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3.3. Evocaciones literarias

En este lugar dedicaremos este apartado de Evocaciones literarias al mundo del toreo y toreros, vinculados a la ciudad de Córdoba, por la instalación a mediados del siglo XIX, en la zona del Coso de los Tejares. Reproducimos poemas dedicados a toreros vinculados a la ciudad de los siglos XIX y XX.

A Lagartijo

Le canta el pueblo en su cantar sonoro,
le adora como a Dios la tierra baja;
no hay lienzo en marco ni viñeta en caja
que no ostente su busto con decoro.

Rey de la arena, vencedor del toro,
nadie en valor ni garbo le aventaja
y lleva entre los pliegues de su faja
la Virgen pura cincelada en oro.

Del Pretorio nació junto a la ermita,
y es tan profundo el culto verdadero
que le rinde mi Córdoba bendita,

que cuando al redondel sale el primero
la torre de la arábiga mezquita
parece que se viste de torero.

Antonio Fernández Grilo (Córdoba, 1845-Madrid, 1906), poeta y periodista.

¡En Córdoba fue la cosa!

En Córdoba fue la cosa.
En Córdoba fue.
Nació Manolete
¡y olé! ¡y olé!

¿Dónde estás Julio Romero,
que no vienes a pintarlo?
¿Dónde ya, Rafael Guerra,
para ungirlo con tus manos?

¿Y tú, río de los toros
y de los toreros caros,
Guadalquivir de mi pena
que recoges todo el llanto
de Despeñaperros, loco
de lirios y contrabando...?

Torero macho. Clavel.
Cuando está en el redondel,
no hay nadie que haga lo que hace
con la muleta Manuel...
Torero macho. Clavel.
Clavel de Sierra Morena...
¡nadie como él!

Solo lo bueno decir...
Siempre lo malo callar...
Prudencia para vivir...
Temple para razonar...

Y rara vez sonreír
pero sin exagerar...
Y viendo el toro venir,
los pies al lado clavar...

En Córdoba fue la cosa.
En Córdoba fue.
Nació Manolete...
¡y olé!... ¡y olé!

Rafael Duyos: Mis versos a Manolete, Valencia, 1943

Epístola a Manolete

"El toreo empezó con lagartijo.
Así lo sentencio tu cordobesa 
sangre, y dicho se esté. Quien dijo, dijo.

El toreo -aclaraste- como empresa
de estética ambición y humano alcance,
símbolo y gloria de una mente expresa.

Con Rafael Molina, el puro trance
llegó del gesto y de la línea pura,
y la escultura ingrávida del lance.

Fue su toreo amor y arquitectura
en la conciencia de un destino estoico
Barrionuevo lo vio y nos lo asegura."

Pues bien, Fue Lagartijo. Más lo heroico
de oponer roca de elegancia altiva
al instinto primario y protozoico.

Fue jugo, agraz de cordobesa oliva,
taurosofia del Anneo Chico,
a quien su padre dio la alternativa.

Si el toreo es virtud, nadie mas rico
que Séneca, tu abuelo en desengaño,
amonedando el oro de su pico.

O abriéndose las venas en el baño.
¡Cómo lidiaba a la fortuna adversa
burlándola en la toga -oh noble paño-!

¡Cómo domaba la ira, y qué diversa
la estatua de su astucia ante el empuje
del bravo orgullo o la lisonja tersa!

Imperterritus vir, si el mundo cruje.
Así eres tú y tu oficio planetario
-Copérnico, en el Potro, lo dibuje-.

Cuando pulsas tu noble estradivario
como un Tartini, un Paganini seco;
timbre de oro inaudito y visionario...


Gerardo Diego: De la Epístola a Manolete, La suerte, o la muerte

Adiós a Manolete

Y te vas recto, recto
¿como el río a la mar?
A la mar de muerte
tus alamares van.

No como el agua dulce
que duda y vuelve atrás
antes del trago amargo
de efervescencia y sal,

sino como la bala
que ciega y recta va
al blanco que la hechiza
con pupila fatal,

tú, bala de ti mismo,
vas a la muerte imán,
proyectil, línea, héroe,
alma, sin paso atrás.

La balanza equilibra
la suerte y la muerte igual.
“Islero” a Manuel reta.
Manuel a su isla va.

Rodeados de sombra
de espesa inmensidad,
solos allá en su isla
se entrecruzan en paz.

Gerardo Diego. Adiós a Manolete, La suerte o la muerte 

"El Cordobés" dilucidado

“El Cordobés”
- ¿lo ves?,
¿no lo ves?-
no es lo que es,
es lo que no es.

“El Cordobés” es un estratega
y de tanto como se entrega
y se arrima
las balas le pasan por encima.
“El Cordobés”
es el toreo al revés
y es el mechón de través
y la muleta rabieta veleta
pero sujeta
- derecha, izquierda - a la escondida rima
que de eco en eco canta y se aproxima.
“El Cordobés”
es el bordón reñido con la prima
y la mecánica muñeca
que tuerce y quiebra la embestida seca.

