Saltar la navegación

3. Estructura urbana

3.1. La diversidad del espacio interno de las ciudades

Como se ha visto con anterioridad, el proceso de urbanización en España se ha extendido a lo largo de muchos siglos, desde las antiguas colonias griegas y fenicias hasta la actualidad. La ciudad es un organismo vivo, en constante transformación, por lo que muchas de las construcciones de períodos anteriores han desaparecido. Pero la huella del pasado está viva no solo en los edificios que han sobrevivido al paso del tiempo, sino también en la traza urbana, es decir, el modo en que se disponen calles, plazas y edificios. Esa huella es especialmente profunda en las denominadas ciudades históricas como Santiago de Compostela, Salamanca o Granada, en las que los elementos del pasado constituyen una parte muy importante en el conjunto de la ciudad.

El crecimiento de las ciudades se ha ido produciendo en épocas distintas. progresivamente, desde el centro hasta las nuevas periferias. Por ello, en el interior de las ciudades españolas se pueden diferenciar distintas zonas, en función del período histórico en que se desarrollaron:

  • El centro histórico. también denominado casco histórico, se corresponde con la parte más antigua de las ciudades. Comprende los desarrollos que tuvieron lugar en el periodo preindustrial, aproximadamente hasta mediados del siglo XX. Normalmente, es la zona más característica y visitada por los turistas; la que solemos tener en la mente cuando pensamos en una ciudad española.

  • Ensanche, extrarradio y barrios ciudad-jardín. A partir de mediados del siglo XIX y hasta la Guerra Civil, las Ciudades españolas se expandieron de forma planificada por los ensanches y barrios ciudad-jardín, a la vez que lo hacían de manera espontánea en los denominados extrarradios o suburbios.

  • Las periferias. Desde la Guerra Civil hasta la actualidad, las ciudades sufrieron un proceso de expansión sin precedentes. Primero crecieron en forma compacta, por medio de barrios construidos en los límites del espacio entonces edificado, que albergaban una gran densidad de población. Más recientemente, se crearon áreas residenciales de menor densidad y nuevos espacios para el desarrollo de actividades económicas, situados de forma dispersa por los alrededores de las ciudades.

Más de la mitad de la superficie construida en la mayor parte de las ciudades españolas ha sido urbanizada en los últimos sesenta años.

3.2. El casco antiguo o ciudad preindustrial

El casco antiguo comprende la parte urbanizada desde el origen de la ciudad hasta el inicio de la industrialización a mediados del siglo XIX. Por tanto, corresponde a la ciudad preindustrial, que ocupa una pequeña superficie de la ciudad actual, pero tiene un importante valor por su legado cultural. Por ello, muchos han sido declarados conjunto histórico-artístico y otros patrimonio de la humanidad por la UNESCO: Toledo, Mérida, Cáceres, Córdoba, Segovia, Santiago de Compostela, etc. Por su larga historia, el casco antiguo acumula elementos muy dispares desde el nacimiento de la ciudad hasta la actualidad.

3.2.1. La herencia de la época preindustrial

Los cascos antiguos de las ciudades conservan en parte la herencia preindustrial. En esta etapa, las ciudades eran muy variadas, pero solían presentar algunas características comunes. Casi todas las ciudades estaban rodeadas de murallas. Su finalidad era defensiva, fiscal (garantizar el cobro de impuestos) y sanitaria (aislar a la ciudad en caso de epidemia). A su vez, el plano solía ser irregular, con calles estrechas y tortuosas; típico de muchas ciudades antiguas y medievales -musulmanas o cristianas. No obstante, existían también planos radiocéntricos en ciudades altomedievales (Vitoria), planos lineales en ciudades surgidas a lo largo de vas de comunicación, como el Camino de Santiago (Santo Domingo de la Calzada y planos en cuadrícula, en ciudades de nueva planta romanas (Tarragona), medievales (Villarreal) o barrocas (La Carolina). Así, la trama urbana era carrada, pues durante siglos las ciudades crecieron dentro de las murallas. No obstante, muchas casas y edificios contaban con patios, corrales y huertos. La edificación predominante eran casas unifamiliares de baja altura. Además había edificios destacados, que varían según el periodo histórico: iglesias, mezquitas, palacios, ayuntamientos, etc. También son frecuentes los emplazamientos defensivos en lugares elevados o de difícil acceso por la presencia de ríos u otras barreras naturales, como es el caso de Toledo, Cuenca o Zamora

Los usos del suelo eran diversos (multifuncionalidad); coexistían variadas actividades (talleres, comercios, almacenes y edificios públicos) y diferentes grupos sociales. Este hecho no impedía una cierta especialización en barrios para los distintos gremios de artesanos y comerciantes y cierta jerarquización espacial: el centro era el lugar más destacado, donde se localizaban los principales edificios públicos y vivía la elite política, económica y religiosa de la ciudad; los trabajadores vivían en los demás barrios; y las minorías étnicas y religiosas en barrios aparte -juderías y morerías-.

Estas características comunes de la ciudad preindustrial varían según las aportaciones realizadas por las diferentes sociedades a lo largo de la historia. Así se explica la gran diversidad de los cascos antiguos de las ciudades españolas.

