva en amplios espacios agrarios, y con técnicas extensivas. Estas características se dan sobre todo en la España meseteña. Las áreas dedicadas a cultivos de secano representan el 77,05% en 2021 de las tierras de cultivo y se reparten por la mayor parte del país. En especial, son importantes en la zona de la Meseta y en las Depresiones del Ebro y del Guadalquivir. Todas estas áreas se caracterizan por una pluviosidad relativamente escasa y unos suelos pobres en materia orgánica, que en la mayor parte de ellos se debe a una explotación excesiva a lo largo de los años, que han terminado por agotarlos.
2.1.2. Regadío
Siguiendo a Monturiol Garriga, el regadío en España se inició en la época romana y su auge se produjo durante la dominación musulmana con la construcción de acequias y canales, algunos de los cuales se conservan en Levante, Murcia y Aragón. Igualmente, durante toda la Edad Media, la gestión del agua adquirió una gran importancia y surgieron asociaciones de regantes que reglamentaban y controlaban su uso adecuado.
Elaboración propia
Recientemente se ha producido un progresivo aumento de la superficie regada gracias a la política hidráulica: al comenzar el siglo XXI. En España, el sector agrícola acapara el 82,1% de los usos de agua (los hogares usan el 12,8% y el 5,1% restante se destina al resto de las actividades económicas). En efecto, el regadío es un elemento básico de nuestro sistema agroalimentario: la superficie regada en España representó un 22,94% de la superficie de cultivo en 2021 (un 7,8% de la superficie geográfica total), pero su producción contribuye en algo más del 50% de la producción vegetal final. Sin ningún lugar a duda, el regadío es el pilar fundamental en el que descansa el potencial productor y exportador del sector hortofrutícola.
Se puede observar el significativo aumento de la superficie de regadío en España entre 2004 y 2021, un incremento de más de medio millón de hectáreas hasta alcanzar los 3,9 millones en la actualidad. En este periodo, sin embargo, el consumo de agua del sector agrario se ha mantenido bastante estable (o incluso ha tendido a decrecer ligeramente) gracias al notable esfuerzo de modernización de los regadíos. En efecto, a lo largo de estos años, ha aumentado la superficie regada mediante el sistema de riego localizado (goteo), una técnica mucho más eficiente y con unas demandas de agua muy contenidas, en detrimento del sistema de gravedad, con un consumo de agua mucho mayor. El sistema de aspersión, un sistema más propio de cultivos herbáceos, también se ha ido implantando a lo largo de estos años.
Esta expansión de las técnicas de riego más eficientes refleja una coherencia con las políticas de regadío desarrolladas en los últimos años encaminadas a lograr una agricultura sostenible y eficiente. Pero, como ya se ha apuntado, la modernización de los regadíos no ha ido acompañada de un ahorro de agua en agregado, pues muchas veces se da simultáneamente una intensificación de cultivos, obteniéndose un mayor rendimiento por m3 de agua empleado, pero por otro lado disminuyen los retornos de riego a las masas de agua.
Por tipos de cultivo, las mayores superficies puestas en regadío en 202117 fueron: los cultivos de cereales de grano, que representaron el 24,1% del total de la superficie regada, seguidos del olivar (22,6%), los frutales no cítricos (10,6%) y el viñedo (10,3%). Estos tres tipos de cultivo son los que han experimentado un mayor crecimiento de la superficie regada entre 2004 y 2021, destacando el olivar, que ha sumado casi 400.000 hectáreas. Por otra parte, si se analiza la superficie de regadío en el total de cada uno de los grupos de cultivos, puede observarse que el riego es mayoritario en algunos de ellos, como los cítricos y las hortalizas (93,7% y 88,4% respectivamente).
Las técnicas de riego usadas dependen en gran medida del tipo de cultivo. Así, el riego por gravedad se utiliza principalmente para los cereales y las plantas forrajeras, alcanzando el 45,0% y 53,4% de sus respectivas superficies de cultivo en regadío. El riego por aspersión destaca fundamentalmente en los tubérculos (77,9%) y otros cultivos herbáceos como leguminosas, plantas industriales y cereales. Finalmente, el riego localizado (goteo) es el sistema mayoritario en los cultivos leñosos como el olivar, el viñedo y los frutales, cítricos y no cítricos. En el grupo de las hortalizas también destaca el sistema de riego localizado (52,2%), en el que se incluye también la superficie de invernadero.
