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4.3. Evocaciones literarias

Visión decimonónica de la Plaza de las Tendillas y alrededores

Salimos á las Tendillas, plazuela que corresponde á tres barrios, que son: San Nicolás de la Villa, San Juan y Todos los Santos y el que vamos describiendo. En este sitio había en el siglo XVIII un pequeño mercado hasta con su carnicería, lo que sería conveniente si su estension lo permitiera, por afluir á aquel punto seis calles, ó sean las de Gondomar, Siete rincones [Málaga], Jesús María, Paraíso [Duque de Hornachuelos], Plata y San Alvaro: entre la primera y la segunda hubo un pequeño hospital que en un arreglo realizado en el siglo XV suprimieron, agregándolo al de la Caridad, anotado en el barrio de San Nicolás de la Ajerquía. Casi frente á la calle de Gondomar hubo hasta 1841 un retablo de mármoles de colores y verja, con un Ecce-Homo, á que tenían devoción aquellos vecinos, quienes en los dias de Semana Santa lo adornaban con luces y flores. Los Caballeros de Calatrava tuvieron su convento en todo el terreno que ocupa la Fonda Suiza, solares contiguos, calle del Paraíso y casas hasta llegar a la de los Sres. Marqueses de Valdeflores, que les tocó en el repartimiento hecho por Fernando III, junto con cuarenta ubadas en las tierras del cortijo de Casalilla, y al extinguirse aquel se convirtió en Encomienda, nombre conque ha sido conocida hasta nuestros dias la casa que forma esquina de las Tendillas á la calle del Paraíso. Esta pertenece á los barrios de San Miguel y el Salvador y es mucho mas moderna que todas las cercanas, pues, como hemos dicho, la casa de la Encomienda llegaba á la calle de Jesús María y por consiguiente no existía la del Paraiso, resultando una manzana muy grande que obligaba a dar un rodeo para venir á las Tendillas por la de Diego León ó la de Juan de Mena: la Ciudad se hizo cargo de este defecto y proyectando abrir comunicación, acudió al Comendador de Calatrava D. Pedro Fernandez de Córdoba, habitante en el castillo de Montemayor, ajustando con él darle trescientos cinco ducados por el terreno que ocupara la nueva calle, que tendría lo menos cinco varas de ancha, para lo que se hizo escritura ante Rodrigo de Molina á 16 de Junio de 1561, que original se conserva en el archivo del Ayuntamiento, y como quiera que su estremo daba al barrio de San Miguel, la asignaron al mismo. 

En dicha calle existe la magnífica Fonda Suiza, edificada por los Sres. Puzzini, naturales de dicha nación; es una de las mejores de España, con muchas, cómodas y elegantes habitaciones, amplias galerías, preciosas escaleras y todas las demás oficinas necesarias á esa clase de establecimientos, por lo que se han hospedado y se hospedan en ella cuantas personas notables vienen á Córdoba y no lo hacen en casas particulares. En su edificación se aprovecharon los materiales procedentes del derribo de la casa antigua y á ellos pertenecen las columnas del patio principal, en cuyos capiteles se ven unas inscripciones árabes, que según el Sr. Gallangos, dicen: En el nombre de Alá: la bendición de parte de Alá sea sobre el príncipe de los creyentes: alargue Alá su permanencia en la tierra. Abde-Rahman ben Mohammad. Esto es de lo que mandó labrar por manos de Xenif su page, hizo esto Fatah el marmolista.

En el estremo, ó sea hacia la esquina de la calle de Diego León donde termina el barrio, había una calleja sin salida que avanzaba hasta la puerta de la casa número 5, que estaba donde ahora la ventana cerca de la cochera. Mientras los Sres. Puzzini edificaron la actual fonda, la tuvieron en la espresada casa, y en ella se hospedó en 22 de Noviembre de 1861 el embajador extraordinario y hermano del Emperador de Marruecos Muley-el-Abbas, con todo su acompañamiento, costeando la Diputación provincial los gastos del hospedaje. Esto fué en Córdoba un verdadero acontecimiento; el Ayuntamiento, no solo lo recibió con gran pompa, sino que se le dedicaron varios festejos, como iluminaciones, músicas y funciones en la Plaza de toros y Teatro Principal, á las que asistieron, llamándoles la atención mas que todo los bailes nacionales, que rogaron se repitieran dos ó tres veces: permanecieron en Córdoba tres días, en los que visitaron la Catedral y otros edificios públicos, marchando de aquí á Sevilla, en estremo complacidos de la buena acojida que les habían dispensado los cordobeses, quiénes una vez mas probaron lo generosos que saben ser con el vencido, pues tanto entusiasmo como demostraron cuando sabían los triunfos de nuestro ejército en África, se convirtió en obsequíos para el que vencido venía á reiterar su sumisión á la siempre grande y heroica nación española.

