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3. Desequilibrios regionales

3.1. Factores espaciales

La Península Ibérica está configurada por un amplio altiplano central (la Meseta), rodeado por algunos grandes valles que se abren al mar o por una serie de cadenas montañosas que, en ocasiones, suponen notables barreras exteriores. Esta disposición, conjuntamente con una peculiar altimetría, da como resultado una gran diversidad regional desde el punto de vista climático y edafológico. Sobre las condiciones que establece este medio natural, y teniendo en cuenta sus posibilidades y sus limitaciones, se implantan la población, las infraestructuras y las actividades económicas.

Existen grandes diferencias en cuanto a su extensión territorial. Por un lado, no todas las Comunidades Autónomas tienen la misma extensión. La Comunidad más pequeña es Islas Baleares, cuya superficie (4.992 km2) supone el 1% del total nacional, y la más grande es Castilla y León, cuya superficie (94.224 km2) supone el 18,6% del total, ocupando un quinto del total. Solo tres Comunidades, Castilla y León, Andalucía y Castilla-La Mancha, representan el 51,6% del territorio español. Por otro lado, las Comunidades Autónomas tampoco cuentan con el mismo número de provincias. Las hay que son uniprovinciales -siete en total, cuya superficie apenas llega a un 1% del territorio-, es decir, están formadas por una única provincia, como Asturias, Islas Baleares, Cantabria, Navarra, La Rioja, Madrid y Región de Murcia. El resto son pluriprovinciales. Castilla y León es la Comunidad que está formada por un mayor número de provincias, nueve, casi con un tercio de los municipios españoles.

Del mismo modo, existe una gran diferenciación entre la Meseta y la periferia. Antes de la Revolución Industrial, cuando la capacidad técnica para superar los condicionantes naturales era bastante escasa, las principales actividades económicas estaban relacionadas con la agricultura y la ganadería, ambas con unos reducidos niveles de productividad. La trilogía mediterránea (trigo, vid y olivo) y la ganadería extensiva, organizada a través de la Mesta, junto con los conflictos políticos, religiosos y territoriales, propiciaron que la mayor parte de la población se concentrase en las zonas interiores de la Península, ya que eran las más protegidas, mejor comunicadas, con mayores recursos económicos y más próximas a la Corte y a la Administración.

No obstante, las Comunidades Autónomas situadas en el litoral cuentan con unas condiciones geográficas naturales que en tiempos más recientes han favorecido el desarrollo de determinadas actividades y, a su vez, han ejercido un poder de atracción sobre la población. Sus costas, clima, puertos... han permitido la concentración económica, el asentamiento de la industria y del sector servicios, lo que, a su vez, ha estimulado un crecimiento demográfico de las ciudades situadas en el litoral. Todo lo contrario ha sucedido en las Comunidades del interior, altamente agrarizadas, donde el relieve ha dificultado tradicionalmente la comunicación con las regiones del litoral y donde la industria apenas ha tenido incidencia. La excepción en el interior es Madrid, debido al factor de la capitalidad, que ha atraído infraestructuras, actividades económicas y población.

3.2. Factores históricos

Junto a los factores físicos y espaciales, hemos de analizar la propia evolución histórica de España como elemento que ha condicionado el actual grado de desarrollo y determinante en los contrastes y diferencias socioeconómicas y demográficas existentes. Ya en el siglo XVIII se comienzan a apreciar diferencias entre una España interior, donde la actividad agraria era la base económica, y una España de la periferia que empieza a desarrollar una importante actividad comercial y a ser el lugar donde se localicen las manufacturas.

En el siglo XIX, se produce un lento crecimiento industrial (industria siderúrgica vasca y textil en Cataluña) que atrajo población hacia estas regiones. Si hasta la mitad de esta centuria la región que más aportaba a la renta nacional era Andalucía, a partir de estos años, por el desarrollo de la industria catalana, valenciana y las actividades económicas de Madrid, serían estas las regiones que más peso tengan en la economía del país. Atraída por las actividades industriales, la población del interior comienza a trasladarse al litoral o al Madrid, lo que acentúa los desequilibrios.

