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1. Proceso de urbanización

Para comprender la ciudad actual, tanto en relación con su distribución sobre el espacio como en sus características morfológicas o estructurales, es imprescindible echar la vista atrás y analizar, a grandes rasgos, cuál ha sido su evolución. Como obra humana, la ciudad es un producto del momento histórico en el que se produce; por ello, cada etapa de la historia ha dejado en la ciudad su impronta, su huella, más o menos perdurable. Se trata, por tanto, de descubrir lo que la ciudad actual debe a cada una de esas etapas de su pasado.

A la hora de establecer las etapas en la evolución de la ciudad se suelen diferenciar tres etapas fundamentales: la ciudad preindustrial, la ciudad industrial y la ciudad postindustrial; el criterio de división responde a los diversos modos de producción o sistemas económico-sociales imperantes en cada etapa.

1.1. La ciudad preindustrial

La etapa preindustrial comprende el desarrollo de las ciudades desde la Antigüedad Clásica hasta la implantación del proceso industrializador. Dentro del carácter homogéneo que impone el modo de producción preindustrial, basado en la actividad económica agraria y artesanal, y en el desarrollo de las actividades comerciales, conviene analizar las características que presentaron la ciudades en las diferentes épocas de este largo periodo, características establecidas por el poder político dominante en cada una de ellas. Lo que hoy conocemos por el nombre de casco antiguo se corresponde con la ciudad preindustrial, aquella existente antes de iniciarse los profundos cambios de los siglos XIX y XX, motivados por la revolución industrial. Por tanto, en la medida en que España conocerá diferentes civilizaciones durante la etapa preindustrial (griega, romana, musulmana, cristiana, etc.), las ciudades se organizarán en función de los imperativos establecidos por cada una de estas culturas.

1.1.1. Edad Antigua

Plano de la Neapolis de Ampurias, de época romano-bizantina
Martín Almagro

Tras la etapa preurbana, las primeras ciudades de la Península son de la época de la colonización fenicia, púnica y griega (siglo VIII a. C.). Estos pueblos de comerciantes mediterráneo-orientales fundaron una serie de nuevas poblaciones, factorías comerciales a lo largo del litoral mediterráneo y suratlántico para explotar los recursos mineros, agrarios y artesanales del entorno. entre las que destaca Gadir/Gades (Cádiz), de origen fenicio y la ciudad más antigua del Occidente europeo, o Ampurias de raíz griega. En el resto del territorio, los asentamientos indígenas eran todavía protourbanos (Numancia, Astapa, etc.); la población indígena, por imitación, fueron transformando sus primitivos poblados, aunque sus fundamentos agrarios impiden su consideración como ciudad, pero por su tamaño y trazado se aproximan mucho a ella; estas consideraciones son aplicables a la planta rectangular de Numantia, o en los castros circulares gallegos o asturianos.

Plano ideal de la ciudad romana

Pero hasta mediados del siglo II a. C., no se puede hablar de verdaderas ciudades. La romanización, iniciada en el siglo m a. C., supuso la fundación de numerosas ciudades, como Barcelona, Tarragona, Sevilla, Valencia, o Zaragoza. Sus funciones eran político-militares (control del territorio), administrativas (capitales provinciales o de partidos judiciales) y económicas (explotación de recursos minerales o agrarios próximos). Además, los romanos crearon una red urbana unida por vías de comunicación -las calzadas- para facilitar el control comercial y militar del territorio. Las áreas más urbanizadas fueron las más romanizadas: la costa mediterránea y el valle del Ebro.

La decadencia del poder romano y las invasiones germánicas condujeron a una fase de desurbanización y ruralización, a partir del siglo III. La población se disemina por el campo y deja de agruparse en núcleos urbanos. Muchas ciudades desaparecieron, y otras se convirtieron en asentamientos rurales o en sedes religiosas o palaciegas (ciudad visigoda de Recópolis).

1.1.2. Edad Media

En la Edad Media, se produjo una nueva fase urbanizadora, en dos espacios geográficos y culturales distintos: la ciudad musulmana y la ciudad cristiana.

