Saltar la navegación

5. Sistema interurbano

Una red urbana o sistema urbano es el conjunto de ciudades de un determinado territorio y las relaciones que se establecen entre sí y con su entorno. Estas relaciones son muy diversas y abarcan flujos de personas, mercancías, de capitales, de información, etc. El sistema urbano español es un modelo centrado y polarizado, en el que las grandes áreas metropolitanas concentran población y actividad económica, además de ser centros de decisión, investigación e innovación tecnológica.

3.1. La jerarquía urbana

Sistema de ciudades en España

Las ciudades se organizan de forma jerárquica sobre el territorio, pues no todas tienen la misma importancia ni desempeñan las mismas actividades económicas o funciones. Las ciudades mantienen entre sí unas relaciones de interdependencia: las ciudades mayores tienen un área de influencia que prestan servicios especializados a ciudades menores. La primacía de una ciudad sobre otra puede medirse por diferentes criterios; se suele utilizar como medida el volumen de población, que indica la capacidad de atracción de un núcleo urbano y la importancia de las funciones que desempeña. En definitiva, nos informa sobre el nivel de centralidad urbana.

La jerarquía urbana en España, por tamaño demográfico y funciones regionales, recoge los siguientes tipos de ciudades:

  • Metrópolis nacionales: Forman el primer nivel jerárquico; en él, se encuentran Madrid y Barcelona. Son áreas metropolitanas de cinco y cuatro millones de habitantes, respectivamente, con funciones de rango nacional (para todo el país): políticas, financieras, sede de empresas, servicios especializados, sede de multinacionales, ferias, centros de investigación, hospitales y universidades de prestigio, centros industriales, alta tecnología, etc. Cumplen una función internacional al constituir las conexiones principales del sistema urbano español con Europa y el sistema mundial. En Madrid prima la función de capitalidad política, mientras que en Barcelona sobresale su liderazgo en el arco mediterráneo español y también en el francés.

  • Metrópolis regionales de primer orden: Bilbao, Sevilla, Valencia, Zaragoza y Málaga. Son áreas metropolitanas entre 500.000 y 1.500.000 habitantes. Se trata de ciudades que poseen un potencial económico e industrial importante, servicios especializados, centros políticos, financieros y empresariales de ámbito regional. Estas metrópolis mantienen relaciones intensas con las metrópolis nacionales y con las ciudades medias de su región o, incluso, con otras periféricas a las que transmiten los impulsos de Madrid y Barcelona. Así, Bilbao desborda su influencia más allá del País Vasco hasta La Rioja, el eje cantábrico y Burgos, y Zaragoza organiza todo el valle del Ebro. Como en el caso anterior, destacan por ser sedes de servicios especializados; los nuevos procesos urbanos y económicos posindustriales abren importantes expectativas de desarrollo económico y de crecimiento en funciones especializadas que potenciarán su papel internacional. Algunos ejemplos en marcha lo corroboran, como las nuevas actividades de ocio cultural y tecnológico en la Ciudad de las Artes y de las Ciencias de Valencia.

  • Metrópolis subregionales o regionales de segundo orden: Palma de Mallorca, Las Palmas, Granada, Valladolid, Alicante-Elche, Oviedo, Santa Cruz de Tenerife, A Coruña, Vigo, San Sebastián, Cádiz-Jerez de la Frontera, Córdoba, Salamanca, Pamplona, Santander y Murcia. Son ciudades y aglomeraciones urbanas entre 200.000 y 500.000 habitantes con funciones de ámbito autonómico (capitales como Santander u Oviedo), regional y subregional. Dependen directamente de los centros nacionales o, en algunos casos, de una metrópoli regional mayor; presentan diversificación de funciones terciarias, servicios cualificados y un gran desarrollo industrial y/o turístico.

