Iniciamos nuestro itinerario por las evocaciones literarias referidas a Córdoba y diferentes hitos de la ciudad. Incluimos aquí algunos brotes de las sensaciones que la ciudad ha suscitado en autores de épocas diversas; sirvan de reclamo para reivindicar su historia y sus monumentos, antes de que bajemos -sic-, nos adentremos en sus calles y plazas, nos envolvamos de su aroma para "perder" nuestros sentidos. ¡Adelante!
1.3. Evocaciones literarias
Poema dedicado a su ciudad natal
Córdoba, suéltate el pelo, entristece tu rostro,
envía a mis cenizas el don de tu llanto.
Lamenta, Córdoba, ahora lejana, a tu vate;
tú, Córdoba, no conociste nunca tiempo más triste,
ni el tiempo en que, revueltas las fuerzas del mundo,
sobre ti la guerra vino a dar la ruina,
cuando, presa de males de acá y allá, perecías
y te eran contrarios Pompeyo y César;
ni el tiempo en que trescientas muertes te diera
una noche que fue para ti la más larga.
Ni cuando el ladrón lusitano azotaba tus muros
y clavaba en tus puertas su lanza torcida,
Yo, un día tu gran ciudadano, tu gloria, estoy preso
en un risco: Córdoba, suéltate el pelo.
Séneca, epigrama (apócrifo?), en GAHETE JURADO, M. (2014): Imagen de Córdoba en la poesía cordobesa, Revista de la CECEL, nº 14, págs. 72-73.
Recorriendo las calles de Córdoba
Cuando me he levantado he salido un momento al balcón y he estado contemplando el cielo y la calle. Eran las primeras horas de la mañana; se respiraba un aire fresco y sutil; estaba el firmamento despejado, radiante, de un azul intenso. He dejado la casa. He comenzado a recorrer callejuelas retorcidas y angostas. Córdoba, es una ciudad de silencio y de melancolía. Ninguna ciudad española tiene como ésta un encanto tan profundo en sus calles. A esta hora de la mañana eran rarísimos los transeúntes. Las calles se enmarañan, tuercen y retuercen en un laberinto inextricable. Son callejuelas estrechas, angostas; a uno y otro lado se extienden unas anchas losas; el centro de la calle lo constituye un pasito empedrado de pelados y agudos guijarros. Nada turba el silencio; de tarde en tarde, pasa un transeúnte que hace un ruido sonoro con sus pasos. Las casas están jaharradas con blanco yeso o enjalbegadas con cal nítida.
He paseado durante un largo rato por la maraña de callejas; me detenía a veces ante el portal para contemplar un hondo patio. Todas estas casas cordobesas tienen un patio, que es como su espíritu, su esencia. Es un patio pequeño; unos tienen columnas que sostienen una galería; otros son más modestos, más pobres. Yo prefiero estos de las casas humildes, de las casas ignoradas. Al pasear y recorrer las callejas silenciosas y blancas, he columbrado muchos patios de éstos. Todo era silencio, reposo y blancura en ellos; acaso una planta de evónimus o un laurel destacaban en la nitidez de las paredes o sobre el azul del cielo. Existen algunos de estos patios con lejanías y segundos términos que recuerdan los fondos de los primitivos italianos. He visto uno cuyo pavimento se alejaba en una rampa suave; luego, allá en el fondo, se abría otro reducido patio, al cual se entraba por un arco sencillo y blanco; debajo del arco esperaba inmóvil, rígido, impasible, un asno enjaezado con rojos y amarillos arreos; por encima del arco asomaba, negruzco y simétrico, un ciprés que resaltaba en el azul del cielo. No se oía el más ligero rumor ni en la casa ni en la calle; todo parecía reposar en un profundo, denso silencio. Una armonía perfecta, maravillosa, se establecía entre este reposo, la blancura de las paredes, el ciprés, el asno inmóvil, rígido y el azul intenso y radiante del cielo. ¿Dónde está el artista que recoja esta sensación auténtica, profunda de Andalucía, en esta ciudad, en este sitio y en esta hora? ¿Es esta Andalucía de los conciertos armónicos y hondos de las cosas, de la profunda y serena tristeza, la Andalucía ligera, frívola, y ruidosa que nos enseñan en los cuadros y en los teatros?
Azorín: Horas en Córdoba, Diario de Barcelona, 13 de abril de 1909, en España (1909).