Plano de la ciudad islámica

El espacio musulmán, tras la invasión del año 711, se extendía desde el sur hasta las montañas del norte peninsular. En algunos casos, los musulmanes fundaron ciudades nuevas, como Madrid, Murcia o Almería Pero la mayoría de las veces revitalizaron asentamientos anteriores como centros estratégicos, administrativos, económicos, religiosos, y culturales (Zaragoza, Toledo, Málaga, Granada, Córdoba). Con el avance de la Reconquista, las ciudades musulmanas pasaron a dominio cristiano y sus habitantes fueron expulsados o segregados en barrios aparte: las morerías.

Vista aérea de la almendra medieval de Vitoria

El espacio cristiano, limitado inicialmente a las áreas montañosas del norte peninsular, tuvo una vida urbana escasa. Pero en el siglo x se expandió con la Reconquista y la repoblación del territorio, realizada mediante la creación de municipios que tenían como base ciudades nuevas o reconquistadas a los musulmanes. En los siglos XI y XIII, la urbanización alcanzó un mayor florecimiento gracias a la reactivación del comercio, que favoreció a las ciudades situadas a lo largo de las rutas comerciales; en los grandes puertos (Bilbao, Barcelona, Valencia y Sevilla); y a lo largo del Camino de Santiago, que funcionaba como vía de peregrinación y de comercio.

1.1.3. Edad Moderna

Villa de Madrid y Corte Primera planimetría urbana de Madrid
Biblioteca Regional de la Comunidad de Madrid. Miguel Molina Campuzano lo fechó hacia 1635; posteriormente Antonio Matilla da como fecha probable 1623, siendo su autor Antonio Mancelli.

Durante esta etapa histórica, la urbanización experimentó vaivenes en función de la situación demográfica, económica y política. Durante el siglo XVI, hubo un crecimiento urbano continuado motivado por el aumento de la población, la expansión económica basada en el comercio con América, y el poderío político-militar de los Austrias. Las zonas más urbanizadas eran Andalucía y Castilla; y las ciudades principales: Sevilla que controlaba el comercio con América, Valladolid, Valencia, y Madrid, elegida como capital por Felipe II (1561). Esta creciente urbanización derivó en una mejora de las infraestructuras urbanas (puentes, espacios públicos) y en una remodelación de la trama viaria, de modo que los antiguos trazados islámicos se sometieron a una mayor regularización. A finales del siglo XV e inicios del XVI, una serie de leyes obligan a los concejos a construir Casas Consistoriales, los ayuntamientos; estos edificios públicos se sitúan en los espacios más concurridos de la ciudad, es decir, donde había palacios, mercados o iglesias, lo que facilitaba la aparición de la Plaza Mayor, que modificaba el ámbito urbano. Igualmente, se construyen fortificaciones (murallas, ciudadelas). Respondiendo al autoritario poder político, que recaía en la monarquía, comienza la construcción de sitios reales como la Zarzuela, el Pardo o el Escorial.

Grabado de Valladolid. G. Braun y F. Hohenbergius (hacia 1574),

En el siglo XVII, la urbanización se estancó, debido a la crisis demográfica y económica y a las importantes pérdidas territoriales. Las ciudades castellanas, afectadas por esta situación, perdieron relevancia en relación con las de la periferia peninsular. El casco urbano medieval se había quedado pequeño en algunos lugares y hubo que traspasar el límite de la muralla. Se construyeron nuevas y mayores plazas de planta regular, situadas extramuros, junto a la puerta principal de la ciudad; esta nueva plaza mayor sirvió unas veces para unir la ciudad con los arrabales, otras actuó como núcleo en torno al cual se ordenaron nuevos barrios. Entre las plazas más notables destacan las de Madrid, Palencia, Cáceres, Córdoba, etc. 