La extensión del regadío, la especialización de cultivos y las técnicas de riego muestran una notable diversidad geográfica. Así, por ejemplo, en las regiones del norte, la abundante pluviometría hace innecesario en muchos casos el riego, mientras que la meseta, con más deficiencia hídrica, ostenta una participación moderada en el regadío. La Comunitat Valenciana y la Región de Murcia son las comunidades autónomas con mayor porcentaje de superficie agrícola en regadío (en torno al 40%) y se especializan, como es bien conocido, en la producción de frutas y hortalizas, que suelen usar técnicas de riego localizado.
Andalucía es la segunda comunidad con mayor porcentaje de riego en proporción de su superficie geográfica (12,9%), con presencia destacada del olivar, de riego localizado. En Castilla y León predomina la producción de cereales mediante riego por aspersión y automotriz, y en Castilla-La Mancha predomina el viñedo (el 51% de la superficie de riego de la comunidad se destina a este cultivo) con riego localizado. El riego por gravedad se localiza mayoritariamente en los regadíos de la cuenca del Ebro (Cataluña, Aragón y Navarra) en cultivos herbáceos.
2.2. Los cultivos
En España predomina el sistema de policultivo, con una clara orientación hacia los cereales. No todos los cultivos presentan un índice elevado de productividad. Así, por ejemplo, los cereales, a pesar de ocupar una gran superficie, proporcionan menos de una cuarta parte del valor de la producción total. El caso opuesto se da con los frutales, que con solo un 6% de la tierra labrada suponen una quinta parte de la producción total.
2.2.1. Cultivos herbáceos
En primer lugar, debemos diferenciar entre dos tipos de cultivos: leñosos y herbáceos.
Entre los cultivos leñosos destacan el olivar y el viñedo, que pueden darse mezclados con otros aprovechamientos o en forma de monocultivo.
El olivo es un cultivo arbóreo de secano, muy resistente a la sequía estival, que destina parte de su cosecha a la aceituna de mesa (10%) y el resto a la obtención de aceite. Este, favorecido por la política agrícola común, ha superado en la actualidad los 2,75 millones de hectáreas de superficie cultivada, de las cuales 2,55 millones de hectáreas pertenecen a olivar de almazara (93% del total de olivar). A su vez, la superficie y la producción de aceite de oliva y de aceituna de mesa ocupan el primer lugar mundial, con un 45% de la producción y el 70% de la producción de la UE. El olivar es un cultivo con alto valor ecológico, por adaptarse a las condiciones del medio natural y por su importancia social, pues requiere el empleo de abundante mano de obra. Su consumo ha aumentado gracias a la consideración social que se otorga a la dieta mediterránea, por su efecto positivo sobre la salud humana. También, este incremento ha sido considerable, debido a las mejoras técnicas (abonado, lucha contra las plagas, riego por goteo); aunque varía mucho de unos años a otros, dado que el olivo es un árbol vecero, que alterna buenas y malas cosechas. El aceite de oliva se exporta, ocupando España el primer lugar mundial; aunque se enfrenta a la competencia de aceites más baratos, que trata de paliarse fomentando las variedades de alta calidad, como el aceite «virgen». Su área productora principal son las campiñas andaluzas, especialmente Jaén y Córdoba; también se extiende por Extremadura y algunas provincias de Castilla-La Mancha y del litoral mediterráneo, o sea, por Badajoz, Toledo, Ciudad Real, Tarragona, Lleida y en el Bajo Aragón.
La vid es un cultivo arbustivo de secano que produce uvas destinadas al consumo en fresco y sobre todo a la elaboración de vino. Su área productora principal es Castilla-La Mancha. Además existen otras con buen mercado en La Rioja, Castilla y León, Rías Bajas gallegas, Zaragoza, Cádiz, Córdoba y Cataluña. La superficie de viñedo ocupaba hasta fechas recientes áreas marginales poco aptas para otros cultivos, por lo que los rendimientos eran bajos. Pero desde 1990, la política de la UE ha favorecido la orientación hacia el viñedo de calidad, que ha reducido la superficie y ha introducido mejoras técnicas (regadío localizado). Así se ha incrementado la producción, aunque existen grandes fluctuaciones anuales debido a su fuerte dependencia de las condiciones climatológicas. El vino se exporta y arroja una balanza positiva, aunque se enfrenta a la competencia de la cerveza y de las bebidas sin alcohol. Destacan los vinos tintos de Rioja, Ribera de Duero, Somontano aragonés, Penedés, Toro, Utiel-Requena, etc. Los vinos blancos ofrecen gran calidad y valor comercial, como los blancos andaluces (Jerez y Montilla-Moriles), los de Rueda, los gallegos (Albariño y Ribeiro) y una clase específica de vino espumoso, el cava, elaborado mayoritariamente en la comarca del Penedés (Cataluña), aunque se está extiendo a otras zonas como Badajoz.