A comienzos del siglo XX se produce un crecimiento de la población como consecuencia del descenso de la mortalidad, pero, mientras la zona del interior agraria es incapaz de sostener a una población cada vez más numerosa, el litoral y Madrid se convierten en focos de atracción, pues necesitan mano de obra para sus industrias y demás actividades económicas.

Tras el hundimiento económico provocado por la Guerra Civil, sobre todo en zonas industriales, el Estado adopta medidas para la recuperación económica, entre ellas una nueva política industrial apoyada en la creación del Instituto Nacional de Industria (INI). Sin embargo, la acción inversora del Estado se concentró en aquellas industrias consideradas de «interés nacional» por parte del Gobierno, que se localizaban fundamentalmente en el País Vasco, Cataluña y Madrid. Con lo que, al fomentar las actuaciones en determinadas áreas en detrimento de otras, el Estado favoreció las desigualdades regionales.

A partir de 1960 España tiene un crecimiento económico relevante, sobre todo en industria, construcción y servicios, pero no afectó a todo el territorio nacional por igual, con lo que los desequilibrios regionales se agudizaron: en el centro -excepto en Madrid, como capital y principal centro financiero del país-, y una periferia desarrollada -excepto Andalucía y Galicia-).

La crisis económica mundial de 1973-1975 afectó de una manera más directa y específica al sector secundario, pues planteaba unas transformaciones radicales de las pautas de producción, de localización y de estructura industrial. Provocó el cierre de numerosas empresas industriales y generó elevadas tasas de paro y una considerable reducción en los niveles de renta de Madrid, Cataluña y la cornisa cantábrica. Como consecuencia, se vieron frenados los procesos de emigración desde las regiones menos industrializadas, de manera que la crisis afectó a todo el país. La crisis ralentizó el proceso de concentración de la población y de la producción. La tradicional identificación entre regiones industrializadas y regiones desarrolladas empezó a difuminarse por el cierre de muchas fábricas y porque la deslocalización industrial llevó a invertir en nuevos emplazamientos. en definitiva, ocasionó, afectó principalmente a las regiones del norte peninsular -especializada en sectores maduros-, y produjo un desplazamiento de las actividades económicas hacia Madrid, el Levante español y el Valle del Ebro. También es a partir de este momento, por el desarrollo turístico internacional, cuando los archipiélagos canario y balear experimentan un fuerte crecimiento económico.

A partir de 1.985, la reestructuración económica que siguió a la crisis cambió los factores en que se basaban los desequilibrios territoriales y la jerarquía espacial. La industria pierde peso como factor de desarrollo y los servicios avanzados, la innovación y la alta tecnología se convierten en los principales factores de desarrollo. De esta manera, las regiones del Cantábrico entran en crisis tras la reconversión industrial, con un aumento del paro, y tardaron en recuperar su dinamismo, mientras que Madrid, las regiones del litoral mediterráneo y el valle del Ebro, se han consolidado como los ejes dinámicos del país.

La etapa de crecimiento económico (1995-2007) se ha manifestado en un descenso generalizado del paro, aunque con diferentes ritmos, ya que en algunas regiones las recuperación fue más lenta, como es el caso de Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha, Cantabria o Galicia. Igualmente, se ha producido un notable incremento del PIB en el conjunto de las regiones, aunque los mayores aumentos se detectan en el País Vasco, Madrid, en los archipiélagos balear y canario y en los ejes mediterráneo y del Ebro.

La crisis económica de 2008 ha provocado nuevamente un incremento del paro que presentaba diferencias regionales: las comunidades con actividades de menor valor añadido, con mayor especialización en el sector de la construcción y con un sector servicios menos dinámico presentaron las mayores tasas de paro. Este proceso ha llevado cierto número de años, habiéndose constatado una recuperación a partir 2015, que se ha visto truncada por la pandemia COVID19 en 2020, con una retracción económica, de la que parece que estamos saliendo.