Plano urbano de La Carolina (Jaén) en el siglo XVIII
Julio Cano Lasso

En el siglo XVIII, con una nueva dinastía borbónica, el proceso de urbanización se animó, gracias a la recuperación demográfica y económica. Las ciudades que más crecieron fueron la capital, Madrid, y las ciudades cantábricas y mediterráneas especializadas en el comercio marítimo. Los cambios producidos en la ciudad reflejaban las nuevas ideas impuestas por el reformismo ilustrado y el nuevo poder político. Se llevan a cabo importantes reformas urbanas que hacen mejorar las condiciones estéticas e higiénico-sanitarias, y se introduce la estética urbana mediante la creación de puertas monumentales (Puerta de Alcalá, en Madrid), avenidas o bulevares, puentes e infraestructuras urbanísticas como el alumbrado y el saneamiento. Al respecto, el reinado de Carlos III sirve para la renovación urbanística de Madrid (edificaciones como el Jardín Botánico, el Gabinete de Ciencias Naturales (actual Museo del Prado), el Observatorio Astronómico, ...), lo que repercute en otros sitios; se crearon arrabales o ciudades nuevas como La Barceloneta en Barcelona, el Nuevo Baztán en Madrid, o los poblados de las nuevas colonizaciones carolinas (La Carlota en Córdoba, La Carolina en Jaén); se mantiene la revalorización del espacio público que culmina con la creación de nuevas plazas mayores (Salamanca). De esta época es la creación de los Sitios Reales, ejemplo de ciudades residenciales, como el de la Granja de San Idelfonso (Segovia) (ciudad-palacio-jardín inspirada en Versalles)o el de Aranjuez (Madrid). Estos núcleos urbanos se construyen junto a los palacios reales y jardines para albergar a la población que servía a la familia real, disponiéndose en el caso de Aranjuez con avenidas radiales y calles en línea recta.

Plano de Aranjuez en 1775 (Domingo de Aguire)
Wikipedia

1.2. La ciudad industrial

Abarca desde los comienzos de la industrialización en España, a mediados del siglo XIX, hasta aproximadamente 1975; largo periodo el cual produjo un incremento de la urbanización -la población urbana superó por vez primera a la rural- y modificó la morfología de las ciudades.

Elaboración propia

La introducción del proceso de industrialización en España marcará una nueva etapa en la historia de la ciudad. Con la industrialización se incrementa la población urbana como no lo había hecho antes y, en consecuencia, las ciudades se ven obligadas a crecer y a transformarse. Así, las reformas urbanas iniciadas en el siglo XVIII continuarán en el XIX, siglo en el que aumenta significativamente la urbanización, como consecuencia del desarrollo de obras públicas, de la modernización de la administración territorial -motivada por la creación de las provincias-, de la desamortización, de la creación de infraestructuras viarias (ferrocarriles y carreteras), de la ejecución de obras de saneamiento urbano y de un desarrollo industrial que se concentró en el País Vasco (industria siderometalúrgica), Cataluña (industria textil), Asturias y Málaga. Con ello aparecieron también barrios degradados o suburbios, así como diversos proyectos de planificación urbana, como la ciudad jardín y o la ciudad lineal.

El desarrollo de la red ferroviaria fue decisivo en el crecimiento de las ciudades; sirvió para acercarlas y, al mismo tiempo, para que se expandiesen más libremente. La llegada del ferrocarril a muchas ciudades españolas supondrá un hito en la evolución de su historia urbana. La creación de las estaciones en sus proximidades obligará a abrir una vía de comunicación entre el casco urbano y ellas (Avenida de la Estación), lo que permitirá que en torno a esta vía de nueva apertura empiece a surgir un importante desarrollo urbano. Al igual que en la Antigüedad los caminos servían de ejes en torno a los cuales se centralizaba el crecimiento, las estaciones y vías de ferrocarril pasarán ahora a desempeñar esta función.

La ciudad transforma para adaptarse al nuevo modo de vida urbano. De este proceso, se puede extraer algunas conclusiones:

  • a) La tasa de urbanización experimentó un gran crecimiento, pues el incremento de la población urbana superó al de la población rural.

  • b) Los factores que favorecieron este crecimiento fueron dos. Administrativos: la nueva división provincial realizada en 1833 impulsó el crecimiento de las ciudades elegidas como capitales. Y económico-sociales: el nacimiento y el desarrollo de la industria moderna en las ciudades atrajo a la población campesina.