Los frutales se han convertido hoy en el principal exponente de la agricultura de exportación española y constituyen un sector estratégico para equilibrar la balanza de pagos nacional. Se clasifican en cítricos y no cítricos. Los cítricos (naranja dulce, mandarinas y limones) se concentran en las provincias de Castellón, Valencia, Alicante y Murcia, con un notable avance en las últimas década de este tipo de explotaciones en el Valle del Guadalquivir. Los no cítricos se organizan en dos grupos: las frutas que tienen pepita (manzanas y peras) y los que no tiene hueso (almendras, albaricoques, melocotones, ciruelas y cerezas). Junto a a estas, existen algunos cultivos subtropicales (plátanos, aguacates, mangos y chirimoyas). El clima y el agua son los factores ecológicos que limitan la distribución espacial de estos cultivos. Por ello, las tierras más propicias son las litorales y prelitorales mediterráneas, incluido el Valle del Ebro (donde se cultivan manzanas, peras y melocotones) y el Valle del Jerte (donde destacan los cerezos). El plátano, especialidad de la agricultura canaria, ha de hacer frente a la competencia de la producción africana e iberoamericana. La floricultura, en cultivos de altísima rentabilidad, se ha desarrollado en Cataluña, sureste andaluz y Canarias.
Tradicionalmente, y también en la actualidad, los cereales (trigo, cebada, avena y centeno) constituyen la base del sistema agrario español, a los que debemos unir los llamados cereales pobres, la avena y el centeno. Hasta los años sesenta del siglo XX, dominó el trigo orientado al consumo humano, pero a partir de los setenta del siglo XX el cultivo más abundante pasó a ser la cebada. Así, esos cultivos herbáceos están destinados a la alimentación humana (trigo, arroz); la alimentación del ganado; la elaboración de piensos compuestos (cebada, maíz, avena, centeno); y la obtención de biocombustibles (cebada y trigo). Los rendimientos, si bien han mejorado gracias a la mecanización, los agroquímicos y el regadío, sólo alcanzan la mitad de los valores comunitarios. Su área de cultivo son los secanos del interior peninsular -tierras de la Meseta, sobre todo en Castilla y León (Soria, León, Valladolid), Navarra, Aragón y parte de Cataluña, asociado a un poblamiento concentrado-, donde rotan con barbecho o leguminosas; las excepciones son el maíz y el arroz, muy exigentes en agua, que se localizan en la España húmeda, en zonas encharcadas, o en los regadíos de las zonas cálidas. El arroz es un cultivo muy localizado (Comunidad Valenciana, Cataluña, Región de Murcia y en los nuevos regadíos aragoneses), con altos rendimientos. En el pasado, estaban cultivados en régimen extensivo, con escasos rendimientos, aplicándose la técnica de la rotación trienal para incrementar su productividad. La superficie cerealística tiende recientemente a reducirse, pero la producción aumenta gracias a la mejora de los rendimientos.
Los cultivos industriales se destinan a la transformación industrial. Los más destacados son el girasol (aceite, tortas para el ganado y biodioésel); la remolacha (azúcar y bioetanol); el algodón (tejidos); el tabaco (industria tabaquera); y, el lúpulo (cerveza). Su área productora principal son los secanos de Andalucía y Castilla y León para el girasol; los regadíos de la mitad septentrional para la remolacha (Valle del Duero) y el lúpulo (León); y los regadíos de la mitad meridional para el algodón (Andalucía) y el tabaco (Cáceres y Granada). La producción se encuentra muy relacionada con la industria, que muchas veces es quien proporciona las semillas, da instrucciones a los agricultores, supervisa y contrata la producción.