RAMÍREZ DE ARELLANO, T. (2017): Paseo noveno. Barrio de San Miguel, Paseos por Córdoba, 1873-1877,  ed. anotada de la Red Municipal de Bibliotecas de Córdoba.

Palacio del Cinematógrafo

En la actual Plaza de las Tendilla se hallaba el desaparecido Palacio del Cine, bajo el Palacio de la Colomera, reconvertido en hotel. Inaugurado en 1949 tras la reforma de Félix Hernández, durante décadas fue una sala de cine y teatro hasta que en los 90 se convirtió en salón de juegos. Desde inicios de los 2000 se encuentra cerrado y perteneció a El Corte Inglés como parte de la parcela del antiguo Simago, hoy existe el proyecto de convertirse en anexo al Hotel de Colemera. Cuando proyectaba películas, Pablo García Baena solía frecuentarlo. Y en este edificio, que como otros forma ya parte de la memoria de una Córdoba pretérita, lo inmortalizó el poeta en su «Palacio del Cinematógrafo»

Impares. Fila 13. Butaca 3. Te espero como siempre.
Tú sabes que estoy aquí. Te espero.
A través de un oscuro bosque de ilusionismo
llegarás, si traído por el haz nigromántico
o por el sueño triste de mis ojos
donde alientas, oh lámpara temblorosa en el cuévano
profundo de la noche, amor, amor ya mío.
Llegarás entre el grito del sioux y las hachas
antes de que la rubia heroína sea raptada:
date prisa, tú puedes impedirlo. O quizás
en el mismo momento en que el puñal levanta
las joyas de la ira y la sangre grasienta
de los asesinos resbala gorda y tibia,
como cárdena larva aún dudosa
entre sopor y vida, gotando
por el rojo peluche de las localidades.
Ven ahora. Un lago clausurado de altos
árboles verdes, altos ministriles, que pulsa
la capilla sagrada de los vientos
nos llama; o el ciclamen vivo de las praderas
por donde el loco corazón galopa
oyendo al histrión que declama las viejas
palabras, sin creerlas, del amor y los celos:
«Pagamos un precio muy elevado por aquella felicidad»;
o bien: «Ahora soy yo quien necesita luz».
y más tarde: «Tuve miedo de ir demasiado lejos»,
en tanto que el malvís, entre los azafranes
del tecnicolor, vuela como una gema alada.
Ah, llega pronto junto a mí y vence
cuando la espada abate damascenas lorigas
y el gentil faraute con su larga trompeta
pasea la palestra de draperías pesadas
junto al escaño gótico de Sir Walter Scott.
Vence con tu áureo nombre, oh Rey Midas;
conviérteme en monedas de oro para pagar tus besos,
en el vino de oro que quema entre tus labios,
en los guantes de oro con los cuales tonsuras
el capuz abacial de rojos tulipanes.
Vendrás. Alguna vez estarás a mi lado
en la tenue penumbra de la noche ya eterna.
Sentado en la caliza de astral anfiteatro
te esperaré. Tal ciego que recobra la luz,
me buscarás. Tus hijos estarán en su palco
de congelado yeso, divertidos, mirando
increíbles proezas de cowboys celestiales,
y yo, ya sabes dónde: impares, fila 13.

GARCÍA BAENA, Pablo.

Plaza de las Tendillas

La plaza de las Tendillas, corazón provinciano del centro comercial, merece figurar en los espacios con encanto desde que su reciente reforma la transformó en peatonal, convirtiéndose así en el salón principal de la ciudad. Contar su historia y significado requiere un libro, así que estas letras no pasarán de somera semblanza. Hay que empezar diciendo que la plaza actual surgió en el cuatrienio 1924-1928 por iniciativa del alcalde José Cruz Conde, tras la demolición del entrañable hotel Suizo –así bautizado por ser de aquella nacionalidad sus constructores en 1870, los hermanos Puzzini–, que era “una de las mejores (fondas) de España”, a juicio de don Teodomiro Ramírez de Arellano.

Quedó así despejado el espacio rectangular sobre el que se irían desplegando edificios representativos de la arquitectura señorial de los años veinte. Así, en 1926 surgen, entre Gondomar y la naciente Cruz Conde, las casas de Marín Fernández, obra de Enrique Tienda, y de Casana Diéguez, firmada por Félix Hernández; en 1927 los dos edificios de la vertiente septentrional, La Unión y el Fénix, de Benjamín Gutiérrez, y Telefónica, de Ramón Aníbal Álvarez; y a 1928 corresponden los del lado sur: la casa de los condes de Colomera, igualmente de Félix Hernández, y la de Enríquez Barrios, proyectada por Aníbal González, tan ligado a la Exposición Iberoamericana de Sevilla. Para el catedrático de Historia del Arte Alberto Villar estos edificios constituyen “el mejor muestrario posible de arquitectura historicista” , y reafirman “el poder visual” de la ciudad moderna.

