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1. Marco físico

1.1. Evolución geológica

Las diversas comarcas físicas se conforman a través de una dilatada historia geológica. Cada uno de ellos aparece en un momento geológico pertenecientes al Precambrico y Cámbrico, con una serie de materiales detríticos groseros, conglomerados y areniscas. Este hecho parece indicar que la sedimentados ( áreas fuentes o áreas madre) no deben de estar muy alejadas de donde se depositan; por ello parece lógico pensar que pudieron existir en esta época algunas tierras emergidas en lo que actualmente es Sierra Morena Occidental. En el siguiente período, el Silúrico, se depositan arenas silíceas, más finas que las del Cámbrico, y posteriormente arcillas, que con la metamorfización que experimentarían después, aparecen ahora como cuarcitas y pizarras respectivamente. Estos materiales indican un régimen de deposición más tranquilo, es decir, estas arenas finas y arcillas serían depositadas en más aguas profundas y en zonas más alejadas de las áreas fuente, por lo que al parecer devino una transgresión marina, un avance del nivel de las aguas que probablemente dejó de nuevo inmersos a los primitivos islotes emergidos en el sudoeste de la Península. El Devónico, caracterizado por sus grandes espesores de calizas, está poco.

A estos períodos sedimentarlos, más o menos agitados e interrumpidos por algunos episodios orogénicos, siguió una importante fase de plegamientos, dentro de los paroxismos hercínicos, que elevó en general todo lo que actualmente se llama el "macizo meseteño", una de las cordilleras hercinianas europeas, la más meridional, y a la que pertenece la mitad norte de las provincias de Córdoba y de Sevilla. Aun la mitad sur de la misma no existe, está ocupada por lo que los geólogos llaman el "mar de Tetis", el precedente de nuestro Mediterráneo.

Pero aún no ha terminado la historia geológica de la era Primaria. En este momento se desarrollan sobre los terrenos emergidos extensos y frondosos bosques, predominantemente de helechos, que van a constituir la base sedimentarla del período posterior: el Carbonífero. Las lluvias torrenciales de este período arrastraron, depositaron y sepultaron en las zonas deprimidas grandes cantidades de materia orgánica procedentes de estos bosques, que darán posteriormente lugar a yacimientos de carbón, como los de Peñarroya, Belmez o Espiel, en la provincia de Córdoba. Durante el siguiente período, el Pérmico, se depositan algunas capas de materiales procedentes de los núcleos más elevados. Se trata de conglomerados, generalmente del tipo pudingas, formados por cantos rodados bien compactados, acumulados en las entonces zonas deprimidas.

A partir de este momento ya están emergidas las tierras cordobesas al norte del Guadalquivir; pero la historia geológica de la provincia no ha hecho más que empezar. Por supuesto que, aunque la base litológica ya está conformada en lo que ser la Meseta, la morfología dista mucho de la actual. Millones de años tienen que dar lugar a importantes modificaciones, tectónicas y morfológicas. 

Durante el Secundario (Triásico, Jurásico y Cretácico), que es una era de relativa tranquilidad orogénica, se presentan dos hechos paralelos de fundamental importancia: por una parte, la erosión actúa sin cesar sobre la cordillera emergida durante el Primario hasta conseguir arrasarla, cepillarla, peniplanizaria. Paralelamente, en sus bordes, se depositan enormes cantidades de materiales, con predominio de calizas, que servirán posteriormente para la formación de las cordilleras Béticas.

Mientras el Trías se puede considerar, al menos en parte, como un período de transición, con materiales parecidos a los del Pérmico (los geólogos hablan de Permo-Trías), el Jurásico y el Cretácico están presentes en la zona suroriental con grandes espesores de calizas de distinto tipo, que han conformado las robustas y contrastadas Sierras del Sur.

En definitiva, durante todo el Secundario, y en lo que ser posteriormente la mitad centro-sur de la provincia que conforman la zona de estudio, aparece una cuenca en la que se van depositando sedimentos de carácter marino, mientras en el norte se encuentra ya la base para la actual configuración de la misma en una cordillera peniplanizada en la que se distinguen a dos tramos: uno al norte, en el que y la erosión al cepillar los sedimentos superiores, ha dejado asomar un enorme batolito granítico (Los Pedroches, limítrofes a la zona de estudio), y el tramo sur, en el que los materiales sedimentarlos plegados y metamorfizados en el Herciniano aparecen allanados superficialmente.

Al final de la era Secundaria parece que el fondo de los mares béticos, que han servido de base a esta sedimentación, comienza a elevarse lentamente, hecho de la historia geológica que abre las puertas de la era Terciaría, de fundamental importancia para la configuración del sector sur de la provincia. Durante los dos primeros períodos del Terciario (Eoceno y Oligoceno), se levantan las Cordilleras Bélicas. Entre ellas y la vieja cordillera herciniana ya arrasada queda un surco donde durante el Mioceno se depositan los materiales marinos que conforman las actuales campiñas y son la base litológica sobre las que se modelará, con la ayuda del aún no nacido Guadalquivir, las tres comarcas naturales en que hemos dividido la llanura Bética.