Los cultivos forrajeros (alfalfa, maíz forrajero, veza) se destinan a la alimentación animal en fresco o en seco tras su deshidratación natural o industrial. En España, el principal es la alfalfa, utilizada en las rotaciones de cultivos por su eficacia para la recuperación del suelo; en la lucha contra la erosión, contra las plagas y contra el cambio climático al actuar como sumidero de carbono; y en el suministro de proteína vegetal para el ganado. Su área de cultivo se concentra en los secanos de la mitad septentrional de la Península Ibérica, por su clima más húmedo, y en los regadíos extensivos de Andalucía, Navarra y ambas Castillas. La superficie y la producción han crecido desde 1950, paralelamente al incremento de la ganadería y de la demanda de productos para su alimentación. España es el principal productor de la UE de forraje desecado y el segundo exportador mundial, tras Estados Unidos.
Las leguminosas son cultivos herbáceos destinados al consumo humano en verde o en seco (judías, garbanzos, habas secas, lentejas y guisantes), o a la alimentación del ganado (verza, yeros). Su área de cultivo coincide prácticamente con la de los cereales, con los que rotan; pues constituyen un cultivo de descanso o semibarbecho, dado que su raíces fijan a la tierra el nitrógeno del aire. La producción se ha incrementado en las últimas décadas gracias a los programas europeos que fomentan las rotaciones de cultivos. España es la primera productora de garbanzos y lentejas en la UE; aunque el sector se enfrenta a las dificultades de la mecanización y a los bajos rendimientos.
Las hortalizas representan un 8'5% de la superficie agrícola, pero su valor equivale al 32% de la producción vegetal y proporciona gran parte de las exportaciones españolas y se ha visto favorecido por el aumento de la demanda, con motivo de la mejora del nivel de vida de la población, de la apertura al mercado europeo y por la expansión de la industria conservera y de congelados. . Son, por tanto, fundamentales para nuestra economía. Los cultivos más representativos son la lechuga, el tomate (Murcia, Badajoz, Almería), el ajo (Cuenca), la cebolla y la judía verde (Valencia), los espárragos (La Rioja, Navarra y Cáceres) y el melón (Toledo y Ciudad Real). Los cultivos de horticultura de ciclo manipulado han roto con la tradición de las comarcas que lo practicaban. La alta tecnificación (selección de plantas, tratamiento biológico fitosanitario, riego localizado, manipulación rápida, invernaderos, condiciones climáticas especiales -cadenas de frío- e inmediatez de transporte hasta su destino) está teniendo fuertes repercusiones socioeconómicas. En las provincias de Alicante, Murcia, Almería y Huelva, los cultivos de invernadero (tomates, pimientos, calabacín, pepinos, judías verdes y fresas) están generando mucho empleo (que se cubre con población inmigrantes preferentemente) y un alto nivel de rentas en estas comarcas.
2.3. La ganadería
2.3.1. La estructura ganadera
La ganadería tradicional se basaba en la coexistencia de distintas especies ganaderas en el mismo ámbito, integradas por razas autóctonas con elevado grado de rusticidad; y utilizaba técnicas atrasadas y sistemas extensivos, que ocasionaban bajos rendimientos. Este sector económico ha sido una actividad económica básica desde la Edad Media hasta la abolición de los privilegios ganaderos de la Mesta durante el siglo XVIII, siendo la cría extensiva (trashumante) del ovino la predominante hasta mediados del siglo XIX.
La ganadería actual genera entre el 35 % y el 40 % del valor de la producción agraria anual, cerca de unos 25.494 millones de euros en 2022. Incluye explotaciones productivistas que tienden a la especialización, a la tecnificación y a la intensificación para lograr una producción abundante, orientada a la venta en el mercado; y explotaciones posproductivistas, que optan por la diversificación y la extensificación orientadas a la venta de productos de calidad. Tiende a especializarse en la producción de carne o de leche. Esto ha supuesto la sustitución de las razas nacionales por otras extranjeras seleccionadas y la casi desaparición de las razas de aptitud mixta (carne y leche). No obstante, se está produciendo una reciente recuperación de las razas autóctonas, gracias a las subvenciones concedidas. La tecnificación se ha incrementado con el empleo de ordenadoras mecánicas y el estudio científico de la alimentación del ganado. Este hecho, unido al incremento del tamaño de las explotaciones y del número de cabezas por explotación, ha elevado los rendimientos.