  • Casco histórico de Zaragoza

    a) La ciudad romana suele presentar plano regular, derivado del campamento militar: calles en damero y dos vías principales de norte a sur -cardo- y de este a oeste -decumano-. En el cruce de ambas se encontraba el foro, que albergaba los edificios principales: la basílica, el templo, el pretorio, el mercado, unas termas, etc.; disponían de calzadas pavimentadas, construcciones de agua potable, canalizaciones de aguas residuales, etc. Además, si la ciudad estaba en una posición estratégica importante, era atravesada por la Via Augusta.  Ejemplos de ciudades que conservan en el casco antiguo la impronta romana son Zaragoza, León, Mérida, Barcelona, Valencia y Tarragona etc.

  • Plano de la ciudad nazarí de Almería
    melillamarymedioambiente

    b) En la Edad Media se configuraron la mayoría de las ciudades españolas. En esta etapa, cada una de las dos culturas peninsulares, musulmana y cristiana, realizó sus aportaciones a la morfología urbana. Por un lado, la ciudad musulmana tenía un núcleo principal amurallado, la medina, donde se situaban los edificios principales: la mezquita, el zoco o mercado, y los barrios residenciales. Fuera de ella estaban los arrabales o barrios de los trabajadores, que con el paso del tiempo también acababan amurallándose. El plano era muy irregular, con calles estrechas y tortuosas, frecuentemente sin salida (adarves). Las casas carecían de fachadas suntuosas y tenían pocos vanos. Gran parte de las ciudades musulmanas se fundaron sobre poblados anteriores, como centros estratégicos, administrativos, religiosos y culturales (Zaragoza, Toledo, Málaga, Granada, Córdoba); en algunos casos, los musulmanes fundaron ciudades nuevas, como Madrid, Murcia o Almería. Solían emplazarse en lugares estratégicos por su carácter defensivo (Almería, Granada, Loja, Antequera, Lorca, Niebla, Toledo) o al lado de ríos y barrancos, que podían servir de defensa natural; también hubo ciudades situadas en lugares llanos, caso de Valencia, Sevilla, Córdoba o Écija.

  • Casco urbano de Santo Domingo de la Calzada (La Rioja)

    Por otro lado,  la ciudad cristiana también estaba amurallada. Su centro solía ser un castillo o una iglesia y contaba con plazas para la celebración del mercado, junto a otros edificios destacados como catedrales, palacios y ayuntamientos. Las casas tenían el taller-comercio en la planta baja y encima la vivienda del maestro y la buhardilla para los aprendices. Las ciudades se componían de collaciones o parroquias, cuya advocación daba nombre a los barrios. En los siglos XII y XIII, la urbanización alcanzó un mayor florecimiento gracias a la reactivación del comercio, que favoreció a las ciudades situadas a lo largo de las rutas comerciales; en los grandes puertos (Bilbao, Barcelona, Valencia y Sevilla); y a lo largo del citado Camino jacobeo, que funcionaba como vía de peregrinación, difusión cultural y de comercio, como pueden ser las más importantes ciudades en la Castilla central: Valladolid, Toledo, Medina del Campos Segovia, Salamanca, Burgos, etc.  Este crecimiento urbano experimentado en estos siglos de la Baja Edad Media quedará reflejado en el surgimiento de barrios extramuros (burgos) o en la creación de los nuevos arrabales extramuros. La población de la ciudad cristiana vivía de la ganadería y de la agricultura de secano, y la actividad industrial y mercantil era muy escasa. Las ciudades desempeñaban una función militar y estratégica, de ahí que el paisaje urbano se caracterizara por pequeños recintos amurallados cuyas calles solían ser estrechas y estar bordeadas con pórticos y soportales. En cuanto a su disposición, responden a tres tipos de planos: el radioconcéntrico (Pamplona, Vitoria), el plano en cuadrícula, lineal (Puente de la Reina, Logroño, Santo domingo de la Calzada) y el plano irregular.

  • c) En la Edad Moderna se crearon algunas nuevas ciudades de plano regular, como Santa Fe de Granada, o las Nuevas Poblaciones del siglo XVI. Pero fue más frecuente la creación de nuevos barrios urbanos en cuadricula; y el diseño de plazas mayores, que instalaron el mercado y el ayuntamiento, y se rodearon de edificios con fachadas uniformes. Desde ellas se abrieron nuevas calles, o «calles mayores», de trazado rectilíneo. Además, en el siglo XVIII se embellecieron las ciudades con calles amplias y rectas trazadas en perspectiva, jardines, paseos arbolados y fuentes Y se mejoraron las infraestructuras de abastecimiento e higiene. Entre los edificios religiosos destacaron las iglesias y los conventos; y entre los civiles, los ayuntamientos, palacios, hospitales, hospicios, edificios administrativos y culturales. Estaban precedidos de espacios de respetos, que les proporcionaban vistas, con el consiguiente derribo de casas viejas

3.2.2. Las transformaciones de la época industrial

En el siglo XIX, la ciudad preindustrial sufrió importantes transformaciones, que se aceleraron con el proceso de industrialización (1850-1975): reformas del plano; densificación de la trama; renovación y verticalización de la edificación; cambios en los usos del suelo; y creciente segregación social.