  • Ciudades medias: como ejemplos de este tipo de ciudades podemos citar Ourense, Logroño, Castellón, Huelva, Lleida, León, Albacete, Toledo, Badajoz, Cáceres, Jaén, etc. Tienen entre 50.000 y 200.000 habitantes; poseen un claro dinamismo económico son centros comerciales y de servicios de tamaño provincial que en los últimos años han recuperado potencialidad, incrementando el nivel de servicios (universidades) y ampliando sus actividades industriales y turísticas. Entre ellas encontramos algunas ciudades, de tamaño semejante, pero especializadas en funciones concretas, como Avilés (industria) o Algeciras (puerto). Ejemplos de un especial dinamismo en los últimos años son Santiago de Compostela y Vitoria, que han aprovechado la capitalidad autonómica y sus funciones universitarias para desarrollar servicios cualificados y funciones industriales. En las últimas décadas son las ciudades medias con diversificación económica (industria, turismo, comercio y servicios) las que experimentan mayores crecimientos al soportar mejor la crisis industrial, impulsar nuevas actividades económicas y aprovechar la descentralización productiva de los centros metropolitanos. Son, además, puntos terminales de una red de autobuses o trenes que las comunican con los pueblos cercanos.

  • Pequeñas ciudades: forman un amplio colectivo del que mencionamos algunos ejemplos concretos como Huesca, Ávila, Cuenca, Soria, Teruel, Ronda, Lucena, Antequera, Écija, Tortosa, Úbeda, Alzira, Tudela o Almansa. Son ciudades entre 20.000 y 50.000 habitantes, aunque el sistema de poblamiento en Andalucía desborda estos parámetros demográficos, lo cual hace más difícil su clasificación. En los últimos años han vivido un proceso semejante al de las ciudades medias, aunque matizado por su menor tamaño, ya que solamente cinco de ellas son capitales de provincia —que, en todos los casos, están rodeadas por zonas muy despobladas con demografía regresiva—, de forma que el conjunto posee un menor peso terciario. Otro tipo de pequeñas ciudades está formado por aquellas que presentan un dinamismo propio, se encuentran alejadas de los espacios metropolitanos, cuentan con actividades turísticas o poseen una estructura económica diversificada, sectores industriales no afectados por la crisis e, incluso, actividades agrarias competitivas asociadas a complejos agroindustriales.

  • Centros o cabeceras comarcales: como, por ejemplo, Almazán, Haro, Jaca, Navia, Banyoles, Alcañiz, Coria o Baza, poblaciones entre 10.000 y 20.000 habitantes, aunque en la mitad norte el límite puede descender hasta los 5.000 habitantes -a veces en este entorno geográfico reciben la denominación de "villas"-. Son localidades, cuyo papel es relevante, dado que abastecen de servicios básicos a la comarca que presiden (centros educativos, sanitarios, de administración, etc.) y cuentan con centros comerciales normalmente de ámbitos rurales. Forman el nivel más bajo del sistema urbano, pero atienden a áreas muy amplias, por lo que su función adquiere gran importancia para ofrecer servicios a todo el territorio. Las nuevas tendencias de industrialización difusa y descentralización productiva, junto con la adopción de estrategias de desarrollo endógeno, pueden ofrecer posibilidades para su desarrollo económico frente a la despoblación de muchas comarcas.

Los recientes cambios del sistema productivo y de la organización empresarial de la etapa postindustrial (descentralización, flexibilización, externalización de actividades productivas, fragmentación empresarial, etc.), junto con el crecimiento demográfico relativo de las pequeñas y medianas ciudades en la década de los ochenta del siglo pasado, han modificado ligeramente el papel de las jerarquías y han aumentado la importancia de la red de ciudades.

Esto es debido a la complementariedad de sus actividades y empresas, frente a los modelos exclusivamente jerárquicos. Sin anular la importancia de las jerarquías, la propia red, con centros bien conectados e intercambios horizontales fluidos, aprovechando las tecnologías de la información y comunicación para incorporar centros pequeños y medianos a los procesos de innovación, es la que adquiere mayor eficacia en la competencia entre ciudades y regiones y en los procesos de desarrollo económico. Las metrópolis regionales de segundo orden permiten que el sistema urbano integre mejor el conjunto del territorio español, aunque regiones como Extremadura y Castilla-La Mancha carecen de este tipo de ciudades.