La ganadería intensiva ha ganado peso respecto a la extensiva:
La ganadería extensiva depende del medio físico y se alimenta a diente en prados y pastizales naturales. Se localiza en la España húmeda (norte peninsular y áreas de montaña), en los pastos de las penillanuras y en los rastrojos de la España seca. Suele ir asociada a razas autóctonas y a técnicas tradicionales y tiene elevada dependencia de las subvenciones comunitarias. En la actualidad se potencia para reducir los excedentes ganaderos, incrementar el bienestar animal y fomentar el desarrollo rural.
La ganadería intensiva o industrial está desvinculada del medio físico, al encontrarse estabulada y alimentarse total o parcialmente con piensos y forrajes importados. Se localiza cerca de los centros de consumo urbano y en el nordeste y litoral mediterráneo peninsular. Suele ir asociada a razas extranjeras seleccionadas; emplea técnicas modernas; y tiene elevada dependencia de los caros piensos importados y de la industria transformadora. Desde la década de 1960 gana peso a causa de la reducción de las áreas de pasto (disminución del barbecho, extensión del regadío y de la repoblación forestal) y del aumento de la demanda de productos ganaderos.
2.3.2. La producción ganadera
La producción ganadera predomina en Galicia, Asturias, Cantabria, Cataluña y Aragón. Desde la década de 1960 ha incrementado su participación en la producción final agraria debido a la mecanización del campo, que libera tiempo para otras actividades; la conservación del suelo mediante el cultivo de forrajes; y el aumento del nivel de vida, que incrementa el consumo de proteínas procedentes de la carne, la leche y los huevos.
La ganadería bovina aumenta y mejora su calidad con la introducción de nuevas razas (frisona, holandesa, parda alpina). Se destina principalmente a la producción de carne y de leche. La localización del bovino de carne extensivo -vacas nodrizas para producir terneros- se encuentra en las dehesas de las penillanuras occidentales; la cornisa cantábrica; y las áreas de montaña; y la del bovino de carne intensivo-cebo de terneros, cerca de las ciudades, donde la proximidad al mercado compensa los mayores costes, y en las zonas productoras de forrajes (Cataluña, Castilla y León, y Aragón). El bovino de leche extensivo se localiza en el norte peninsular y en las áreas forrajeras de Andalucía, entre el valle del Guadalquivir (Sevilla) hasta Sierra Morena; y el de leche intensivo, cerca de las ciudades -sobre todo en zonas del este y del sur peninsular-. La producción de carne bovina tiende a decrecer, debido al cambio de hábitos alimentarios y a la competencia de las carnes más baratas de cerdo y aves. La producción de leche estuvo marcada entre 1984 y 2015 por los excedentes comunitarios que llevaron a imponer cuotas de producción y a subvencionar el abandono de la actividad. El resultado fue el aumento del tamaño de las explotaciones; la reconversión de parte del sector al bovino de carne; y la eliminación de los excedentes. Por eso, desde 2015 se han suprimido las cuotas. En la actualidad, España ocupa a nivel comunitario el tercer puesto en producción de carne vacuna (10 % en 2020), precedido por Alemania y Francia.
La ganadería ovina y la caprina han sido las cabañas ganaderas tradicionales, pues se adaptan muy bien a un aprovechamiento extensivo. El ganado lanar y el caprino se han reducido, ya que su régimen de pastoreo exigía una mano de obra abundante y barata; se destinan principalmente a la producción de carne y de leche; y algo menos al suministro de lana o de cuero. La localización del ovino y el caprino en régimen extensivo se sitúa en los secanos del interior peninsular, donde se alimenta en los rastrojos y barbechos, y en las zonas de montaña. El ovino, en ambas Castillas, Extremadura, Andalucía y Aragón; y el caprino, en Andalucía, Castilla-La Mancha, Murcia y Extremadura. El régimen intensivo de cebo de corderos y ordeño se está incrementando, aunque tiene todavía escasa significación. La producción de carne de ovino y caprino desciende por la reducción de animales en régimen extensivo. En cambio, la producción de leche de oveja y cabra se ve favorecida por la alta demanda y los elevados precios para la elaboración de quesos, y por la sustitución de razas autóctonas por otras foráneas mejoradas, aunque la producción experimenta fluctuaciones según la demanda. Todo ello ha generado una cierta reordenación: mientras que en el noreste y en el Mediterráneo aumenta su importancia, en las regiones tradicionales del interior disminuye. El ganado caprino domina en Canarias, a pesar de su falta de pastizales y sus limitaciones de agua. A mucha distancia le siguen en importancia Andalucía y Murcia. En el ámbito comunitario, sitúan a España en el primer lugar en la producción de carne de ovino (con un 27 % de la producción total).