El plano experimentó reformas interiores y políticas de renovación, que afectaron a los sectores más valorados. En el resto, se inició un proceso de deterioro morfológico y social, que en algunos casos se mantiene hasta la actualidad. Por un lado, las reformas interiores del siglo XIX y del primer tercio del siglo XX consistieron en la rectificación y el alineamiento de calles, y en la apertura de nuevas calles y plazas. En la primera mitad del siglo XIX, esta tarea se vio favorecida por la desamortización, que puso en circulación numerosos inmuebles eclesiásticos con sus huertos y jardines, que ocupaban mucho espacio. En la segunda mitad del siglo XIX y en el primer tercio del siglo XX se abrieron nuevas plazas y se construyeron grandes vías. Estas, inspiradas en el modelo de París, se concibieron como calles amplias y largas, jalonadas de edificios majestuosos. En unos casos se trazaron dentro del casco antiguo, rompiendo su trama (Gran Vía de Madrid) y en otros uniendo la ciudad histórica con el ensanche burgués o con la estación ferroviaria (Oviedo, León). A partir de ellas se renovaron las calles próximas, aprovechando el alto valor del suelo. Las políticas de renovación de la década de 1960 se propusieron sacar mayor rentabilidad al suelo urbano. Así, parte del plano del casco antiguo se destruyó con la apertura de nuevas calles o con la modificación de su trazado.

La trama del casco antiguo se densificó en la época industrial para aprovechar más el espacio. La edificación sufrió cambios. Algunos inmuebles eclesiásticos se reutilizaron para otras funciones que exigían ubicarse en el centro urbano (diputaciones, delegaciones del gobierno, cuarteles, hospitales, centros culturales, bibliotecas y museos). Otros edificios unifamiliares de una o dos plantas se sustituyeron por viviendas colectivas y en altura, de estilos diferentes. Entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX adoptaron el estilo historicista o ecléctico, que utilizaban o mezclaban varios estilos históricos (neoclásico, neobarroco, neogótico, neoárabe y neomudéjar) e incorporaron a veces los nuevos materiales proporcionados por la industria, como el hierro combinado con el cristal. En la década de 1960, los edificios se verticalizaron más y adoptaron el estilo moderno de formas geométricas, que desentonaba manifiestamente con los edificios del entorno.

Las únicas excepciones fueron los cascos antiguos de ciertas ciudades, donde se impuso una política conservacionista que, al impedir cualquier reforma, favoreció el deterioro de los edificios antiguos y su progresivo abandono por los residentes (Toledo, Salamanca, Segovia, Cáceres).

Los usos del suelo del casco antiguo experimentaron una progresiva terciarización y segregación.

  • La actividad económica también se fue desplazando hacia los ensanches, donde se podía disponer de edificios más amplios y modernos para instalar los negocios. Así, La terciarización se inició en el primer tercio del siglo XX, cuando los edificios renovados, sobre todo los de las grandes vías, instalaron actividades terciarias, que necesitaban accesibilidad y prestigio arquitectónico, y podían rentabilizar el alto precio del suelo (bancos, sedes empresariales, instituciones públicas, despachos profesionales, comercios de lujo, centros de ocio, casinos, teatros, cafés de moda, restaurantes, hoteles). Esta terciarización culminó en la década de 1960 y consolidó el casco antiguo como centro comercial y de negocios de la ciudad. El resultado fue el desplazamiento de los usos residenciales; una creciente saturación por la confluencia de personas y de tráfico; y el deterioro de los edificios por la contaminación y las vibraciones del tráfico.

  • La segregación residencial se manifestó en la separación entre los diferentes grupos sociales. Con la construcción de los ensanches a mediados del siglo XX, las clases altas comenzaron a abandonar los centros históricos, y después también lo hicieron otros grupos sociales. Desde mediados del siglo XX, se intensificó la pérdida de población en estas zonas. La mayor parte de los que permanecieron eran ancianos con bajos niveles de renta, por lo que el centro experimentó un proceso de envejecimiento y empobrecimiento. Todo ello se reflejó en un deterioro urbano, ya que muchas viviendas quedaron vacías y en otras no se realizaron las obras necesarias de mantenimiento y renovación.

3.2.3. Problemas y transformaciones de la época postindustrial

En la actualidad, los cascos históricos son áreas complejas que padecen diferentes problemas. Su solución se aborda, desde la década de 1980, mediante políticas de rehabilitación integrada, que incluyen los aspectos morfológicos, funcionales y sociales.

El trazado de calles heredado, con frecuencia estrecho e irregular, resulta inapropiado para el tráfico moderno de personas y automóviles Aunque esta situación es difícil de cambiar, puede mejorarse en ciertos sectores mediante rectificación de calles y actuaciones de reforma interior. A su vez, la trama cerrada y densa trata de mitigarse mediante la peatonalización de calles y mediante la ampliación y el ajardinamiento de plazas, con el fin de recuperarlas como lugar de encuentro y disfrute público.