La innovación se ha perfilado como la vía para mejorar la competitividad de las regiones españolas en el contexto europeo y superar la recesión económica actual. Las diferencias en Inversiones I+D-i, así como el personal dedicada a esta innovación puede marcar nuevas diferencias regionales. Es verdad que la terciarización generalizada de la economía ha roto el proceso tradicional de concentración de la producción y de la riqueza y ha exigido a las comunidades un esfuerzo para superar las mencionadas crisis y adaptarse al proceso de terciarización. Por ejemplo, el País Vasco, pasó del segundo al quinto lugar en la jerarquía regional, en favor de las Islas Baleares, y también hay que destacar los ascensos de Aragón y de La Rioja. Posteriormente, desde 2004 ha sido el progreso de los indicadores económicos del País Vasco que llegó incluso a liderar el PIB per cápita en 2007.

En consecuencia, la economía posindustrial que surgió después de la crisis se basó en un predominio del sector terciario, con una apuesta clara por las nuevas tecnologías, en especial las vinculadas a la comunicación y la información, y por centros de investigación e innovación. En este sentido, los nuevos factores de desarrollo prioritario se basan en:

  • La existencia de una mano de obra muy cualificada y la potenciación de la formación, la investigación y las técnicas de gestión eficiente.

  • La disponibilidad de infraestructuras y equipamientos de alta calidad que faciliten la conectividad con el entorno y con un mundo plenamente globalizado.

  • El auge del terciario especializado de alto nivel, con funciones rectoras o de decisión, así como servicios a las empresas y a la producción, comercio, turismo y servicios públicos.

  • Las actividades que implican el uso o el desarrollo de la alta tecnología, va sea aplicada a los procesos industriales o al sector agrario.

A grandes rasgos, los ejes de desarrollo de esta nueva etapa prácticamente coinciden con los de la etapa anterior: Madrid, Cataluña, el País Vasco, todo el litoral mediterráneo, ambos archipiélagos y parte del valle del Ebro... se muestran como las zonas más dinámicas y que saben aprovechar las oportunidades de actividad que se dan en la economía globalizada y posindustrial, creándolas atrayéndolas. 

De un lado, la España más desarrollada sostiene una mayor diversificación en la producción y presenta notables índices de especialización en ramas con gran productividad (transportes, comunicaciones, créditos y seguros, productos químicos, papel e impresión, etc.). Del otro, la España menos desarrollada continúa su especialización en un reducido número de actividades tradicionales y poco  productivas (sector primario, construcción y servicios públicos).

3.3. Desequilibrios demográficos

La población española ha pasado de unos 30,8 millones de habitantes en 1960 a más de 47,6 al inicio de 2023. En este periodo, la población ha aumentado notablemente, pero con un comportamiento muy diferenciado según las Comunidades Autónomas y según los años: a grandes rasgos se aprecia una clara diferenciación entre las regiones del interior, por un lado, y las regiones litorales, insulares y Madrid, por otro; y también entre las regiones de la mitad norte y las de la mitad sur del país. Este comportamiento mantiene la perspectiva histórica observada con anterioridad.

3.3.1. Desigual distribución espacial entre interior y periferia

Estos desequilibrios interterritoriales se manifiestan a tres niveles:

  • A nivel de Comunidades Autónomas, es evidente el desigual peso demográfico de unas comunidades y otras, tanto en términos absolutos como relativos. Cuatro comunidades -Andalucía (17,31% del total del territorio nacional), Cataluña (6,35%), Madrid (1,59%) y la Comunidad Valenciana (4,60%)-, que ocupan tan sólo la sexta parte del territorio, concentran más de la mitad de la población española. Por el contrario, cuatro comunidades -Castilla y León (18,62%), Castilla-La Mancha (15,70%), Aragón (9,43%) y Extremadura (8,23%)-, que comprenden más de la mitad de la superficie nacional, sólo albergan una sexta parte de la población.

  • Desde la perspectiva de la densidad también hay fuertes desequilibrios. Dejando aparte a Ceuta (4175,10 hab./Km2, en 2022) y Melilla (7001,58) por su peculiaridad de ciudades autónomas, Madrid es la comunidad más densamente poblada (841,15) seguida del País Vasco (302,13), Canarias (301,39), Islas Baleares (244,27) y Cataluña (238,84); en el lado opuesto se hallan las Comunidades de Castilla y León (25,34) la que presenta una menor densidad, Extremadura (25,41), Castilla-La Mancha (25,79) y Aragón (27,90). Todas las regiones con mayor densidad son periféricas, cuyo desarrollo económico se inicio ya en el siglo XIX gracias a la actividad industrial, o en siglos XX a causa del desarrollo de actividades terciarias.