La ganadería porcina se destina en parte al consumo en fresco y en parte a la chacinería o elaboración de embutidos. La localización del porcino extensivo, basado en razas autóctonas de calidad (cerdo ibérico), se concentra en las dehesas occidentales de Extremadura, Zamora, Salamanca y Andalucía y ha crecido. El porcino intensivo predomina en Cataluña (áreas de montaña y la Cataluña central, principalmente) y Murcia, donde se vincula a la industria alimentaria, junto a zonas de Aragón (Huesca), Madrid, Segovia, Toledo y Levante (Castellón). Habitualmente se basa en razas foráneas de cerdo «blanco» y adopta el sistema de la integración, es decir, la conjunción de una empresa que proporciona la materia prima (lechones) y los piensos, y un ganadero, que aporta el establo y el trabajo. La cabaña fluctúa según los costes de la alimentación y recientemente desciende ante la entrada en vigor de nuevas exigencias en bienestar animal, que han provocado el cierre de explotaciones o la reconversión al porcino ibérico intensivo o de cebo. La producción de carne de cerdo sitúa a España como segundo productor de la UE (casi el 22 % de la producción total en 2020); y se exporta en gran parte, aunque el precio experimenta fuertes oscilaciones.
La ganadería avícola se destina a la producción de huevos y de carne. La localización de la avícola de puesta intensiva se concentra en grandes explotaciones en el entorno de los centros de consumo, especialmente en ambas Castillas; mientras que la avícola de puesta alternativa -ecológica, campera o de suelo- está integrada por pequeñas explotaciones. La avícola de carne intensiva adopta mayoritariamente el sistema de la integración y se centra en Cataluña, Comunidad Valenciana, Andalucía y Galicia; mientras el régimen extensivo en gallineros con acceso al aire libre y menor densidad de aves es aún muy reducido. La producción de huevos ha disminuido por el descenso de la avícola de puesta, desde 2004 para adaptar la oferta a la demanda y desde 2012 por el cierre de explotaciones ante la nueva normativa de bienestar animal, que obliga a cambiar todas las jaulas industriales por alojamientos en batería. No obstante, permite exportar. La producción de carne de ave se concentra en el pollo y se encuentra estabilizada, siendo España el segundo productor de la UE -(13%), precedido por Polonia en 2020-, a pesar de lo cual cuenta con un ligero déficit en relación con el consumo que debe cubrirse con importaciones.
Según el Inventario Forestal Nacional(cuarto ciclo), los ecosistemas forestales de España ocupan algo más de veintiséis millones de hectáreas (26.280.281 ha), de las cuales casi quince millones (14.717.898 ha) están arboladas y unas doce (11.562.382 ha) desarboladas, que suponen respectivamente el 29% y el 23%, alcanzando así el 51,93% del total del territorio español. Tienen parecida extensión los bosques de coníferas que los de frondosas (5,7 y 5,2 millones de hectáreas, respectivamente) mientras que los mixtos pueblan algo menos (3,9 millones de hectáreas). La provincia con mayor extensión de monte arbolado es Cáceres, seguida de Badajoz, Cuenca y Huelva, siendo las de menor Almería, Alicante y Las Palmas.
El número de árboles de altura superior a 3 metros y diámetro de tronco superior a 7 centímetros es en España de 4.525 millones. Por lo que nos tocan unos 110 pies a cada ciudadano, llegando con los pequeños -pies menores- a 125 por cabeza. La provincia con mayor cantidad de este patrimonio es Lleida, seguida de Girona, Barcelona y Navarra. Las últimas en esta lista son Sevilla, Valladolid, Alicante y Las Palmas. La biomasa arbórea total suma 683 millones de metros cúbicos siendo la de mayor volumen Navarra, continuada por A Coruña, Asturias, Lugo y Lleida, y las de menor Almería, Alicante y Las Palmas.