La edificación sufre el daño de algunos edificios históricos y contrastes en el caserío. Algunos barrios con viviendas nuevas o rehabilitadas de elevado precio se ocupan por grupos de alto poder adquisitivo que valoran el prestigio de los edificios históricos y la proximidad al trabajo o a los lugares de cultura y ocio. En cambio, otros barrios mantienen un importante deterioro: sus casas no reúnen condiciones para la vida moderna y albergan a personas con bajos ingresos. Como solución, se rehabilitan los edificios históricos, destinándolos a veces a nuevos usos (por ejemplo, a museos); al respecto, las administraciones públicas han invertido cuantiosas sumas en la rehabilitación de los edificios y la mejora de los espacios públicos, calles y plazas. Además, han dado un nuevo uso a viejos monumentos, convirtiéndolos, por ejemplo, en edificios administrativos o universitarios, y dinamizando así la vida de los centros históricos.y se rehabilitan las viviendas particulares, procurando que este hecho no suponga un encarecimiento que expulse a los grupos populares.

En los últimos años se ha producido en toda Europa una auténtica explosión del turismo urbano, particularmente del denominado turismo cultural; en especial, en aquellas ciudades declaradas Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. El turismo ha potenciado la rehabilitación de los centros históricos españoles, mediante la restauración de edificios y la peatonalización de calles y plazas. Al mismo tiempo, se han ido desarrollando nuevas actividades económicas orientadas a los turistas: comercios, hoteles, restaurantes, etc.

Se ha producido igualmente un cambio de actitud de la población local. La población local también ha cambiado su valoración sobre el centro histórico, ya que en lugar de percibirlo como un espacio deteriorado, ahora comienza a verlo como un área de oportunidades económicas y también como un lugar agradable para vivir. Así, los centros de algunas ciudades están atrayendo población joven y de mayor nivel de renta, lo que contribuye a conservar los edificios residenciales y revitalizar estas zonas.

Los usos del suelo del casco antiguo acentúan la pérdida de multifuncionalidad y la segregación.

  • Los sectores renovados mantienen la especialización terciaria. Y los barrios degradados pierden usos tradicionales, como el comercio de artículos cotidianos y los pequeños talleres, e instalan otros relacionados con el ocio degradado o con actividades implantadas por los inmigrantes (almacenes mayoristas, venta de productos baratos, restaurantes). Frente a estos problemas, las políticas de rehabilitación promueven la recuperación del comercio tradicional y la implantación de nuevos usos, como el turístico-cultural, que se ha convertido en una de las bases de las actuales políticas de marketing o promoción urbana.

  • La mezcla social propia de los cascos antiguos se sustituye por una progresiva polarización social, que trata de paliarse fomentando la instalación de las clases medias.

A lo largo de las últimas décadas (especialmente, a partir de los años ochenta del siglo pasado), las tendencias anteriores se han visto, en parte, compensadas por procesos de revitalización de estas zonas.

3.3. La ciudad industrial: ensanches, barrios obreros y barrios jardín

Entre mediados del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, las ciudades tradicionales medias y pequeñas crecieron poco y se mantuvieron dentro de sus límites anteriores. En cambio, las ciudades que implantaron industrias modernas, atrajeron a una numerosa población campesina y extendieron su superficie, advirtiendo transformaciones muy profundas.

3.3.1. El ensanche burgués

A mediados del siglo XIX, las ciudades españolas se hallaban en una situación crítica. El crecimiento poblacional de las últimas décadas se había producido sin apenas expansión superficial, es decir, recurriendo a una mayor densificación. Las murallas o cercas -cuya función defensiva había quedado anulada por los progresos de la artillería- que rodeaban a las ciudades impedían su crecimiento, y los nuevos desarrollos urbanos se registraban intramuros, aumentando la altura de los edificios y ocupando espacios que habían quedado disponibles tras la desamortización de Mendizábal. Además, el hacinamiento producía una situación de insalubridad que favorecía la difusión de las epidemias.

Como respuesta a esta situación, y ante la necesidad de crecimiento de las zonas urbanas, se construyeron los ensanches, nuevos barrios ubicados junto al casco histórico, con un trazado ortogonal. Para conectar el ensanche con el centro histórico, se derribaron las murallas instalando en su lugar las llamadas vías de ronda, que rodeaban al centro. Este viario, más amplio y regular, se adecuaba a las nuevas necesidades de transporte de una ciudad más extensa, en la que ya no bastaban los desplazamientos peatonales, siendo necesario recurrir también a los tranvías. El ensanche es así un espacio nuevo que responde a los deseos de crecimiento urbano de la burguesía. Por tanto, plasma sus ideas de orden, en su plano regular, de higiene, en su dotación de servicios de pavimentación, alcantarillado, abastecimiento de agua y espacios verdes; y de beneficio económico, obtenido de la construcción de viviendas, comercios y transportes.

En el momento de su creación, el ensanche adoptó plano regular en cuadrícula, o sea, manzanas regulares con patios interiores, con calles rectilíneas y más anchas que las del casco antiguo. La trama era de baja densidad en manzanas abiertas por uno o dos lados, y con extensos espacios ocupados por jardines. Algunas de las calles más anchas se diseñaron como grandes avenidas a modo de bulevares, conformando amplios espacios abiertos. La edificación incluía palacetes burgueses y villas ajardinadas; o inmuebles de mediana altura, de estilo historicista. El uso predominante del suelo fue residencial burgués debido a los altos precios de los solares y de los inmuebles, aunque inicialmente algunos trabajadores se instalaron en los sótanos, buhardillas y patios de las casas burguesas. 