El tránsito al Cuaternario viene caracterizado por un hecho fundamental para Andalucía: una deformación tectónica eleva lentamente las masas de las Cordilleras Béticas y va expulsando las aguas marinas del actual Valle del Guadalquivir, lo que nos permite decir que éste nace ya como tal río, eje de la red hidrográfica actual. Comienza ahora el proceso erosivo que modela la llanura Miocena formando las campiñas, mientras los ríos depositan en sus márgenes los más modernos materiales (depósitos aluviales cuaternarios), que dan lugar a la aparición de
las Vezas y Terrazas; al tiempo, las aguas que bajan de la planillanura del Norte se encajan en las bandas de materiales más blandos, desmantelándolas y configurando el actual escalón de Sierra Morena.

Queda hablar de un hecho de singular importancia para la definitiva formación de este panorama provincial: la falla del Guadalquivir. Se trata, en líneas generales, de una gran fractura que afecta al borde sur del macizo paleozoico meseteño y que origina un importante desnivel entre el fondo del Valle y el borde sur del macizo: el escalón de Sierra Morena. Ese brusco escalón es el responsable de que los ríos afluentes de la margen derecha del Guadalquivir hayan tenido fuerza suficiente para encajarse en el escalón, configurando así en forma serreña la comarca natural que al principio llamábamos Sierra de Córdoba.

1.2. Unidades estructurales

La evolución geológica ha contribuido a constituir dos grandes conjuntos paisajísticos en el término municipal de Córdoba, correspondientes con dos de las tres unidades estructurales observables en la propia provincia: Sierra Morena y el Valle del Guadalquivir (LÓPEZ ONTIVEROS, 1994).

- SIERRA MORENA

Al norte de Córdoba se encuentran las faldas de Sierra Morena con unas fuertes pendientes que permiten ascender desde los aproximadamente 100 metros sobre el nivel del mar del núcleo principal a los 692 del Cerro Torre Árboles, máxima cota del municipio.​ La altitud media de estas sierras se encuentra alrededor de los 400 metros alternándose grandes valles labrados por los arroyos estacionales y los afluentes del río Guadalquivir sobre los materiales blandos.

Esta unidad estructural septentrional se asemeja a un gigantesco escalón casi rectilíneo formado por relieves que se elevan hasta los 700 metros sobre el valle del Guadalquivir, cuya geología participa de los rasgos del Macizo Hespérico o Meseta, del que supone el escalón meridional, con un origen y materiales muy antiguos y oscuros. Está compuesto por un relieve apalachiense de altitud media, con tendencia al aplanamiento por su conversión en penillanura, con alternancia de valles fluviales encajonados en los materiales más blandos y cuerdas en resalte en los más duros. En su contacto con el Valle del Guadalquivir, el desnivel es enorme, con múltiples desgarres y roturas parciales, originadas por una flexión, que introduce el zócalo debajo de los blandos materiales de la Campiña.

Este relieve genera que el clima mediterráneo continentalizado sea aquí más extremo en temperaturas y que sea más lluvioso, determinando el desarrollo de una vegetación exuberante y rica, denominada maquis. Produce, además, el roquedo unos suelos poco productivos, con grandes pendientes, lo cual ha determinado la escasa presencia de tierras de laboreo y sus dehesas propiciaran el desarrollo de la ganadería, sus matorrales para leña y picón. y sus plantas olorosas el desarrollo de la apicultura. En la actualidad, su desarrollo económico no está propiciado por las actividades económicas tradicionales, poco rentables, sino por la ocupación humana a través de urbanizaciones y casas aisladas, junto a la presencia del parque periurbano de Los VIllares, cazaderos de caza, etc. Unase a esto que la Sierra constituye el reservorio de agua para la ciudad y los cultivos del valle.

- DEPRESIÓN BÉTICA

El sector meridional del término municipal corresponde a la Depresión del Guadalquivir, a su sector medio, ni tan abierto, ancho y llano como el sector bajo o sevillano-gaditano, ni tan restringido, angosto y quebrado como el sector jiennense. Se trata de un terreno de materiales blandos y sueltos, recientes o actuales (terciarios o cuaternarios), ni montañoso ni llano, con un relieve pando. En la provincia se denomina a este paisaje como «campiña», pudiéndose diferenciar dos subsectores: el Valle estricto del río y sus terrazas y la Campiña propiamente dicha, siendo la altitud media de la primera entre 100 y 150 metros y en la segunda entre los 200 y los 300 metros, destacando el Cerro de las Pilillas con 361 metros sobre el nivel del mar.

a) La vega

El Valle del Guadalquivir es un sector longitudinal, estrecho, constituyendo la zona más deprimida. En este sector se ubica el casco urbano de Córdoba; esta depresión relativa es observable por el viajero que al discurrir por la Autovía de Andalucía ha de remontar la Cuesta del Espino, y, por la Carretera de Granda, en el Sector Sur, tiene que ascender gradualmente hasta alcanzar los visos de la Campiña. Por el norte, a su vez, un suave glacis enlaza el Valle con Sierra Morena, como puede verificarse en la rampa ascendente de la Carretera de El Brillante. Presenta el río magníficos meandros de llanura aluvial, meandros abandonados, llanuras aluviales de casi perfecta planitud y torronteras o cortados cuando se acerca a los deleznables terrenos arcillosos del Mioceno (Barcas, Casillas, Rojas,...), lo que evidencia un curso fluvial de transición, con encajonamientos poco notables u horizontes sin límites. Junto al río y sus inmediaciones, se superponen en suave pendiente las terrazas fluviales, también presentes pero en restos exiguos y discontinuos en el Guadajoz. Sus materiales litológicos son los mismo que junto al río (arcillas, limos, arenas, gravas y cantos rodados, a veces de mayor grosor, como el cascajo).