Las coníferas son las especies forestales dominantes. Su expansión ha sido rápida debido a su importancia económica. Entre sus variedades, la especie de mayor ocupación territorial es el pino carrasco (Pinus halepensis), seguida de los pinos pináster, dedicado a la producción de madera, que ocupa grandes extensiones en Galicia (Pinus pinaster), silvestre (P. sylvestris) y laricio (P. nigra); la de mayor cantidad de pies mayores el pino silvestre, continuando después el pino pináster, el pino carrasco, el pino laricio y el pino insigne (Pinus radiata) -de rápido crecimiento, extendido también por la franja septentrional, con una utilización preferente en la fabricación de pasta de papel-; y la de mayor biomasa arbórea el pino pináster y luego están el silvestre, laricio, carrasco e insigne. Más de la mitad de la producción de madera procede de los pinos.
Las frondosas ocupan un segundo lugar. La encina (Quercus ilex) es la especie frondosa más representativa del bioma mediterráneo y su retroceso se explica por la puesta en cultivo y la dedicación a la ganadería de la superficie que antaño ocupaba. El eucalipto (Eucalyptus spp.), especie alóctona, es hoy dominante, debido a su rápido crecimiento y a su alta rentabilidad, aunque conlleva una importante modificación del suelo. Aporta más del 30% del total de la producción maderera. También las especies tradicionales del roble negro o rebollo (Quercus pyrenaica y Q. pubescens), el quejigo (Quercus faginea y Q. canariensis) y el alcornoque (Quercus suber) se encuentran en retroceso en toda España. En la España húmeda, las frondosas tradicionales más importantes son el haya (Fagus sylvatica), el roble (Quercus robur y Q. petraea) y el castaño (Castanea sativa), cuya regresión, entre otras causas, se explica por el avance de las repoblaciones artificiales, esencialmente de eucaliptos y diversos pinos. En cantidad de pies mayores primero está la encina y después el rebollo, el haya, los quejigos, los robles y los eucaliptos; y en biomasa arbórea la que más tiene es el haya, y a continuación la encina, los robles, los eucaliptos, el rebollo y el castaño .
Los principales productos que se obtienen del monte son la madera (11 millones de m3), la leña, el corcho, los frutos y las resinas. Sin embargo, su principal función reside en el control de la erosión y de la desertización del medio natural y en el enriquecimiento del paisaje. La acción humana ha reducido las áreas forestales (deforestación, talas, incendios) y ha modificado su composición por repoblaciones de especies alóctonas. La mayor parte de la superficie forestal pertenece a propietarios particulares, sobre todo en el sur. En la mitad norte, sin embargo, dominan los montes públicos.
Los crecimientos anuales de madera de toda España sobrepasan algo los treinta millones de metros cúbicos (30.088.557 m3), figurando en primer lugar por su cantidad la provincia de A Coruña, seguida de Asturias, Lugo, Navarra y Pontevedra. También destacan en coníferas las provincias de Segovia y Soria (pinos), y en frondosas León (chopo), y Cantabria y Huelva (eucalipto). De este crecimiento más de la mitad se debe a cuatro especies -el eucalipto y los pinos silvestre, pináster e insigne- de las cuales tres tienen como vocación principal, y con ese objetivo se gestionan, el producir madera. De este incremento de biomasa menos de la mitad se aprovecha mediante cortas, constituyendo el resto unas reservas de capital bosque cada vez mayores con la consecuente importante acumulación de carbono, que se detrae de la atmósfera. El destino principal de esta madera es el aserrío para las industrias de la construcción y del mueble; y la trituración para tableros y pasta de papel. Secundariamente se explotan la resina para disolventes y el corcho para tapones y aislantes. Además, se están fomentando atrás aprovechamientos forestales, como la producción de biomasa, las setas y los hongos. La producción de madera ha aumentado por la expansión de especies de crecimiento rápido. Aun así, es insuficiente, por lo que es necesario importar casi el 25% de la madera consumida de zonas frías o tropicales En cambio es excedentaria la producción de resina y la de corcho, de la que España es la segunda productora mundial, aunque ambas se enfrentan a la competencia de sustitutos sintéticos.
La PAC y el Plan Forestal Español fomentan las repoblaciones y la silvicultura o dedicación forestal de las tierras de exceso de la agricultura. Los objetivos son incrementar la producción de madera y fomentar otros usos del bosque, como los recreativos y los medioambientales especialmente la protección del suelo y la absorción de CO. A su vez, la política de repoblación forestal consiguió que el crecimiento de árboles en España fuera de un 130%. Ese incremento se dio entre los años 1975 y 2009, un 1.5% anual de media. Sólo China ha superado a España en el crecimiento de sus bosques, según datos de la FAO.