  • A escala provincial también hay grandes disparidades. Las provincias interiores han perdido población frente a las provincias litorales, insulares y Madrid, más dinámicas económicamente. Así, frente a provincias como Soria o Teruel, con densidades inferiores a 10 hab./km2 en 2022, hay otras, como Madrid o Barcelona que superan los 700 hab./km2.  A su vez, Dentro de cada provincia, existen grandes diferencias internas como consecuencia del proceso de urbanización. El peso de las capitales de provincia es generalmente notable. El caso más espectacular es Vitoria, que concentra el 75% de los alaveses; otro ejemplo es Zaragoza, que reúne casi tres cuartas partes de la población de su provincia y más de la mitad de la población aragonesa. En algunas de ellas, su localización ha sido importante: es el caso de muchas capitales costeras; en otras, su papel institucional dentro de la provincia ha sido determinante. Sin embargo, en líneas generales, el desarrollo no ha hecho más que acentuar el proceso de concentración espacial: la población tiende a situarse en los mismos lugares desde hace más de un siglo.

3.3.2. Crecimiento natural contrastado entre Norte y Sur

Los movimientos naturales han influido en los desequilibrios territoriales. Así se pueden diferenciar dos grandes conjuntos:

  • Las comunidades con crecimiento natural negativo, que en general se sitúan en la mitad norte del país. Galicia, Asturias, Castilla y León y Aragón presentan los mayores saldos negativos, superiores al -2‰ En estas regiones la tasa de natalidad es inferior a la media nacional y la de mortalidad, superior, debido al envejecimiento de la población

  • Las comunidades con crecimiento natural positivo se concentran sobre todo en la mitad sur de España. Las regiones de Canarias, Andalucía, Murcia, además de Madrid y Baleares, presentan saldos superiores al 2 ‰. Esto se debe al mantenimiento de una población joven y a la inmigración.

3.3.3. Movimientos migratorios

Los movimientos migratorios son un claro indicador del cambio de tendencia experimentado en las últimas décadas, principalmente a partir de la crisis industrial. Los saldos migratorios más importantes tienen lugar en Islas Baleares, Canarias, Comunidad Valenciana, Comunidad de Madrid y Región de Murcia, y en menor medida, en Navarra, La Rioja y Aragón. Ello corrobora el atractivo que presentan Madrid, el eje mediterráneo y el Valle del Ebro, con un sector terciario e industrial en crecimiento. Mientras tanto, las regiones de Cornisa Cantábrica, tradicionales áreas receptoras, presentan un declive demográfico, junto con las regiones del interior. 

3.3.4. Población activa

Existen dos espacios diferenciados con respecto a la población activa. Las tasas de actividad más altas están en el litoral y en Madrid. A ellas se une Aragón, por la importancia de Zaragoza, y Galicia, con una alta tasa de actividad, debido al empleo femenino en agricultura.

En el lado opuesto se encuentran las regiones del centro y del sur y Canarias, con tasas bajas que se explican por la juventud de su población y por su estructura productiva. En la actualidad sigue produciéndose un aumento generalizado del sector terciario (76 de la población activa) y una aproximación entre las estructuras regionales de la población activa.

3.4. Contrastes en el desarrollo económico

3.4.1. La diversidad en la productividad agraria

Las características de la estructura y de la producción agraria actuales responden al desarrollo tecnológico y a las necesidades del mercado. Sin embargo, el relieve y los recursos hídricos son condicionantes naturales tradicionales que todavía explican los desarrollos y los desequilibrios del sector agrario.

El relieve es un condicionante natural muy acusado para la agricultura española. Más del 18% de la superficie total del país se encuentra por encima de los 1000 m de altitud, con las consecuencias que ello tiene para la producción, el confort climático, la productividad y el despoblamiento.

Respecto a los recursos hídricos, el volumen total de agua utilizable en España es de unos 46000 hm3 con un superávit sobre la demanda de unos 1000 hm3 cada año. Esto significa una disponibilidad de unos 8000 litros por habitante y día, si bien la inmensa mayoría del consumo de agua corresponde al regadío agrícola, mientras que el consumo doméstico supone  tan solo una mínima parte del total.