Testigo impasible de toda aquella renovación arquitectónica fue el edificio del viejo Instituto Provincial de Segunda Enseñanza –creado en 1847 a partir del prestigioso Colegio de la Asunción, que fundara en 1574 el médico de reyes Pedro López de Alba–, cuya noble fachada fue proyectada en 1868 por el arquitecto Pedro Nolasco Menéndez.

Pero la plaza no sería lo que es sin su icono más característico, la estatua ecuestre del militar montillano Gonzalo Fernández de Córdoba, alias El Gran Capitán, el señor de las Tendillas, trasladado aquí en 1927 desde su primitivo emplazamiento en la avenida del mismo nombre. Esta obra proporcionó a su autor, Mateo Inurria, la medalla de honor en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1920, lo que sin duda le compensó de las dificultades que encontró para cobrar su trabajo, encargado en 1908. Dicen los cordobeses que la cabeza corresponde al torero Lagartijo, pero no es cierto;no hay más que compararla con la verdadera cabeza del torero esculpida por Inurria que conserva el Museo de Bellas Artes. “Lo mejor en la excelente estatua ecuestre del Gran Capitán es que el caballo es de verdad”, elogió Gaya Nuño. Tanto protagonismo alcanza el equino que el lenguaje popular designa a las Tendillas “plaza del Caballo”.

Otro rasgo distintivo de la plaza es su reloj flamenco, inaugurado en enero de 1961, cuya sonería sustituye las habituales campanadas por rasgueos de soleares grabados por el guitarrista Juanito Serrano.

La reforma despojó al Gran Capitán de su envolvente estanque ajardinado, para reemplazarlo por una negra fuente con severidad de mausoleo. Escoltando por delante y por detrás a la estatua ecuestre brotan del suelo dos grupos de copiosos surtidores, dieciséis cada uno, que en verano constituyen una irresistible atracción acuática para los niños y una tentación para los mayores. Jalonan los costados de la plaza una decena de jardincillos con naranjos y flores del tiempo, cuyo suntuario perímetro de granito pulimentado incorpora sólidos bancos, siempre concurridos.

Desde la expulsión de los automóviles fluye la vida y la gente toma la plaza como si fuera un gran salón de estar. Su ambiente cambia según las horas: se despierta temprano con las furgonetas de reparto, el primer café de los oficinistas y los quioscos ofertando la prensa con olor a tinta fresca; enseguida la invade una oleadas de escolares y estudiantes camino de la Milagrosa o el Góngora; a medida que avanza la mañana jubilados y turistas van ocupando los bancos, y su sedentarismo contrasta con la prisa de los ejecutivos y la diligencia de las mujeres que van de compras; la hora del aperitivo puebla las terrazas de los bares y contempla la salida de los colegios; y la tarde abre un paréntesis de sosiego que desemboca en el retorno de la animación vespertina, prolongada hasta caer la noche. Una plaza viva. Las palomas se posan en los hombros de don Gonzalo para darle un simbólico abrazo de paz.

 MÁRQUEZ, F.S.. Rincones de Córdoba con encanto. 2003. Diario Córdoba

Plaza de las Tendillas

Plaza de Cánovas, de la República o de José Antonio, nunca perdió su nombre popular: Las Tendillas, para los lugareños; del Caballo como seña de identidad forastera y corazón de Córdoba para todos. Fueron tenderetes, tiendecillas o "tiendillas" del siglo XV la razón de su nombre actual. Lugar de compra y venta, eje central de la vida comercial y financiera, referente sentimental e histórico, sus continuas remodelaciones siempre despiertan, como la Mezquita y el Guadalquivir, hondas polémicas y preocupación entre inmovilistas y vanguardias. La mayor de ellas acaeció con la apertura de la calle José Cruz-Conde, en 1926, que unió la plaza con la avenida de Canalejas (actual Tejares) durante el mandato del alcalde que dio nombre a la calle. Conllevó la demolición del Hotel Suizo que, casi un siglo más tarde y al igual que el coso de Tejares, sigue siendo objeto de románticas nostalgias.