“El Cordobés”
es el toreo en inglés,
en danés
y en pequinés
y en volapuk y sin mover los pies.
¿Si no te quitas tú te quita el toro?
A “El Cordobés” el toro no le quita.
“El Cordobés” imita la mezquita
menos cuando andando, andando
se va del toro y es Pasos Largos con todo el alijo
por Sierra Morena
- “adiós, mi hijo”,
dice a mi lado una chilena -.

Él es rural y tónico y sonoro.
Bendito sea “El Cordobés” de oro
y sus salidas por Úbeda carrera
y cuando sale el sol por Antequera.
“El Cordobés” hereje
excomulgado sin concilio exprés
por su tejemaneje
y porque suma: dos y dos son tres.
“El Cordobés” de puja y de subasta,
de espaldas y al trasluz, al sesgo, al bies,
que se inventa con casta
el toreo que es porque no es.
“El Cordobés” no sabe ya si existe
y se palpa y se suena y se jalea y
 en rapto como Elías por el cielo se pasea.

Y tú, recalcitrante negativo y triste,
vete a ver al fenómeno y al noúmeno
y apúntate catecúmeno
de la flámula y la fe de “El Cordobés”.
De “El Cordobés
ay,
que en San Sebastián le cantan ¡bai!
y que en Bilbao le gritan ¡es!
¿Y en Málaga? Por supuesto, ¡oui!, ¡ja!, ¡yes!

“El Cordobés”
podría ser un gran torero
pero él prefiere ser un ente
terráqueo y refulgente:
“El Cordobés”.

 Gerardo Diego:  «El Cordobés dilucidado y vuelta del peregrino», Revista de Occidente, 1966.

Córdoba (1890)

A todos los caballos les abrieron el vientre aquella
antigua tarde de sol en Los Tejares… Tarde muerta de
Córdoba que en tabernas de barrio aún evocan cabezas
de toro, disecadas o en ponientes de mayo sangrientos
arreboles. Sangre ya desteñida en museos de nostalgia
que antepasados nuestros, desde palcos en sombra,
presenciaron brotando de palpitante herida como
digno «espectáculo nacional», aceptado por voluntad
unánime del ibérico pueblo.

Tal legendario ídolo, después de la corrida, «Lagartijo»,
vestido de alamares de oro, en coche de caballos
triunfalmente volvía a su casa, radiante de quinqués y
amistades –patio con araucarias–, sita en la calle Osario.

El «Ateneo Científico Literario de Córdoba», de
Campoamor hablaba y de don Segismundo Moret y
Prendergast, tribuno ilustre, que, sobre el «Ideal político del siglo XVIII» disertó, presentado por don Rafael
Melendo. «La Floresta Andaluza» y «El Vergel» publicaban letrillas y epigramas, dedicados «Al Papa», «A la
Prensa de Córdoba» …Su autor: García Lovera. Y en
el «Salón Ramírez», café de «cante jondo», el llanto de
«La Cuende» quebraba en soleares…

Se condenaba a pena de muerte a «Cinta Beldes» y la
Sierra de Córdoba encendía candelabros de adelfas y
jarales en flor por Las Ermitas que Grilo recitaba con
enfático acento en los aristocráticos salones de la
Corte.

Bajo pasivas alas de autóctonos sombreros, la ciudad,
al crepúsculo del siglo XIX, acusaba el cansancio de
salir de Los Toros, de salir de Sagasta para entrar en
«El Turno» del rigodón siguiente con don Antonio
Cánovas…

Y una absorta, inefable, melancolía flotaba sobre
tapiados huertos de adarves y callejas hasta encontrar
el limbo de esas tardes ya idas que acaso al evocarlas
fielmente nos devuelven su eco de ayer y aromas escritos por el aire…

LÓPEZ, M. (2004): Poesía (introducción de Guillermo Carnero), Ayuntamiento de Bujalance, Córdoba, págs. 230-231.

PROPUESTA FINAL 3

En este apartado, efectuaremos una selección de poemas enfocada al objetivo de crear un itinerario interior (paisaje interno del individuo contemporáneo cordobés), un “paseo” que transite en paralelo y que complemente –en múltiples direcciones- la experiencia estética que la misma ciudad proporciona. Responda a las cuestiones libremente pensando: 

INVITACIÓN AL VIAJE

Lo más urgente es encontrar
un charco de agua clara
en donde se reflejen nuestros rasgos.
 
Una vez comprobada la suma transparencia,
su textura de imagen tocada por la gracia,
conviene aproximarse con sigilo
para no despertar sospecha alguna.
 
Observando la orilla
con la mirada limpia de temor
es preciso entregar el alma en la tarea
de vislumbrar el límite del agua,
la piel en que reposa.
 
Se despegan entonces los bordes con cuidado
empujando hacia arriba con una mano en tierra.
Cuando el charco esté listo bastará incorporarse,
dar un tirón en seco, vertical,
para abrir la trampilla de las aguas.
 
Para evitar intrusos
hay que dejar caer durante el salto
con delicada precisión
el charco en su abertura.
 
Nada impide al viajero
fugarse por el hueco hacia otra parte.

Eduardo García: La vida nueva. Ed. Visor. 2008

  • ¿Qué has sentido al leer el poema?

  • ¿Cómo vincularías ese texto con el paisaje que estás observando?

  • ¿Sabes que son los paisajes interiores?