  • c) En el ámbito espacial, las grandes ciudades concentraron el crecimiento demográfico y se extendieron en el espacio, constituyendo amplias periferias. Estas llegaron a unirse con municipios vecinos, formando áreas metropolitanas y otras aglomeraciones urbanas.

Las etapas de la urbanización industrial son cuatro:

Proceso de urbanización en España, 1900
  • Hasta mediados del siglo XIX, la concentración demográfica en las ciudades fue pequeña (24%). Ante la debilidad de la industrialización, los factores principales de urbanización fueron la capitalidad provincial y el comercio marítimo.

  • Desde mediados del siglo XIX a la Guerra Civil (1936), el crecimiento urbano fue manifiesto y la tasa de urbanización casi se dobló. En este momento, el factor principal de crecimiento urbano era ya la industria, que atraía población del campo a las ciudades industrializadas.

  • La Guerra Civil y la posguerra (1936-1959) ralentizaron el crecimiento urbano. Las ciudades sufrieron deterioro y desabastecimiento; y el régimen franquista, ante su escaso apoyo en las grandes ciudades, favoreció la permanencia de la población en el campo. No obstante, el fomento de la industria básica por la política autárquica permitió el crecimiento de las ciudades donde se instaló. Así comenzó a formarse el triángulo urbano-industrial del nordeste con vértices en Madrid, Barcelona y Bilbao. 

  • Proceso de urbanización en España, 1970

    La etapa del desarrollismo (1960 y 1975) concentró el mayor crecimiento urbano del siglo XX. El factor principal fue el desarrollo de la industria, que atrajo mano de obra a las grandes ciudades industrializadas, unido a un elevado crecimiento natural (baby boom). Así, las principales áreas urbano-industriales fueron el triángulo del nordeste, gracias a las economías de aglomeración; las zonas por donde se difundió la industria, como los ejes cantábrico, mediterráneo y del Ebro y el entomo regional de Madrid; y los ejes elegidos como polos de desarrollo (litoral atlántico gallego, triángulo andaluz Sevilla-Cádiz-Huelva y arco castellano Valladolid-Palencia-Burgos). En menor medida, contribuyó a la urbanización el desarrollo de las actividades terciarias, como los servicios avanzados en las grandes metrópolis (Madrid, Barcelona, Sevilla y Valencia); el turismo en el litoral mediterráneo y canario; y los servicios tradicionales en algunas capitales provinciales no industrializadas.

1.3. La ciudad postindustrial

La crisis económica de 1975, unido a la finalización de la dictadura franquista y el establecimiento de la democracia en nuestro país, introdujo cambios en el proceso de urbanización, consolidados desde 1980, dando paso a una nueva etapa conocida como urbanización postindustrial. El ritmo de crecimiento urbano, anteriormente elevado, se modera, En primer lugar se estabiliza la tasa de urbanización y, después se produce un fenómeno de desurbanización, esto es, un decrecimiento urbano. La mayoría de las ciudades españolas se mantienen en el proceso de desurbanización por la reducción de su crecimiento natural y del éxodo rural. No obstante, su porcentaje es en la actualidad muy elevado (73'2 en 1981; 75,28 en 1996; 79,2% en 2015; 81’06 en 2021).

Los factores de la urbanización cambian, perdiendo peso la industria como factor de urbanización. Primero, porque la crisis de 1975 produjo desindustrialización y declive de las ciudades afectadas -especialmente las del eje cantábrico-; y luego, por la nueva tendencia de la producción industrial a dispersarse en el espacio. No obstante, sigue conservando su preeminencia en ciertas zonas, como el área castellano-manchega al sur de Madrid o el arco castellano, que han atraído los nuevos sectores de alta tecnología or estar mejor dotadas de servicios y equipamientos. Las actividades terciarias ganan importancia como factor de urbanización, especialmente en las grandes metrópolis donde se localizan los servicios avanzados y los centros de decisión y gestión de las empresas (Madrid y Barcelona); en las regiones turísticas (Baleares y Canarias); y en las regiones menos dinámicas del interior, donde predomina un terciario de baja cualificación.