Tiempos de amplias avenidas y suntuosas edificaciones se aperturaron aquí extendiendo su estética hacia todas las calles adyacentes. Era cuando las clases pudientes marcaron su carácter diferenciador de gentes de centro que urbanizaron la plaza de magníficos edificios. En las plantas bajas pronto empezaría a proliferar y prosperar el negocio. Así, en los años 30, el Regionalismo y el Neobarroco dejaron su impronta. Se alzan los templetes de la Unión y el Fénix, del Palacio de los Colomera, la obra de Félix Hernández, algún torreón que parece querer mirar a la mar imitando el modo de los viejos comerciantes gaditanos y un desmañado sello arquitectónico de mediados del XX rompiendo toda armonía.

En sus cúpulas quedan restos del primer reloj que tuvo, presidiendo la entrada de la calle Málaga, antes de ser sustituido por el que todavía marca las horas con las soleares y la guitarra de Juan Serrano, en la confluencia con Gondomar y desde 1961. Nacido como reclamo publicitario de Philips, la voz de Matías Prats y sus “mejores no hay” forma ya parte del nostalgiario de varias generaciones como el primigenio Instituto Provincial, hoy Góngora, o el edificio de Telefónica, el lugar de las citas domingueras de los años 70-80. Son los signos de unas formas de entender el urbanismo convertidos con el tiempo en soplos de recuerdos y torbellinos de biografías. Y presidiendo la plaza don Gonzalo, el apuesto jinete montillano que despertó los celos del Rey Católico y a saber si las pasiones de Isabel. Es la brújula por donde los cordobeses guían al viajero: la cola hacia la calle Nueva (Claudio Marcelo en el callejero oficial) o frente al bocado para buscar los jardines de la Victoria y Los Patos (de la Agricultura en el nomenclátor). Don Gonzalo, conquistador de Elvira y Nápoles, viajero también aquí, estuvo en el cruce entre Gran Capitán y Tejares, corriendo el año 1916. Ya en el 20 la última obra de Mateo Inurria en Córdoba pasó definitivamente a Las Tendillas rodeado de un pequeño jardín y de una fuente. Hubo un intento de trasladarlo de nuevo a Tejares con la última remodelación de los años 90 que levantó nuevamente polémica. Granito negro, nuevos naranjos y losas grises. Un cambio radical. Pero la estatua ecuestre y la encina que velaron las citas a las puertas de Telefónica, los cafés en el piso alto de Negresco, los urinarios públicos, las palomitas de maíz, los limpiabotas y vendedores ambulantes o las tardes de invierno tras los cristales de las aulas del Góngora... no se tocan.

Matilde Cabello, en ALEMÁN PÁEZ, F., Dir. (2015): Guía literaria de Córdoba, UCOPress, págs. 70-72.

Plaza de las Tendillas

Qué diré del diálogo y lugar
de citas, de centro y trono?
He hallado aquí el encuentro
y la celebración de épocas?
Son estos acordes de guitarra
y los sones de las horas
lo que marca otro tiempo
o el futuro siempre insospechado?
:Qué diré de este melocotón de sol
lleno que bulle en naranja y azul
hacia un cielo en el agua que sube?

Hay que llegar hasta aquí, plaza altamente
y pública, desde la axerquía,
por callejas, mansiones y patios;
tomar una cerveza del bar Correo
en plena calle, entre grupos
de generaciones, conversaciones
y murmullos, mientras el Gran Capitán
asiste a este debate de siglos,
entre mochilas, chinelas,
móviles sonando y cámaras de fiesta.
Y mirar desde cualquier esquina
el esplendor del mundo que pasa.

Y sobre la leyenda de un lago subterráneo
somos lo que fuimos, nuestras vidas.

 Francisco Gálvez, en ALEMÁN PÁEZ, F., Dir. (2015): Guía literaria de Córdoba, UCOPress, págs. 72-73.

PROPUESTA FINAL. 4

En este apartado, efectuaremos una selección de poemas enfocada al objetivo de crear un itinerario interior (paisaje interno del individuo contemporáneo cordobés), un “paseo” que transite en paralelo y que complemente –en múltiples direcciones- la experiencia estética que la misma ciudad proporciona. Responda a las cuestiones libremente pensando: 

LEY DEL RETORNO

Todos los días de la vida
con sus mañas claras y sus noches
son las señales claras de otros días
que viviremos con distintos nombres.

Habitaremos todos los lugares
que tiempo atrás amamos en el orbe…
Y el rastro que dejamos en el mundo
nos lo cuentas sus días con sus soles.

Pues cada movimiento que hoy hacemos
ya lo hicimos mirando al horizonte
de lo que fueron otros sentimientos
que afloraron del pecho de otros hombres.

Raúl Alonso: Libro de las catástrofes. ED. DVD Poesía. 2002

  • ¿Qué has sentido al leer el poema?

  • ¿Cómo vincularías ese texto con el paisaje que estás observando?

  • ¿Sabes que son los paisajes interiores?