3.2. Las áreas de influencia

En cuanto al área de influencia urbana diremos que entre un núcleo urbano —lugar central, centro comercial, administración, servicios, etc.— y su territorio circundante se establecen múltiples lazos, que corresponden a las distintas formas de relación. Estos vínculos se superponen y combinan, y el conjunto representa el área de influencia, que se extiende hasta donde penetran las distintas formas de relación con la ciudad. El área de influencia (hinterland) se puede definir como el territorio organizado por una ciudad y que está vinculado socio-económicamente a ella. En el área de influencia juega un papel decisivo la distancia, de modo que la intensidad de los flujos de relación decae al alejarnos del núcleo urbano hacia la periferia del área. Sus límites son fluidos, ya que, sobre las márgenes, las poblaciones se reparten entre varios centros que compiten entre sí.  

Precisamente, la teoría de los lugares centrales de Chrystaller explica las diferentes dimensiones que puede tener el área de influencia a través del alcance máximo de los servicios ofrecidos por un centro, que corresponde a un nivel en la jerarquía funcional de los centros. En ocasiones, las áreas de influencia coinciden con límites administrativos y políticos, pero pueden ser tan distintas como los bienes que se oferten. Así, por ejemplo, el área de influencia universitaria de Salamanca (por los diversos lugares de procedencia de sus estudiantes) engloba, en distintos grados, buena parte de España e, incluso, Iberoamérica, mientras que sus áreas de influencia comercial o periodística se limitan a su territorio provincial. Salamanca, tiene, ante todo, una función universitaria.

El tamaño demográfico, el grado de especialización, el número de funciones de mayor o menor nivel y el alcance territorial determinan la extensión superficial del área de influencia, así como la importancia de la ciudad en la jerarquía urbana. De esta manera, los centros comarcales sirven a un alfoz o comarca, y las ciudades medias a una provincia, o subregión, mientras que las metrópolis ejercen su influencia sobre espacios más amplios.

3.3. Distribución espacial

Las ciudades en España se distribuyen de forma muy desigual en lo que se ha denominado sistema semianular, con una periferia costera (Mediterráneo y Cantábrico) en la que se concentran numerosas ciudades, y un centro vacío (Meseta, Sistema Ibérico y valle del Ebro) con núcleos urbanos muy pequeños, salvo casos como Madrid, Valladolid y Zaragoza. A pesar de que en España existen más de cincuenta municipios con más de 100.000 habitantes, el sistema urbano deja amplias áreas sin grandes ciudades en beneficio de un litoral muy urbanizado.

Se trata de un sistema apoyado en una jerarquía bicéfala, con dos grandes ciudades (Madrid y Barcelona), similares en cuanto a su nivel de especialización. Existen cinco grandes metrópolis regionales de primer orden: Bilbao, Valencia, Zaragoza, Sevilla y Málaga. El cuadrante noreste peninsular incluye a Madrid y Barcelona, por lo que se convierte en el espacio más dinámico del sistema. Las carencias más importantes de esta jerarquía, tal como muestra la regla rango-tamaño, residen en la ausencia de ciudades medianas (entre 400.000 y 600.000 habitantes) distribuidas por todo el territorio. Sin embargo, en los últimos años la tendencia, con el apoyo de la organización en comunidades autónomas, apunta hacia un sistema más policéntrico.

3.4. Grandes ejes urbanos

Las ciudades españolas se localizan en cuatro ejes urbanos litorales y prelitorales, frente a un espacio central con ejes débiles, solo ocupado por Madrid y otros núcleos aislados.

  • a) En el norte peninsular y en el valle del Ebro se encuentran:
    • El subsistema gallego, con las mayores ciudades y densidades de población en el litoral, es un subsistema policéntrico (A Coruña, Vigo, Santiago...). Está especializdo en el comercio y en el transporte. Se relaciona con ciudades del interior (Orense y Lugo); las nuevas autovías pueden mejorar esta conexión interna y con el interior peninsular (Madrid) y el eje cantábrico.

    • El subsistema cantábrico es un eje discontinuo que incluye el triángulo asturiano (Oviedo-Gijón-Avilés), cántabro (Santander y Torrelavega) y el triángulo vasco (Bilbao-San Sebastián-Vitoria). Ha pasado una fase de ajuste, con la progresiva pérdida de la preeminencia de la industria madura y la implantación de nuevas actividades. Se relaciona con ciudades próximas del interior castellano (León y Burgos), La Rioja (Logroño), y trata de incrementar sus conexiones con otros ejes: Asturias con Andalucía (a través de la Ruta de la Plata) y el País Vasco con el eje del Ebro.