Los primeros ensanches se hicieron en las ciudades más dinámicas y  fueron los de Barcelona y Madrid, diseñados por los urbanistas Ildefonso Cerdá (1859) y Carlos María de Castro (1860), respectivamente. El mismo esquema se repite luego en otras muchas ciudades españolas a finales del siglo XIX y en el primer tercio del siglo XX., como San Sebastián, Bilbao, Alicante, Zaragoza. Valencia, etc. En general, la extensión de los ensanches era bastante considerable con relación a la ciudad histórica, por lo que fue necesario el paso de varias décadas para que llegarán a edificarse plenamente. El de Alicante necesitó 30 años hasta llegar a ocuparse, y 25 años el de Pamplona.

Con el paso del tiempo, el ensanche experimentó modificaciones, derivadas de su consideración como espacio central, al mejorar su accesibilidad gracias a la introducción del transporte urbano (tranvía eléctrico y automóvil). La trama se densificó al edificarse las manzanas por los cuatro lados y construirse muchas de las destinadas a parques. La edificación se verticalizó, al levantarse áticos y sobreáticos y sustituirse las villas burguesas y casas modestas por bloques de pisos, sobre todo en la década de 1960. En los usos del suelo, el ensanche comenzó a recibir funciones terciarias, que se extendieron desde el centro histórico a sus calles principales. Así, acabó produciéndose una división entre un área residencial y cara para la burguesía y un sector terciarizado dominado por comercios y oficinas. Esta terciarización es especialmente intensa en los ensanches de Madrid y Barcelona. En la actualidad, algunas zonas envejecidas de buena accesibilidad han modernizado sus inmuebles y se han embellecido, con el fin de atraer a las actividades más especializadas del sector terciario. En las últimas décadas también han predominado las restauraciones de los antiguos edificios.

3.3.2. Los barrios obreros e industriales del extrarradio

En el momento de su creación en el siglo XIX, las zonas industriales y los barrios obreros urbanos ofrecían un claro contraste con el ensanche burgués. Las instalaciones industriales se establecieron en el extrarradio, junto a las principales vías de acceso a la ciudad, o junto a los puertos y estaciones ferroviarias. Estas atrajeron también servicios ligados al ferrocarril (apeaderos, talleres, almacenes, depósitos, mercados centrales, mataderos...), que contribuyeron a una escasa valoración del suelo.

Los barrios obreros acogieron a los trabajadores que emigraron a las ciudades industriales. Estos no podían instalarse en el casco histórico porque sus áreas más valoradas eran caras y estaban habitadas por la burguesía y sus espacios deteriorados tenían una alta ocupación. Tampoco podían establecerse en el ensanche burgués por su alto precio, excepto en los sótanos y los áticos, o en reducidas habitaciones creadas en el patio interior de las casas burguesas, denominadas ciudadelas o barrios ocultos por quedar fuera de la vista desde la calle. Por ello, los trabajadores se instalaron en barrios marginales del extrarradio surgidos alrededor del ensanche; a lo largo de las carreteras y los caminos que partían de la ciudad; o junto a las industrias y las estaciones ferroviarias («los barrios de estación»); por ello, en muchas zonas urbanas adoptaron un plano en forma de estrella. En las ciudades de mayor tamaño, estos crecimientos lineales llegaron a alcanzar algunos pueblos del entorno, que quedaron integrados en el tejido urbano de la gran ciudad. Los barrios de Tetuán, en Madrid. o Poble Nou. en Barcelona son buenos ejemplos de este tipo de desarrollos suburbiales.

Los barrios obreros, denominados comúnmente extrarradio o suburbios, adoptaron un plano desorganizado, debido a que surgieron de parcelaciones privadas e incontroladas del suelo rústico de la periferia realizadas por sus propietarios. La trama se hizo cerrada y densa, y en la edificación predominaron las viviendas de escasa dimensión y calidad,  a veces de autoconstrucción, unifamiliares de una o dos planteas o en pisos. Los usos del suelo entremezclaron residencias obreras, industrias, talleres y almacenes. Las infraestructuras de transporte, los servicios y los equipamientos fueron escasos, por lo que estos barrios se convirtieron en focos de enfermedades infecciosas y de descontento social.

La evolución del extrarradio después de la Guerra Civil fue muy dispar. Con el paso del tiempo, las antiguas zonas industriales y barrios obreros han quedado en una posición más céntrica en el espacio urbano, lo que ha revalorizado el suelo que ocupan. Las áreas más próximas al ensanche se revalorizaron, y en ellas se construyeron edificios de mayor calidad. Au vez, en las antiguas zonas industriales, ahora obsoletas o en crisis, se ha producido un vaciado industrial al cerrarse las fábricas o trasladarse a otros emplazamientos; y los barrios obreros se han renovado. Se han trazado nuevas calles, paseos y plazas; y el suelo ha sido ocupado por usos terciarios (oficinas, centros comerciales o recreativos, campus universitarios, museos) o por residencias, generalmente con sustitución de la antigua población residente por otra de mayor poder adquisitivo. En cambio, las zonas industriales y los barrios obreros menos valorados por su accesibilidad se mantienen como espacios marginales, con solares industriales abandonados e inmuebles deteriorados.