Estas cifras generales esconden profundas desigualdades territoriales, ya que algunas regiones tienen graves problemas de abastecimiento mientras que otras, favorecidas por un régimen de lluvias más intenso y regular, mantienen una gran disponibilidad.

Según estos condicionantes, la productividad de los espacios agrarios españoles presenta una notable variabilidad según las zonas:

  • El litoral subatlántico y gran parte del mediterráneo, así como La Rioja y Jaén son las zonas de máxima productividad y alto valor añadido. Se trata de regiones favorecidas por unas buenas condiciones climáticas, con una agricultura intensiva y mayoritariamente de regadío, cuyos cultivos se orientan al mercado. 

  • Galicia, el litoral cantábrico y algunas zonas mediterráneas también prese tan una alta productividad, aunque el valor añadido no es tan elevado.

  • En la mayor parte de las provincias interiores, la agricultura es, sobre todo, de secano, Con bajos niveles de productividad por hectárea, aunque con rendimientos económicos superiores a la media española. Esto último se explica por los recientes procesos de modernización y por las considerables subvenciones recibidas desde las administraciones estatal y europea.

3.4.2. La desigual actividad industrial y de servicios

La crisis económica mundial de 1973-1975 afectó de una manera más directa y específica al sector secundario, pues planteaba unas transformaciones radicales de las pautas de producción, de localización y de estructura industrial.

Provocó el cierre de numerosas empresas industriales y generó elevadas tasas de paro y una considerable reducción en los niveles de renta de Madrid, Cataluña y la cornisa cantábrica. Como consecuencia, se vieron frenados los procesos de emigración desde las regiones menos industrializadas, de manera que la crisis afectó a todo el país.

La crisis ralentizó el proceso de concentración de la población y de la producción. La tradicional identificación entre regiones industrializadas y regiones desarrolladas empezó a difuminarse por el cierre de muchas fábricas y porque la deslocalización industrial llevó a invertir en nuevos emplazamientos.

3.4.3. La economía posindustrial

La economía posindustrial que surgió después de la crisis se basó en un predominio del sector terciario, con una apuesta clara por las nuevas tecnologías, en especial las vinculadas a la comunicación y la información, y por centros de investigación e innovación.

En este sentido, los nuevos factores de desarrollo prioritario se basan en:

  • La existencia de una mano de obra muy cualificada y la potenciación de la formación, la investigación y las técnicas de gestión eficiente.

  • La disponibilidad de infraestructuras y equipamientos de alta calidad que faciliten la conectividad con el entorno y con un mundo plenamente globalizado.

  • El auge del terciario especializado de alto nivel, con funciones rectoras o de decisión, así como servicios a las empresas y a la producción, comercio, turismo y servicios públicos.

  • Las actividades que implican el uso o el desarrollo de la alta tecnología, va sea aplicada a los procesos industriales o al sector agrario.

A grandes rasgos, los ejes de desarrollo de esta nueva etapa prácticamente coinciden con los de la etapa anterior: Madrid, Cataluña, el País Vasco, todo el litoral mediterráneo, ambos archipiélagos y parte del valle del Ebro... se muestran como las zonas más dinámicas y que saben aprovechar las oportunidades de actividad que se dan en la economía globalizada y posindustrial, creándolas atrayéndolas.

De un lado, la España más desarrollada sostiene una mayor diversificación en la producción y presenta notables índices de especialización en ramas con gran productividad (transportes, comunicaciones, créditos y seguros, productos químicos, papel e impresión, etc.). Del otro, la España menos desarrollada continúa su especialización en un reducido número de actividades tradicionales y poco  productivas (sector primario, construcción y servicios públicos).

3.5. Contrastes en el desarrollo social

3.5.1. Los contrastes de producción y de renta

El grado de desarrollo económico se mide más ajustadamente a través del nivel de producción por habitante.