b) La campiña

Hacia el sur y de forma ininterrumpida, se extiende la campiña estricta. Los materiales generalmente están constituidos por margas gris-azuladas muy arcillosas, que en el Mioceno terciario se depositaron en las profundidades marinas del Golfo bético. Edaficamente, estas margas se traduce en suelos vérticos, profundos y feraces (bujeos o tierras negras andaluzas y tierras margosas béticas). Esta litología origina morfológicamente un relieve sin dirección dominante alguna, difícilmente tajable por los escasos curso fluviales, a excepción del Guadalquivir o Guadajoz, formando una sucesión laberíntica de lomas y vallonadas, entre las cuales se destacan, a veces cerros testigo de mayor elevación. Este conjunto meridional testimonia la representación del relieve pando y "campiñés".

Desde el punto de vista humano, debe indicarse en el conjunto dos peculiaridades básicas: su nítido paisaje urbano y su vacío de poblamiento. El primero estaba definido por la diversidad de cortijos  de vocación cerealística -hoy se advierte una fuerte tendencia a mudar hacia cultivos arbóreos-, altamente productivos y ejemplo del latifundio andaluz. El vacío de poblamiento se ha justificado precisamente en la existencia de esa gran propiedad dominante excluyente de asentamientos; también por el efecto de absorción humana de la capital; y, por las condiciones ecológicas y paisajísticas no favorables al poblamiento.

1.3. Climatología

Se puede decir que el término municipal de Córdoba, se encuentra en un tránsito entre un clima conocido como mediterráneo continental de inviernos cálidos, propio de la vega del Guadalquivir, y un clima mediterráneo continental de inviernos fríos, propio de la Sierra Morena. Esta variación climática general, aumenta en complejidad con la existencia de factores locales derivados de la altitud, la orientación,… etc., que propician la existencia de una variación climática dentro de este clima mediterráneo continental, creando un mosaico de microclimas dentro del ámbito geográfico.

Plan Especial de la Sierra. Precipitaciones medias mensuales (1976-2005)

Las precipitaciones alcanzan su máximo en los meses invernales (diciembre, enero y febrero); primavera y otoño tienen un descenso apreciable en la cuantía de las lluvias; el verano marca un déficit acusado, propio por tanto del clima mediterráneo, como también es aplicable la irregularidad pluviométrica anual y el carácter más o menos torrencial de las mismas. A partir de los datos de las estaciones meteorológicas se deduce que las precipitaciones en la Sierra son lógicamente más elevadas que en la zona de la vega del Guadalquivir, situada esta unos 100 m.s.n.m. Esta diferencia es debida al efecto sierra-valle y al relieve, por el cual las masas de aire se ven forzadas a elevarse al chocar con el piedemonte o terminación meridional de la Sierra Morena, enfriarse adiabáticamente y saturarse. Se ha verificado que las precipitaciones registradas por la estación “La Jarosa” son superiores a las obtenidas en el “Aeropuerto” con un valor medio anual durante (periodo 1976-2005) de 776.8 mm y 564,4 mm respectivamente. En resumen, las precipitaciones son más abundantes en la zona de la Sierra (estaciones entre los 300 y 800 metros de altitud) y se producen entre los meses de octubre a abril, con valores de 776,8 mm. suponiendo unos 200 mm más que en la zona de la Vega. Siendo, los mayores valores de precipitación media anual se alcanzan en la zona central de la Sierra al norte de la ciudad de Córdoba, con valores superiores a los 800 mm en la zona de “San Cristóbal” y las precipitaciones más inferiores se detectan en la zona oriental (embalse de San Rafael de Navallana) con valores comprendidos entre 555 mm y 600 mm. 

Plan especial de la Sierra. Temperaturas medias mensuales (1976-2005)

En verano tiende a imponerse un régimen de levante en la zona, asociado a una fuerte subsidencia del aire generada por la presencia del anticiclón de las Azores; en esas condiciones las influencias oceánicas se reducen al máximo y ello explica el carácter cálido y seco de la época estival, que se pone de manifiesto en la siguientes gráficas. Como se puede observar, los meses de julio y agosto son los más calurosos con una temperatura media de 27,4 ºC en la estación del “Aeropuerto” y 24,7 ºC en “La Jarosa”; el mes más frío en ambas estaciones es lógicamente enero con una temperatura media de 9,3 ºC en el “Aeropuerto” y 7,9 ºC en “La Jarosa”. Si se comparan los valores medios de temperatura entre la estación del “Aeropuerto” y la de “La Jarosa”, es decir, entre la ciudad de Córdoba y la Sierra, encontramos que la ciudad de Córdoba, en verano esta sometida a unos 2-3º C más de temperatura, y unos 2-3ºC menos de temperatura en invierno. Lo que se traduce en que en la Sierra de Córdoba la temperatura media en verano es menor que en la ciudad, y en invierno sus temperaturas medias también son más suaves que en la Vega.