Córdoba
Resucitar, resucitar y verte,
oh nativa ciudad de la Belleza,
por la que a solas y en silencio vagan
tiernamente enlazados los amantes.
Hija del Sol, Luzbel de la tiniebla,
donde el pecado es bello como un príncipe
que no abrió a más amor muralla de oro
que al que vino con labios entreabiertos.
Ver al humano amor desesperarse
por tus agrias esquinas, al pausado
paso de la Belleza irresistible
que al rostro su purpúreo encanto arroja.
Ver del amor los seductores gestos
en tu patio de mármol y jazmines,
oh amargo manantial, mientras derraman
su aljofarada voz los surtidores.
Buscar en la implacable noche el beso
cuyo precio es la vida, cuando, oculta,
el alma desfallece de deseos
que el dolor solo puede enmudecer.
Oh ciudad inmortal y agonizante
poblada por oscuros solitarios
que al mudo ofrecimiento, con la cárdena
sonrisa del amor cruel sucumben.
Ciudad enarbolada de deleites
cuyo secreto corazón habitan
dioses frustrados que el amor consume
con el llameante yelo de sus ojos.
Desconocida la Belleza siempre,
cruza tu rumorosa plaza en sombras,
mustiando albahacas y alhelíes
con su arrebatadora realeza.
Rasga el agudo olor de los geranios
la blanca fiebre de tus muros y arde
el césped del recuerdo entre las piedras
antiguas que a la vida nos empujan.
La irrespirable madurez de agosto
que un verde son de tiorbas embriaga
enardece en salvajes amarantos
la palidez de los adolescentes.
Cuando la reposada luz entorna
los plateados párpados del río,
gozosamente blande sus espadas
la Belleza y a aquel que desafía
se estremece de gozo al dulce ultraje.
El ávido sabueso de la sed,
oh deidad sedienta, te recorre,
y entre el brillante grito de los pífanos
muerden las cortesanas gruesos tallos.
Voz y ademán de amigo tiene el aire
dentro de ti, olvidada del granero
que se incendia y la plata que se oxida,
dueña del vuelo y reina del que pasa.
Resucitar, resucitar del duro
alejamiento entre tus brazos, para
juntos morir, oh delicada mía,
orillas del juncal y el jaramago.
Hecha añicos, la mágica redoma
del misterio, derrámese en tu umbral,
y un portazgo de lívidas adelfas
por encontrarte paga el pordiosero.
Resucitar cada mañana y verte,
oh ciudad de los hombres, como un cántico,
desnuda al sol con que a los hombres nace
la insegura verdad de cada día.
Antonio Gala: Revista Cántico, nº 11 y 12, Córdoba, 1956, en GALA, A. (2016): Una señal en el corazón (Antología), preliminar y selección por José Infante, Centro Andaluz de las Letras. Consejería de Cultura. Junta de Andalucía, Sevilla, págs. 19-20.
Córdoba
Corazón de Andalucía
aquí yo encontré la vida,
te tributo pleitesía
por ser mi tierra querida.
Córdoba es una ciudad
de colorido vibrante
propia personalidad
y un agradable talante.
De la Sierra a la Campiña,
Valle del Guadalquivir,
olivo, cereal, viña,
corcho, frutales, maíz,
naranjales y algodón
en sus huertas el membrillo,
bellota en sus encinares
que alimentan al porcino.
Vacuno, ovino, caprino,
también hay en esta tierra
que lo es de buenos vinos
en sus bodegas se encierran.
Córdoba bebe ambrosía
de Montilla o de Moriles,
Lucena y Doña Mencía
buenos caldos en barriles.
De la Prehistoria, vestigios,
distintos asentamientos:
cartagineses, fenicios
son de su historia cimientos.
Fue una Colonia Patricia
tras de la invasión romana
vinieron muchas familias
que en esta región se instalan.
Varios reyes visigodos
vienen a nuestra ciudad
y encuentran aquí acomodo
y ejercen su autoridad.
La época de esplendor
pronto habría de llegar
con el árabe invasor
llegó su grandiosidad.
Primero fue un emirato
de Damasco dependió,
Abderramán su reinado
hasta la Galia alcanzó.
Hixén, su hijo Al-Hakén
y el segundo Abderramán
reinan aquí y también
engrandecen la ciudad.