  • Cataluña y Madrid destacan, pero no aparece Andalucía: ello se debe a que el valor de la producción andaluza está muy relacionado con su extensión y con su peso demográfico. Destacan, en cambio, otras comunidades, como Navarra, País Vasco, La Rioja, Aragón y Baleares, cuyos valores del PIB por habitante son, como en el caso de Cataluña y Madrid, superiores a la media española (en torno a 25/30.000 euros). Es el espacio correspondiente al cuadrante Nordeste.

  • Las regiones interiores y del sur, sobre todo Andalucía, Galicia, Extremadura y Murcia presentan los valores más bajos. En 2012 el PIB por habitante de la región más rica, País Vasco, es aproximadamente el doble de la más pobre, Extremadura.

Los contrastes de desarrollo entre unas comunidades y otras responden a la estructura productiva dominante en cada una de ellas, fruto a su vez de la evolución seguida por su economía.

En líneas generales, y sin olvidar las grandes desigualdades superficiales y demográficas entre unas regiones y otras, las CC.AA. más desarrolladas coinciden con aquellas en que la actividad industrial tiene importancia y el sector terciario presente un peso fuerte, sobre todo los servicios prestados a la producción y el turismo.

Por el contrario, las comunidades menos desarrolladas se corresponden con aquellas en las que existen estructuras productivas un tanto tradicionales, es decir, en las que el sector primario ocupa un lugar todavía relativamente destacado. Aunque ello no quiere decir que no se haya modernizado mucho este sector. De este modo, las comunidades menos desarrolladas son Galicia, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura, Andalucía y Murcia.

3.5.2. Desequilibrios sociales

Se trataría de contrastes en cuanto a las dotaciones de infraestructuras (transportes y comunicaciones) y de equipamientos (sanitarios, educativos, culturales, deportivos, … En este terreno las desigualdades son todavía notables. Si analizamos, por ejemplo, los recursos sanitarios, tenemos que en Cataluña existe la disponibilidad de una cama hospitalaria para menos de 200 habitantes, mientras en Extremadura la proporción es de una cama por más de 250 habitantes.

Estas diferencias regionales en infraestructuras y equipamientos, sobre todo en transportes y comunicaciones, han jugado un papel decisivo en el grado de desarrollo y han sido uno de los factores de generación de otros desequilibrios. Las comunidades con densas redes ferroviarias, de carreteras y autopistas, de telecomunicaciones y de información, con buenos servicios educativos, sanitarios, etc., demuestran mayor desarrollo y están en mejor posición, para atraer nuevas inversiones productivas, que las regiones con infraestructuras y equipamientos escasos, desorganizados o anticuados.

Otra manifestación de los desequilibrios sociales interterritoriales es la diferente extensión del fenómeno de la “pobreza económica”, entendiendo como pobres todas aquellas familias y personas cuya renta se sitúa por debajo del 50% de la renta media neta disponible en España. La proporción de hogares pobres es menor en las regiones situadas en el norte de España, fundamentalmente en Navarra, País Vasco y La Rioja. Por el contrario, las tasas más altas de familias y personas en situación de pobreza se dan en las comunidades del sur (Extremadura, Andalucía, Ceuta y Melilla) y en Canarias; a nivel provincial destacan algunas fronterizas con Portugal, como Badajoz, Cáceres, Zamora y Orense. Los casos más graves de pobreza, sin embargo, se concentran en las áreas urbanas.

3.4.3. Espacios centrales y espacios periféricos

Generalizando, se puede afirmar que en España existen regiones centrales y regiones periféricas. Madrid y, en menor medida, Cataluña son regiones centrales. Se trata de las comunidades más dinámicas económicamente; tienen una industria muy diversificada y concentran las actividades de servicios más avanzadas: finanzas, servicios a las empresas, Administración, etc. Estas regiones se reservan las unidades de producción estratégicas y la tecnología más avanzada, y las sedes sociales con la capacidad de decisión, gestión, control e innovación.

El resto de las regiones españolas se consideran periféricas o semiperiféricas. Pueden presentar un grado mayor o menor de dinamismo económico, pero en ningún caso actúan como áreas centrales. No es, por tanto, sólo cuestión de mayor o menor PIB por habitante. Baleares, por ejemplo, es una de las comunidades con una renta por habitante más elevada, pero no puede ser considerada como región central.

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