La insolación se presenta como el número de horas de sol durante las cuales la radiación solar llega a la superficie terrestre. Debido a su latitud, elevada en Córdoba, se dan valores de 2.800 horas de sol como promedio anual, alcanzando su valor máximo en el mes de julio con 352 horas y mínimo en diciembre con 148 horas. Este valor total de horas hace que el municipio cuente con un valor algo superior al 60% de la insolación teórica. Esta condición junto con el elevado número de días despejados, unos 131 días de promedio anual, hace especialmente propicio el aprovechamiento de la energía solar como fuente de aprovechamiento energético renovable y limpio.

Como se observa, a distribución del déficit hídrico es similar y característica del clima mediterráneo, con un periodo de estío y otro de donde las precipitaciones superan a las pérdidas de humedad. Dándose que el periodo de déficit es algo menor en la Sierra que en la Ciudad, por la mayor cantidad de agua precipitada en la Sierra y la menor tasa de evapotranspiración que se da.

Altas temperaturas del verano de Córdoba.

En el estudio del ámbito urbano de Córdoba respecto a su periferia, pueden establecerse algunas conclusiones relevantes (MOYA, 2017c). La creencia general afirma con rotundidad que la ciudad no tiene más remedio que ser más calurosa (siempre referido a las tardes de más calor), además por varios grados de diferencia, que el entorno de la periferia. Pero los estudios científicos sobre las «islas de calor urbano» van, incluso, en el sentido opuesto. Con una matización de relevancia. La ciudad sí que es más calurosa, pero por la noche. Pese a que pueda parecer sorprendente, la ciudad puede llegar a ser menos calurosa que el entorno de las afueras en las horas de más calor. Las mayores diferencias entre la ciudad y las afueras se producen en las mínimas. En las máximas, la periferia llega en ocasiones a ser ligeramente más cálida. Teniendo en cuenta las peculiaridades mensuales con la lluvia, parece que la diferencia de temperatura media entre la ciudad y las afueras es mayor en los meses más calurosos, y menor en los meses más fríos. La ciudad es más cálida entre 1.4 y 2.4 °C, gracias a las mínimas, que pueden situarse por encima de la periferia entre 2.7 °C en un mes lluvioso y 4.7 °C en un mes seco y caluroso. En cuanto a las máximas, la ciudad llega a estar 0.6 °C por debajo de la periferia en los meses más fríos y 0.3 °C por encima en los meses de verano.

1.4. Hidrología

El curso superficial de mayor entidad física, humana y geográfica es el río Guadalquivir. Atravesando los materiales más blandos y recientes de la Depresión Bética, se convierte en el eje hidrográfico de su amplia cuenca y del propio término municipal cordobés. En su curso medio, tras abandonar el difícil cauce de su nacimiento, el río inicia un recorrido lento y pausado a través de materiales del mismo que ha ido depositando durante un largo periodo de tiempo. Unas veces se acerca a las estribaciones de la Sierra Morena cordobesa, otras se introduce en la geología miocénica de la Campiña, describiendo múltiple meandros cuyos lóbulos se han caracterizado históricamente por su potencialidad agronómica. 

El régimen del Guadalquivir, antes de recibir las aguas del Genil, posees un carácter claramente pluvial. El perfil de los caudales viene marcado por las precipitaciones caídas aguas arriba de la ciudad. De esta forma, sus caudales experimentan oscilaciones estacionales paralelas a las precipitaciones sobre su cuenca. Los mayores caudales coinciden con las lluvias de otoño y primavera, más concretamente, con los meses de noviembre, diciembre, febrero y marzo. Los meses menos caudalosos se corresponden con el estío de junio, julio, agosto y septiembre.

A estos datos, hemos de añadir la problemática de las inundaciones, de las lluvias torrenciales que llevan al desbordamiento de las riberas; este aspecto torrencial se advierte sobre todo en los afluentes de la margen derecha, que tienen un índice de avenidas periódicas entre los más elevados de España, sólo superado por el Ebro. Desde el siglo I a. C. hasta el año 1985, el Guadalquivir había experimentado unas 524 inundaciones; 474 desde 1484; a ello debemos sumar las más recientes, como la de 2010. Estas inundaciones proporcionaron en el pasado la fertilización de las tierras ribereñas, pero, al mismo tiempo, significaban la lucha de la ciudad por mantener su estructura urbana, lo que ocasionó que el Campo de la Verdad o Sector Sur fuese un espacio repulsivo para su poblamiento.

En cuanto a los afluentes serranos, se podría decir que son tres las cuencas principales que drenan el territorio analizado biofísicamente: la correspondiente al río Guadiato, río Guadalmellato y los tributarios directos al cauce del río Guadalquivir. Siendo el río Guadiato el de mayor entidad en el ámbito de la Sierra. El cauce y cuenca parcial del río Guadiato representa el 13% del territorio; el río. Guadanuño el 6%, y el Guadalmellato el 13%. Arroyo Don Lucas (5%), Bejarano (2%), de Las Viejas o Coronel (1%) y de El Molino (4%) serían  los tributarios más importantes por la margen izquierda del río Guadiato. El arroyo Guadarromán vendría a representar el 12% del total, y los pequeños arroyos iniciados desde el escarpe como Jarilla, San Jerónimo, etc., el 10%. Pedroches sería el 8% y Rabanales el 11%. El tramo del Guadalbarbo vendría a significar el 7%.

