
Los Estados se clasifican, en función de su estructura, en simple (Estado unitario) o compuestos (Estados federales o confederales). Estos presentan sistemas de gobierno diferentes: centralismo y federalismo.
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El centralismo se caracteriza por la existencia de un poder central, que concentra todas las funciones políticas y administrativas. Es, por ejemplo, el sistema de gobierno existente en China.
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El federalismo se distingue porque las funciones de gobierno se hallan repartidas entre un poder central y un cierto número de Estados asociados. Es el caso, por ejemplo, de los Estados Unidos de Norteamérica.
El Estado español se caracteriza por ser, a la vez, un Estado unitario y descentralizado, tal como lo determina el artículo 2 de la Constitución de 1978. En ella se consolida lo que se dado en llamar Estado regional, o sea, una tercera vía entre el Estado unitario o centralista y el Estado federal o descentralizado.