Los servicios pasaron a ser el principal sector productivo de la economía nacional. Pero la ralentización o estancamiento del crecimiento urbano no afectó a todas las áreas por igual, y fueron precisamente las regiones más industrializadas (el País Vasco, Asturias y Cataluña) las que se vieron más afectadas

Elaboración propia

La mejora de las comunicaciones y de los transportes terrestres y el deterioro de numerosas áreas de la mayoría de las ciudades grandes debido a una acumulación de problemas, tanto heredados (congestión, déficit de viviendas, segregación interna, inseguridad, etc.) como nuevos (desempleo y marginación de colectivos sociales desfavorecidos), favorecieron el incremento de población en municipios cercanos a las ciudades, dentro de un proceso urbano denominado rururbanización, que busca entornos más agradables desde el punto de vista medioambiental. En consecuencia, en el ámbito espacial, se frena la concentración del crecimiento demográfico en las grandes ciudades, aunque estas siguen extendiendo su área urbanizada. La razón es la difusión de parte de su población y de sus actividades económicas hacia espacios que ofrecen suelo más abundante y barato, como las ciudades medias y pequeñas de municipios colindantes o de provincias próximas (en los casos de Madrid y de Barcelona), e incluso núcleos rurales cercanos. El resultado es la extensión del área urbanizada por espacios cada vez más amplios. Este fenómeno, conocido como «dispersión de la urbanización» o «urbanización difusa», no significa una pérdida de primacía de las grandes ciudades. Por el contrario, estas incrementan su dominio, al mantener y concentrar las funciones principales y controlar las instaladas en un espacio circundante cada vez mayor.

Esta nueva distribución demográfica y funcional de las ciudades aceleró los movimientos de ida y vuelta en dirección a los espacios suburbanos y periurbanos, lo que ha provocado el aumento de la cantidad de movimientos diarios residencia-trabajo, con la consiguiente presión sobre el transporte público y la congestión de los accesos. El crecimiento de la periferias urbanas ha concentrado en ellas viviendas unifamiliares o conjuntos residenciales de bloques de pisos, pero también nuevo usos del suelo como zonas de equipamientos públicos, áreas comerciales o polígonos industriales.

Las etapas de la urbanización postindustrial presentan contrastes poco marcados, en los que influyen sobre todo la coyuntura económica y la inmigración: 

  • Entre 1980 y 2000, el ritmo de crecimiento urbano se redujo considerablemente y se estancó. Las causas fueron el descenso de la natalidad propio del régimen demográfico moderno; y el fin del éxodo rural a raíz de la crisis de 1975. Las más afectadas fueron las grandes ciudades, que sufrieron procesos de reconversión o de deslocalización de población y de actividades económicas.

  • Desarrollo del urbanismo expansivo en España por provincias (1987-2006).
    Membrado-Huete-Mantecón

    Entre 2000 y 2010, el crecimiento urbano experimentó un ligero repunte en gran parte gracias a la inmigración extranjera atraída por la prosperidad económica. Las más beneficiadas fueron las ciudades medias y pequeñas, sobre todo las situadas en municipios o provincias próximos a las grandes ciudades; las ciudades turísticas del litoral mediterráneo y de ambos archipiélagos; y muchas capitales provinciales medianas o pequeñas. En cambio, crecieron poco las grandes ciudades, y las menos dinámicas del interior peninsular y del eje cantábrico.

  • Desde 2010, el crecimiento de las ciudades volvió a estancarse por la desfavorable repercusión de la crisis económica sobre la natalidad y la inmigración extranjera, lo que se vio superado en la segunda mitad de la década, cuando progresivamente se fue volviendo a construir, pero no alcanzado el nivel precrisis, circunstancia que se está viendo frenado nuevamente por las consecuencias de la pandemia, la guerra de Ucrania, lo que ha conllevado un incremento de la inflación, una nueva subido de los tipos de interés y, por tanto, de las hipotecas bancarias.

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