La red muestra un carácter dendrítico en la cuenca del Guadalmellato y cabecera del Pedroches, al discurrir por pizarras carboníferas, describiendo tramos y partes muy diferentes. Destacamos la fuerte incisión realizada por el Guadiato al discurrir por las calizas de Trassierra, así como los tramos de rumbo hercínico y rectilíneos en el discurrir por estos mismos materiales. A su vez,  la llegada de gran parte de éstos a la llanura aluvial del río Guadalquivir provoca la formación de meandros de grandes dimensiones en el cauce de dicho río. De todos estos cursos, se ha establecido dos niveles de  consideración en función del valor ambiental y paisajístico que presentan estos cursos de agua. Así los considerados de alto valor serían los de: río Guadiato-Arroyo Bejarano-Arroyo del Molino-Arroyo Cantarranas  (tributarios del Guadiato y río Guadalquivir), que conformarían como una especie de un primer corredor ecológico, y de otro los cauces de arroyo Don Lucas-Arroyo Pedroche (tributarios de los ríos Guadiato y Guadalquivir) que conformarían un segundo corredor. cons

Hemos de reseñar que algunos como consecuencia del incremento del espacio urbano de la capital o de áreas periféricas han ido desapareciendo bajo el cemento y el alquitrán, calles, plazas y jardines de la ciudad. En esta circunstancia se halla el Arroyo del Moro, en el pasado límite occidental del área amurallada de Córdoba, tal como se constata arqueológicamente en Puerta de Gallegos, que debió contar con una estructura, tipo puente, para sortear la corriente de agua; hoy se encuentra soterrado más hacia el oeste. Recordemos asimismo la fosilización que se ha producido en los nombres del viario cordobés que vislumbran el mismo fenómeno (aludimos a la calle Arroyo de San Andrés o Arroyo de San Lorenzo). Igual proceso se está produciendo en el caso del Arroyo Cantarranas, junto al barrio del mismo nombre, y otros cursos que, ante la expansión periférica del hábitat urbano o rururbano, están siendo abovedados

En el sur, conviviendo con la zona miocénica de la Campiña de Córdoba y actuando como verdaderos conformadores del relieve alomado de esta comarca, se aproximan al Guadalquivir el río Guadajoz y los arroyos, entre ellos, de la Miel, de las Coronadas, del Monte, Galapagares y Calderitos. Sin lugar a dudas, el Salsum romano (Guadajoz) representa el cauda principal que atraviesa el municipio desde la Campiña. Este, segundo afluente meridional en importancia tras el Genil, nace en las proximidades de Alcalá la real (Jaén), y en su recorrido recibe las aguas de múltiples arroyos (Zagrilla, Caicena, Priego, Víboras, Marbella, etc.), algunos de ellos salados. Esta peculiaridad proporciona a sus aguas el carácter de salobres, circunstancia común en arroyos meridionales de la provincia. Cuando va a tributar sus aguas al Guadalquivir, lo hace en la margen opuesta al emplazamiento del Aeropuerto de la capital, o unos ocho kilómetros al oeste de Córdoba. Su relevancia también viene motivada por posibilitar un regadío en sus riberas.

1.5. Vegetación

De acuerdo con E. Domínguez y J.M. Muñoz (1994), la amplitud del termino municipal de Córdoba y su propia ubicación de puente entre dos zonas bien diferenciadas, una al norte ácida, antigua, y otra al sur, caliza, y bastante más joven, favorece la presencia de una flora rica y una vegetación característica y heterogénea que, debido a la larga ocupación histórica de estos territorios y las profundas transformaciones que se han evidenciado, ha experimentado grandes transformaciones que la han empobrecido en elementos propios naturales, al tiempo que han enriquecido en taxones cosmopolitas, propios de las expansiones urbana y, en ocasiones, con cierto interés botánico

De las tres zonas biogeográficas en las que se puede dividir el término, es la parte septentrional (Sierra Morena) la que presenta una vegetación natural y mayor riqueza florística. A pesar de este hecho no se puede hacer abstracción de la realidad vegeta de las zonas conocidas como la Vega o la Campiña, dado que a pesar del alto grado de alteración engendrado por el hombre en ellas -produciendo la desaparición de todos sus elementos naturales-, los propios cultivos y la modificación del medio físico por parte de estos, han generado el establecimiento de plantas exógenas (principalmente, elementos ibero-mauritanos o americanos), en ocasiones raras, y que difícilmente se hallan en la Península Ibérica. Su relevancia es, además, agronómica, dado que la mayoria de estas plantas arvenses son consideradas como malas hierbas, y también geobotánica, ya que en ella se han detectado colonizacionespor especies procedentes de lugares muy lejanos y que han emigrado hasta nuestras áreas geográficas gracia a la cobertura que facilitaban las plantas cultivadas.