Construyeron la Mezquita,
bibliotecas y alumbrado
era un pueblo sibarita
y su huella aquí han dejado.
Con Abderramán tercero
el Califato se extiende
y Alhaken hombre sereno
con la cultura la emprende.
Hubo un genio de la guerra,
el victorioso Almanzor
que a los cristianos aterra
hasta Calatañazor.
Fragmentación del Imperio
musulmán peninsular
hay otro período bélico,
Taifas han de gobernar.
Llegada la Reconquista,
es el santo rey Fernando
hace al Islam que resista
y lo acaba domeñando.
Córdoba le entrega al mundo
pléyade de hombres brillantes:
hay un Séneca profundo,
hay un Lucano radiante,
Maimónides, Averroes,
Osio es símbolo de fe,
y enseña al mundo a que ore
redactor del Credo fue.
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Santos Acisclo y Victoria,
también el Gran Capitán.
sus tropas ganaron gloria.
Fue Jiménez de Quesada
cronista y conquistador.
Bermejo llegó a la fama
como excelente pintor.
Luis de Góngora, cultismo.
San Alvaro, santidad,
Saavedra, romanticismo,
Céspedes, plasticidad.
Mateo Inurria, la escultura,
música escribió Lucena,
Julio Romero, pintura
de ojos de mujer morena.
Alegrías y serranas,
fandangos y soleares,
aquí en las fiestas se bailan,
son de esta tierra cantares.
En las fiestas de los toros
aquí hubo grandes figuras
vestidas de seda y oro
dieron a la fiesta altura.
Lagartijo, Machaquito,
Cañero, Camará, Guerra,
Manolete, los Zuritos
Martorell y Calerito,
El Pireo y El Cordobés
y Chiquilín y Finito
dan a la fiesta interés,
gallardía y dramatismo.
Las creencias de esta gente
se ven en sus romerías
tiene una fe latente,
carente de hipocresía.
Y al llegar Semana Santa
sacan a Cristo a la calle
el pueblo le reza y canta
a Él y a su triste Madre.
Saetas por martinetes
son alaridos del alma,
que la Pasión entristece
en el silencio del drama.
Córdoba monumental,
bellas glorias del pasado
la Mezquita-Catedral
también su Puente Romano.
Palacio Medina Azahara,
mudéjar en el Alcázar,
Capilla de Trastamara
y de San Bartolomé.
Románico de San Pablo,
Santa Marina, San Miguel,
gótico de San Lorenzo,
barroco de La Merced.
Un plateresco muy bello
verás en los Villalones
y en la iglesia de San Pedro
y otros hermosos rincones.
Calahorra, La Malmuerta,
Marrubial y Alcázar Viejo
y de Almodóvar la puerta
te habrán de dejar perplejo.
Aún existe un monumento
muestra de otra religión
que aquí convivió en su tiempo
hasta llegar su expulsión.
Hablo de la Sinagoga,
única en esta región.
tres culturas que dialogan
con distinta devoción.
Los Triunfos puedes ver
por muy diversos lugares
del arcángel Rafael
que custodia nuestros lares.
Quiero como colofón
rendir sincero homenaje
en estrecha comunión
a gentes de estos parajes
que en su labor cotidiana
engrandecen día a día
a esta Córdoba sultana
que es tierra de cortesía.
El poeta cordobés Juan Carlas Morales Rodríguez es el autor del poemario para niños “Andalucía” en el que narra en verso la historia y los datos más importantes de cada una de las ocho provincias andaluzas. Hoy veremos la provincia de Córdoba.
PROPUESTA FINAL 1
En este apartado, efectuaremos una selección de poemas enfocada al objetivo de crear un itinerario interior (paisaje interno del individuo contemporáneo cordobés), un “paseo” que transite en paralelo y que complemente –en múltiples direcciones- la experiencia estética que la misma ciudad proporciona. Responda a las cuestiones libremente pensando:
MEDIODÍA
En su quietud nos juzga
el sol de la explanada.
Su luz, que sin posarse,
se inunda de equilibrio
inundándolo todo.
Nuestro mirar insiste
en una sola línea
la que un pájaro traza.
José Antonio Bernier: Así procede el pájaro. Ed. Pre-Textos. 2004
-
¿Qué has sentido al leer el poema?
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¿Cómo vincularías ese texto con el paisaje que estás observando?
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¿Sabes que son los paisajes interiores?
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