3.3.3. Los barrios-jardín

Los barrios-jardín se crearon a finales del siglo XIX y en el primer tercio del siglo XX. Son el resultado de la difusión en España de las ideas naturalistas, que propugnaban el acercamiento a la naturaleza en las zonas periféricas urbanas; y de las ideas higienistas, que valoraban los efectos positivos del sol y del aire libre sobre la salud. Como resultado surgieron propuestas de acercar el campo a la ciudad, que se concretaron en los barrios jardín y en ciertos proyectos, como la Ciudad Lineal de Arturo Soria, en Madrid.

La ciudad-jardín, desarrollada por el urbanista británico Ebenezer Howard, no dio lugar en general a ciudades-jardín autónomas, sino a barrios-jardín de vivienda unifamiliar. Inicialmente se realizaron colonias para el proletariado, dado que la burguesía residía en las prestigiosas áreas del centro o del ensanche urbano. En su creación jugó un papel destacado la Ley de Casas Baratas (1911, modificada en 1921), inspirada en las colonias obreras ajardinadas de Inglaterra y en el urbanismo utópico. La ley pretendía eliminar las viviendas insalubres del extrarradio, permitiendo a los municipios expropiar el suelo y crear barrios obreros de viviendas subvencionadas baratas. Estas adoptaron plano regular, trama abierta y viviendas unifamiliares monótonas, de reducido tamaño y con pequeños jardines. Poco tiempo después, ante su escasa rentabilidad, las empresas privadas las orientaron hacia la clase media, construyendo barrios jardín de mejor calidad, si bien con el tiempo también las clases altas demandaron este tipo de espacios, como es el caso de los barrios de Neguri en Bilbao, el Viso en Madrid o Pedralbes en Barcelona. Con el posterior crecimiento de la ciudad, estos espacios han quedado situados en zonas relativamente céntricas, lo que ha favorecido su revalorización y, en bastantes casos, su cambio de uso, ya que numerosas casas han sido ocupadas por pequeños negocios: por ejemplo, guarderías o clínicas privadas.

La Ciudad Lineal de Arturo Soria proyectada en 1882, se inspiraba en las ciudades jardín europeas. Se concibió como una gran calle, de 40 metros de ancho, bordeada de manzanas formadas por casas unifamiliares con huerto y jardín. Por ella discurrían los servicios básicos (agua, alcantarillado, electricidad) y el transporte (ferrocarriles y tranvía). En las estaciones se planearon centros sociales comunitarios, comercios y servicios públicos. Aportó la incorporación del jardín a la ciudad, la visión del transporte como agente estructurador del espacio; además, se quiso superar la segregación social incluyendo viviendas de distinto nivel y precio, aunque apenas se instalaron obreros en ella. El proyecto, que pretendía rodear toda la periferia madrileña mediante una vía de 48 kilómetros, solo se realizó parcialmente en el nordeste, con alrededor de cinco kilómetros. En la actualidad se encuentra muy modificado, porque la revalorización del suelo ha llevado a sustituir la mayoría de las casas unifamiliares por bloques de viviendas, oficinas y centros comerciales.

3.4. La periferia urbana

La periferia es la franja externa de la ciudad correspondiente a la expansión urbana entre el primer tercio del siglo XX y la actualidad. Durante la Guerra Civil y la posguerra la expansión urbana fue poco significativa a causa de la depresión económica y la escasez de materiales de construcción. Pero, desde mediados de la década de 1950, las principales ciudades españolas iniciaron un importante crecimiento del área edificada, creando extensas periferias. En su constitución se diferencian dos etapas, caracterizadas por sus distintos modelos de crecimiento y problemas.

3.4.1. El periodo 1955-1975: el área suburbana compacta

Durante los años posteriores a la Guerra Civil, las migraciones del campo a la ciudad fueron débiles, pero desde mediados de la década de 1950 y sobre todo durante los años del desarrollismo, las ciudades experimentaron un alto crecimiento, debido al aumento del crecimiento natural y a la inmigración campesina, atraída por el auge industrial y el progresivo desarrollo de los servicios, lo que supuso una gran demanda de viviendas en las áreas urbanas, que no siempre pudo ser adecuadamente satisfecha. En esta etapa, la periferia se extendió de forma contigua a la ciudad existente y a lo largo de las vías de transporte, formando un área suburbana. Adoptó en general un modelo compacto, caracterizado por la alta densidad de la urbanización; la verticalización de la edificación; y la zonificación, o constitución de áreas con diferentes usos del suelo, contiguas, pero mal comunicadas entre sí y con el centro por la ausencia de infraestructuras adecuadas. De hecho, en los cinturones de las ciudades empezaron a ser muy frecuentes los núcleos chabolistas. El censo de 1960 recogía la existencia de 120.000 infraviviendas o chabolas en España, en las que habitaban 582.000 personas. Además, la incipiente industrialización del país exigía nuevos espacios para instalar fábricas en la periferia de las ciudades.