La flora presente y, por tanto, la vegetación a la que da lugar es, casi en su totalidad, de apetencias termomediterráneas, aunque en algunos sitios se enriquece con elementos mesomediterráneaos. Biogeográficamente, el término municipal de Córdoba participa de dos provincias corológicas con diferentes tipos de vegetación potencial. La zona de sierra se corresponde con la provincia Luso-Extremadurense y sus bosques típicos serían los encinares y alcornocales. Debido a la complicada orogenia de la zona y al escaso valor económico del suelo que ocupan es aún posible encontrar comunidades vegetales de valor en la zona. Es la más antigua geológicamente, aunque las especiales características climáticas de nuestra zona, le confieren unas facetas peculiares, tanta, que suele ser separada de la flora extremeña o portuguesa en un subsector independiente conocido como Marianense (por Sierra Morena).

La vega y campiña de Córdoba pertenece a la provincia Bética y su vegetación potencial serían encinares y choperas en las zonas próximas al río. Sin embargo la fuerte acción antrópica desarrollada desde hace siglos en esta región debido al gran potencial agrónomo del suelo ha hecho desaparecer totalmente cualquier rastro de vegetación natural que pudiera existir en la zona. Los cultivos, especialmente cereal, girasol y, en menor medida, olivar y algodón, presentan una flora acompañante de plantas arvenses de caracteres especialmente cosmopolitas y más raramente exóticos.

De entre los distintos tipos de vegetación natural que pueden distinguirse en el término municipal de Córdoba, cabe destacar, por su frecuencia e importancia, los jarales-aulagares, los coscojales, los madroñales y los encinares. El porcentaje de territorio ocupado por estas comunidades vegetales oscilaba a finales del siglo XX alrededor del 10%; la mayor parte del territorio está dedicado  a las labores agrícolas (Campiña y Vega del Guadalquivir), quedando la vegetación natural relegada a zonas pobres de suelos, no rentables para estas actividades económicas. Se concentran, como hemos indicado, en la zona de Sierra Morena, donde algunas zonas fueron ocupadas para el aprovechamiento agrícola (olivares, por ejemplo, hoy abandonados en gran  parte), y en menor medida el ganadero. Incluso ese terreno se ha visto reducido por la presencia de las urbanizaciones, por las repoblaciones y las dehesas. De entre las especies más utilizada en la repoblación destaca las coníferas (piño piñonero, pino resinoso, pino carrasco, algún ciprés o cedros); el resto de repoblaciones de frondosas son eucaliptos, de origen australiano, que requiere gran cantidad de agua. Las dehesas son formaciones vegetales constituidas por un estrato arbóreo aclarado, integrado casi exclusivamente por especies del género Quercus. Su uso predominante es el ganadero,puesto que sirve de pasto para el ganado; a veces, se alterna con cereales y periodos de barbecho.

1.6. Fauna

La gran extensión del término municipal de Córdoba, la variada cubierta vegetal y su situación geográfica han propiciado la persistencia de una rica comunidad faunística. Evidentemente, las diferentes especies se hallan condicionadas por el medio físico, la vegetación y sus propias interacciones, pero es cubierta vegetal la que tiene una mayor variabilidad y, en consecuencia, la diversidad animal que ocasiona. 

En este breve espacio, podríamos hacer inventario de aquellas especies ya desaparecidas, tales el lobo, el oso que hace algunos siglos eran mencionados en fuentes literarias; estas especies estarían en todo el territorio, aunque el río fuese una frontera natural, como en tiempos presentes parece denotarse, puesto que hay falta de presencia de especies animales que se encuentran en la zona serrana septentrional y no en el área desarbolada meridional. 

Fuera de esta perspectiva, se documenta en el caso de las aves migratorias, las cuales por factores climáticos en los lugares de origen y de destino, se mueven con la posibilidad de conseguir alimento. A Córdoba llegan aves a pasar el invierno moderadamente frío, especies que habitan en el norte europeo (petirrojo, estornino negro o pinto, que tenían antes sus dormideros en los cañaverales de la ciudad, hoy compartidos con el propio núcleo urbano); otras especies estivales que vienen a reproducirse son las cigüeñas blancas, golondrinas, vencejos, aviones comunes, y, en menor medida, el abejaruco); se produce la circunstancia, por ejemplo, que las cigüeñas están cambiando su comportamiento por el cambio climático y se están quedando con nosotros permanentemente. Muy significativas también son las que cruzan en primavera y en otoño (milanos negros, halcones abejeros, águila pescadora, grullas, etc.). 

En cuanto a la fauna del valle del Guadalquivir, siempre ha sido un lugar de atracción para estas aves migratorias y fauna local; se concreta en los Sotos de Albolafia que se convierte en soporte para el desarrollo de la vida de numerosas especies de insectos, aves y mamíferos, tal como veremos en un apartado más abajo, para hallar alimento y completar sus ciclos vitales. No obstante, el verano complica mucho estas apreciaciones y no podemos pensar en una permanente lámina de agua, que, además, está sometida a la fuerte sequía estival y las que de forma crónica se produce cada pocas décadas. El permite la pervivencia de barbos, carpas y otras especies de peces; el esturión, la anguila, la boga o lamprechuela han desaparecido por el fuerte impacto antrópico. 