    • El subsistema aragonés, o eje del Valle del Ebro, cuya metrópoli regional, Zaragoza, se apoya en una localización estratégica: es el centro de un «rombo» formado por los sistemas vasco, catalán, levantino y madrileño. Es un eje dinámico, con equilibrio ente la industria y los servicios, especialmente los relacionados con su posición de intermediación (transporte, logística, distribución), dado que enlaza los ejes cantábrico y mediterráneo, con importantes relaciones con Madrid.
  • b) En el litoral este, el eje mediterráneo es un conjunto de subsistemas que, con la primacía de Barcelona, se extiende por todo el litoral mediterráneo desde Girona hasta Cartagena. Es el más dinámico y el mejor conectado con el sistema europeo, a través del arco mediterráneo, presentando una industria muy diversificada y un fuerte peso de la construcción y el turismo. El subsistema catalán (Barcelona, Tarragona, Lleida y Girona), el subsistema valenciano (Valencia, Castellón, Alicante, Elche) y el murciano (Murcia, Cartagena) articulan este eje litoral. Conecta con los ejes del Ebro (desde Tarragona); con Madrid (a través de Albacete); con Andalucía (a través de Granada); y, con Baleares (desde Valencia y Barcelona).
  • c) La zona meridional de la Península está organizada por el subsistema urbano andaluz, en el cual Sevilla ejerce funciones de metrópoli regional con el apoyo de Málaga. Está dividido en dos ejes: el eje litoral (Almería, Granada, Málaga, Marbella y Algeciras), que es muy dinámico especializado en el turismo, el comercio, la agricultura planificada o las industrias básicas, y se relaciona con el corredor mediterráneo; y, el eje del Guadalquivir (Sevilla, Huelva, Cádiz, Córdoba y Jaén), localizado entre la costa atlántica y Jaén, especializado en actividades agrarias, industriales locales y turismo. Se relaciona con Madrid (a través de Sevilla) y con el incipiente eje extremeño.

  • d) El centro peninsular posee unas redes urbanas poco consolidadas y carece de ejes urbanos integrados; predominan las pequeñas ciudades especializadas en actividades tradicionales, siendo las más destacadas las capitales provinciales. No obstante, se están constituyendo ejes incipientes a los largo de las nuevas infraestructuras de transporte, cuyas ciudades se benefician de la difusión de actividades desde las grandes aglomeraciones.  Madrid, primera metrópoli nacional, ha generado una región urbana muy potente pero que no llega a integrar en ejes urbanos las débiles redes de Castilla-La Mancha. El subsistema madrileño ejerce una influencia muy directa en las ciudades de la Meseta. En el subsistema de Castilla y León, Valladolid, metrópoli regional, organiza las ciudades más próximas (Palencia, Salamanca, Zamora), pero tiene dificultades para influir en las ciudades del norte (León y Burgos), atraídas por el subsistema cantábrico, y sobre Soria, relacionada con Madrid y Zaragoza,

La insularidad provoca dos subsistemas con rasgos singulares en los archipiélagos canario y balear, orientados al turismo nacional e internacional:

  • En el subsistema balear, Palma de Mallorca, que realiza funciones regionales de segundo orden, está muy bien conectada con Barcelona y con el subsistema catalán. Su tamaño demográfico y sus funciones urbanas son superiores a las dimensiones de su región. La importancia de las actividades turísticas, con resonancia internacional, justifica su especialización.

  • El subsistema canario aparece marcado por la bipolaridad de las dos ciudades más importantes, Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife, que mantienen relaciones de competencia y complementariedad en la organización territorial del archipiélago. El resto de las ciudades del archipiélago tienen un tamaño pequeño. Las relaciones entre estas ciudades se lleva a cabo tanto por avión como por eficientes servicios de barcos rápidos. Con la Península y Europa, las conexiones, esencialmente turísticas, fundamenta su posición económica.

Creado con eXeLearning (Ventana nueva)