La demanda de viviendas y áreas de actividad económica se canalizó a través de las siguientes iniciativas:

  • Los barrios de infravivienda o chabolas alcanzaron su máxima dimensión en la década de 1950, debido a la llegada a la ciudad de numerosas personas de escasos recursos, para las que no había vivienda asequible. Las casas se autoconstruyeron con materiales de desecho, sobre suelo ilegal y con ausencia de servicios básicos (luz, agua, saneamiento).
  • Los barrios de viviendas de promoción oficial, construidas con ayuda pública, tuvieron su auge entre 1940 y 1960. Para atender la creciente demanda de vivienda y resolver el problema del chabolismo, el Estado llevó a cabo una intensa labor de promoción de viviendas sociales, que en su mayor parte tenían dimensiones reducidas y una baja calidad de construcción. Fueron edificadas en grandes bloques, algunos de ellos tan precarios que realmente se trataba de barracones prefabricados destinados al rápido realojamiento de chabolistas, pero que acabaron dando lugar al denominado chabolismo vertical. En general adoptaron trama abierta; y edificación en viviendas unifamiliares baratas o en bloques monótonos, envejecidos prematuramente. Estos polígonos generalmente carecían de las necesarias dotaciones de servicios y equipamientos: colegios, parques, espacios comerciales, etc., y un entorno de baja calidad ambiental por la proximidad de industrias, depuradoras o vertederos.

  • Los polígonos de viviendas de promoción privada. En paralelo a las actuaciones públicas, la iniciativa privada también desarrolló nuevos espacios residenciales. La calidad de construcción de los polígonos de promoción privada era algo mejor que los de iniciativa pública, aunque muy heterogénea en función de la clase social a la que se destinaban las viviendas. Este es el paisaje residencial que caracteriza aún a gran parte de las periferias de las ciudades españolas, particularmente la de municipios metropolitanos próximos a las grandes ciudades. Adoptaron trama abierta en bloques o torres elevadas, separados por espacios abiertos para jardines o aparcamientos. Pero pronto proliferaron los bloques en forma de H, de altura y densidad excesivas, que crearon un trazado de calles en apariencia desordenado, dando lugar a un paisaje residencial de altas densidades de población. Por su parte, la edificación adoptó el estilo internacional, de edificios geométricos, creadores de un paisaje monótono o de «colmena». El uso de estos polígonos fue sobre todo residencial; los comercios y las dotaciones de barrio se concentraron en ciertas zonas.
  • Para las clases sociales altas, no solo se construyeron edificaciones residenciales en altura. sino que también se desarrollaron urbanizaciones de viviendas unifamiliares, tanto en las afueras de las principales ciudades como en algunos municipios metropolitanos de su entorno. Algunas de estas urbanizaciones eran originalmente de segunda residencia, pero después se destinaron a vivienda habitual. Estas áreas residenciales, ante la urgencia de crear viviendas para acoger a la creciente población, se hicieron a menudo sin planificar. Los barrios adoptaron diversas tipologías y una composición social homogénea, en función del precio del suelo.

A partir de los años cincuenta y hasta la mitad de la década de los setenta del siglo pasado se produjo un rápido crecimiento industrial, que demandaba nuevas superficies para su actividad. Las áreas industriales y de equipamiento se instalaron junto a las principales vías de transporte. Las áreas industriales incluían grandes polígonos industriales bien planificados; o áreas desorganizadas a lo largo de las carreteras, tanto en la periferia de las grandes ciudades como en los municipios metropolitanos de su entorno, que albergaban empresas de diferentes características. Los equipamientos fueron escasos y en muchos casos los no deseados por la ciudad central (cárceles, cementerios, depuradoras). Estos rasgos dieron a la periferia suburbana una imagen negativa. Con la crisis industrial, a comienzos de los años ochenta, desaparecieron muchas de las grandes fábricas. En la actualidad, las políticas urbanísticas han adoptado medidas para mejorar las áreas residenciales, como la erradicación de los barrios de chabolas, realojando a su población en viviendas sociales; la rehabilitación de viviendas degradadas; la dotación de equipamientos y servicios; y la mejora medioambiental. También se han rehabilitado edificios y áreas industriales para acoger nuevos usos; y se han mejorado las comunicaciones con la ciudad central y entre las áreas periféricas.

3.4.2. El periodo desde 1975: el área periurbana difusa

Desde 1975, las ciudades reducen su ritmo de crecimiento, debido a la disminución del crecimiento natural y a la paralización del éxodo rural causados por la crisis. No obstante, la expansión de la periferia urbana continua por la difusión desde el centro urbano de población y actividades económicas y, en menor medida, por el crecimiento de la inmigración extranjera entre 1995 y 2008, y posteriormente, entre 2015 y 2023.

En esta etapa, la periferia se extiende más allá del continuo edificado, por áreas periurbanas o rururbanas, de límites imprecisos entre el campo y la ciudad. Adopta un modelo disperso, conocido como «ciudad difusa» o «ciudad dispersa», caracterizado por la baja densidad de la urbanización y la zonificación en áreas con diferentes usos del suelo, separadas por espacios intersticiales o vacíos urbanos, bien conectadas entre sí y con el centro urbano por una red viaria densa, orientada sobre todo al transporte en automóvil privado.