Al norte, el espacio serrano presenta una fauna muy distinta. Se trata de una fauna típica del bosque mediterráneo, caracterizada por pequeñas aves (agateador, trepador azul, herrerillo común, carbonero común, currucas cabecinegras, rabilargas o capitoradas) que encuentran aquí su alimento. El grupo de los mamíferos está bien representado en la zona, que por sus peculiares problemas, especies como el lince sufren de forma directa los numerosos impactos urbanísticos; se han ido creando un complejo puzle e pequeñas áreas bien conservadas y otras muy alteradas; destacan ginetas, meloncillos, zorros, tejones o comadrejas, etc. Los numerosos y pequeños arroyos suelen ser refugio para diversas especies de anfibios (rana común, sapillo pintojo, salamandra) o reptiles (galápago leproso, culebra de agua, víbora hocicuda,…). Finalmente, hemos de indicar la presencia de grandes rapaces (águila imperial o la real, águila perdicera, águila culebrera o el ratonero común, junto al algunos ejemplares de cigüeña negra. 

En la zona del valle y de la Campiña se modifica este comportamiento, siendo área más degradadas. En el valle, el bosque galería del río, las huertas y los árboles frutales permiten cierto desarrollo de los ciclos vitales de algunos animales, como a aves (verdecillo, jilguero, verderón, las cigüeñas, etc. En la campiña se complica mucho más por las tareas de cultivo; existen muchas áreas sin árboles, despobladas y sometidas a la erosión, lo que hace más difícil la vida a las especies que ahí se confinan (avutarda, codorniz, etc.).

1.7. Espacios naturales protegidos

- MONUMENTO NATURAL DE LOS SOTOS DE LA ALBOLAFIA

El Guadalquivir al cruzar Córdoba configura este espacio natural, conservado en pleno núcleo urbano. La prolongada ausencia de intervención humana permitió que la sedimentación fluvial originara característicos sotos, islotes de limos y arenas, colonizados por vegetación y por una variada fauna.

Sotos de la Albolafía, con la noria

Del puente romano al de San Rafael, los retazos del bosque de ribera, abundante en el pasado, constituyen un pequeño espacio con una variada avifauna, compuesta por unas 120 especies. Siendo la mayoría aves protegidas, unas lo utilizan como zona de invernada, otras estacionalmente o como descanso migratorio. Destacan las abundantes garcillas bueyeras, garceta común y garza real, próximas al agua donde se alimentan, además, del martinete y la cigüeña blanca. Bajando las escaleras hasta el agua, o en barca, es frecuente ver ánades reales y frisos, gallinetas y fochas comunes, alimentados por plantas flotantes como la lenteja acuática. Entre eneas, juncos y carrizos aparecen calamones y chorlitejos. También existen especies marinas, como gaviotas y cormoranes, que duermen sobre los eucaliptos. Bajo álamos y sauces crecen el lirio amarillo y la menta de agua, junto a abundantes tarajes y floridas adelfas. Con suerte se observará descendiendo en picado al colorido martín pescador, haciendo honor a su nombre.

Todo ello se encuentra enmarcado por un casco histórico declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, con la Mezquita-Catedral y el Alcázar en una orilla y La Calahorra en la otra. Completan la visita las torres vigías de la muralla del río y los molinos harineros árabes, como el de la Albolafia que con su noria romana abastecía al palacio emir, actual Obispado. La Reina Isabel La Católica, molesta por su ruido, ordenó detenerla y desmontarla. Otro edificio ribereño está actualmente reconvertido en el Museo Paleobótanico del Jardín Botánico.

- PARQUE PERIURBANO DE LOS VILLARES

Está situado en el término municipal de Córdoba, a 10 km. del casco urbano.  Desde el centro de la ciudad, la forma más fácil de acceso es por la Avda. del Brillante hasta el cruce del Tablero donde nos desviamos a nuestra derecha siguiendo la Avda. del Calasancio para luego continuar por la CO-3408. Fue declarado espacio protegido el 5 de febrero de 1990. Sus 485,41 hectáreas de extensión se hallan a una cota que oscila entre los 400 y 600 de altitud sobre el nivel del mar, estando su cota más alta situada a 635 m. Tiene, así, una topografía bastante accidentada, presentando zonas de fuerte pendiente, que se alternan con otras áreas más o menos llanas u horizontales.

Merenderos del Parque de los Villares

Existen multitud de senderos y veredas para el uso y disfrute del parque, estando prohibido el acceso rodado a los vehículos fuera de las zona se aparcamiento. Un centro de visitantes, dos áreas recreativas, tres miradores y cuatro senderos señalizados hacen de este parque periurbano uno de los más interesantes de la provincia. Con estas instalaciones se pretende fomentar el uso recreativo, uno de los objetivos principales de este tipo de espacio protegido. El centro de visitantes Los Villares muestra el paisaje de otros espacios protegidos de la provincia, donde también se presenta un recorrido por las distintas especies de árboles propias de estas zonas serranas. En verano, se pasan noches frescas cenando en su restaurante y kiosco-bar, mientras los niños pueden divertirse en las zonas de juegos, o se puede contemplar la lluvia de estrellas de San Lorenzo. Por tanto, este espacio es muy reconocido por la población, que disfruta paseando por sus senderso, conociendo su propio entorno de una forma respetuosa con el medio.

La vegetación que hallamos al pasear por sus caminos y senderos es la típica de bosque mediterráneo, aunque plantaciones forestales de pino (piñonero y negro) y eucaliptos, intercaladas con algunas encinas. El sotobosque lo componen fundamentalmente monte de cabeza, en el que se pueden documentar gran variedad de arbustos y matorrales, como el madroño, el lentisco, la coscoja, la retama común, la jara blanca y la rizada, el romero, etc. En los arroyuelos de la zona es frecuente la zarza y la adelfa. Se acompaña de una rica fauna, como la avutarda, el linces, el buitre negro o el águila imperial, junto a la amenazada malvasía cabeciblanca.

Desde la bifurcación de la carretera que lleva a Los Villares se puede acceder al Santuario de Santo Domingo, edificio de gran historia y tradición, en el que se celebra una popular romería. En su interior conserva el sepulcro de San Álvaro del siglo XVI, además de esculturas y pinturas del XVII, casi todas de artistas cordobeses.

- PARQUE PERIURBANO DE EL PATRIARCA

Delimitación de la finca de El Patriarca

El Ayuntamiento de Córdoba esta desarrollando el proyecto que convertirá la finca de El Patriarca en un parque periurbano, después de una larga pugna con su anterior propietario cuya expropiación costó finalmente a las arcas municipales 1,5 millones de euros. Con este proyecto, se pretende revitalizar sesenta hectáreas para uso ciudadano y convertirlo en un parque donde poder practicar deporte y actividades lúdicas, incluidos los peroles. Esta iniciativa contempla la prohibición del acceso de vehículos, pero contará con dos accesos peatonales, uno por la calle Lentisco y otro por la zona Sur. El parque periurbano será accesible para las personas con movilidad reducida, que contarán con un aparcamiento. Asimismo, no debe olvidarse que los planes municipales contemplan así a la creación de un gran anillo verde que unirá la zona de Poniente con Levante a través de un solo corredor formado por el parque del Flamenco, el parque del Canal, el Patriarca, la Asomadilla y el parque de Levante.

Uno de los caminos que pasan por la zona de la dehesa. / JUAN AYALA

Esta zona presenta una considerable variedad de hábitats con diferentes tipos de vegetación, con cuarenta especies vegetales diferentes: dehesa, encinar con monte bajo, bosque mixto de encinas, acebuches y algarrobos, monte bajo, pastizal y bosque en galería. Contiene una masa forestal compuesta por una mezcla de especies de árboles que no es usual en otras partes de Sierra Morena. Desde mediados de los 80 el sotobosque de El Patriarca ha experimentado un aumento significativo de su cobertura, su complejidad estructural y de la riqueza de especies de arbustos que lo conforman, hasta llegar a catalogar 35 diferentes. Hay aulaga, matagallo, lavanda, mirto, esparraguera, rascavieja, espino, torvisco, jazmín silvestre, guardalobo, coscoja, retama o zarza y varias especies de jaras. Igualmente, se ha observado entre la fauna currucas, cucos, estorninos, golondrinas (común y dáurica), abubillas, oropéndolas, mochuelos, pito real (una especie de pájaro carpintero), cernícalos primilla y vulgar, carboneros y abejarucos, entre otras muchas especies. Incluso vieron a un águila calzada sobrevolar la zona. También viven en este espacio natural herrerillos, jilgueros, alcaudones, herrerillos capuchinos, gavilanes, ruiseñores o petirrojos. En el grupo de los mamíferos, hay liebres, jabalíes (se pueden ver sus movimientos de tierra en la zona próxima a la vaguada), conejos y también observaron algunas marcas que podrían corresponder a zorros. En reptiles sobresalen la culebra de herradura y culebra de escalera.

- TRAMO INFERIOR DEL RÍO GUADAJOZ

Esta zona está declarada Zona de Especial Conservación (Z.E.C.) y Lugar de Importancia Comunitaria (L.I.C.).

El río Guadajoz es tributario del río Guadalquivir por la margen izquierda. Este río tiene una longitud de unos 215 km y drena una cuenca de más de 2.400 km2. Nace en las sierras de Priego de Córdoba, en el límite entre las provincias de Córdoba y Jaén, discurriendo por la comarca Campiña Baja para desembocar en el Guadalquivir a la altura del término municipal de Córdoba. Sus aguas son salobres a partir de la desembocadura del arroyo Salado con este río y van perdiendo salinidad con los aportes de varios tributarios. La ZEC Tramo Inferior del Río Guadajoz se localiza al suroeste de la capital cordobesa. No engloba todo el río, sino que, como su nombre indica, abarca solo la parte inferior del Guadajoz, desde su desembocadura hasta aproximadamente 35 km aguas arriba y tiene una superficie de 480,04 ha.

La formación vegetal está compuesta principalmente de taraje y otras especies ripícolas, en una formación única, como una isla en medio de la campiña casi totalmente desarbolada, que ha dado lugar a una colonia de paseriformes muy importante.

Las especies más relevantes en esta ZEC son los peces, como boga del Guadiana, el calandino, y el barbo. Destaca también la presencia de una especie característica de los ecosistemas fluviales: la nutria que actúa como indicador de buena conservación de las riberas. La población faunística de la ZEC es abundante y variada, con diversidad de especies propias de este medio, como son los invertebrados y los anfibios, además de aves acuáticas como el martín pescador. Además tiene gran importancia como dormidero o lugar de concentración de especies migradoras u otras asociadas a la planta de tratamiento de residuos sólidos de Córdoba.