En las áreas residenciales predominan edificaciones de tipologías intermedias, con densidades medias o bajas, respondiendo al deseo de las clases medias de disfrutar de mayor privacidad, viviendas más amplias y baratas y mayor contacto con la naturaleza; lo cual se ha visto facilitado por el uso del automóvil privado. El modelo más frecuente de baja densidad es el de urbanizaciones de viviendas unifamiliares aisladas o adosadas con jardín (frente a los chalés independientes del periodo anterior), y con espacios reservados a centros comerciales y otros equipamientos. Asimismo las densidades medias se corresponden a edificios de pisos de mejor calidad de construcción y bajo número de plantas, generalmente en torno a las cuatro plantas con amplios jardines; muchos de estos edificios convierten los patios interiores en espacios con jardines y piscinas de uso exclusivo de los residentes. Así pues, el uso del suelo es sobre todo residencial; aunque cerca existen servicios de consumo y de ocio, como superficies comerciales, parques recreativos, multicines, etc. Por otra parte, se ha producido un cierto rebrote de la urbanización marginal ligado a la inmigración y a grupos sociales marginados.

Las áreas industriales y de equipamiento de la periferia periurbana son el resultado de las transformaciones económicas ocurridas a partir de la crisis de 1975: crisis industrial y reindustrialización y creciente proceso de terciarización. En los últimos años han surgido diferentes actividades económicas, que han transformado la periferia de las ciudades mediante la creación de nuevos espacios:

  • Parques industriales y parques. Las empresas demandan ahora espacios industriales de mayor calidad urbanística y ambiental, lo que ha dado lugar a la creación de parques industriales. Además, los poderes públicos impulsan el desarrollo de parques tecnológicos para acoger a las empresas dedicadas a la investigación y al desarrollo de nuevas tecnologías.

  • Parques empresariales. Se trata de espacios destinados a edificios de oficinas. Son ocupados no sólo por empresas de servicios, sino también por oficinas de compañías industriales. En la mayoría de los casos se desarrollan para la instalación de distintas empresas; aunque en otros se construyen para una sola, como por ejemplo, el Campus Financiero del Banco Santander o la Ciudad de las Telecomunicaciones de Telefónica, ambas en la periferia de Madrid.

  • Centros logísticos. El creciente desarrollo del transporte y de las prácticas just in time hace necesario disponer de centros dedicados especialmente a la distribución de mercancías, dotados de amplias superficies de almacenaje y manejo de la carga. En estos centros se transfiere la mercancía de unos vehículos a otros, ya sean con un carácter unimodal (por ejemplo, de unos camiones a otros) o intermodal (por ejemplo, del ferrocarril al camión).

  • Centros comerciales y de ocio. Las nuevas pautas de consumo de la sociedad actual se inclinan hacia los centros comerciales y de ocio, grandes superficies en las que se puede encontrar una amplia oferta de establecimientos: tiendas de moda, supermercados, cines, bares y restaurantes, etc.

Estos rasgos han dado una imagen más positiva de la periferia periurbana. Sin embargo, en la actualidad, el modelo de ciudad difusa es objeto de fuertes críticas por considerarlo insostenible. Consume mucho territorio a costa de los espacios agrarios y naturales. Depende en exceso del automóvil privado, aumentando el coste energético y las emisiones nocivas a la atmósfera. Incrementa el gasto en llevar infraestructuras y servicios a lugares alejados (carreteras, electricidad, alcantarillado, recogida de basura). La zonificación favorece la segregación en áreas residenciales de diferente composición social; y el aislamiento social: los individuos apenas se relacionan en la calle -salen y entran a sus viviendas en automóvil- sino en espacios semiprivados -clubes- o centros comerciales. Con ello, las calles pierden su carácter público y disminuyen las relaciones sociales., Además, este modelo perjudica al núcleo urbano: aumenta el tráfico por los movimientos pendulares; reduce la rentabilidad del transporte público; y ocasiona pérdidas económicas a los centros comerciales y de ocio.

Las alternativas planteadas respecto a este problema son varias:

  • La vuelta a la ciudad compacta caracterizada por la contigüidad de los usos del suelo y la alta densidad; aunque sin excesivo apelmazamiento ni verticalización. Por ejemplo, promoviendo barrios con trama en manzanas cerradas o semiabiertas con menor densidad que las tradicionales y patio de uso público o privado.

  • El reciclaje urbano o recuperación de los espacios deteriorados existentes en la ciudad, en lugar de fomentar nuevos desarrollos urbanísticos. Los barrios residenciales se rehabilitan mejorando las viviendas, el diseño de calles y plazas, la dotación de equipamientos y servicios, los transportes y la calidad medioambiental. Y los edificios y las áreas industriales deterioradas se rehabilitan para acoger nuevas empresas o nuevos usos.

  • La rehabilitación de la ciudad difusa aumentando la densificación; y el control urbanístico de la extensión urbana.

Creado con eXeLearning (Ventana nueva)